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sábado, 18 de junio de 2011
Viendo el tiempo
Me siento a ver el tiempo pasar. El tiempo pasa, en los pies de las personas (cada pie es un reloj, cada mano una sombra). El tiempo pasa en la boca cuando hablás, cada palabra un segundo o dos (dependiendo de sus sílabas). Veo el tiempo pasar desde esta silla con un café en la mano. Llega gente distinta, rubia o morena, piel negra o blanca. Cada piel es cronómetro. Yo, respiro. Cada porción de oxígeno es aguja. Veo al tiempo moverse alrededor de mí y el tiempo es como el viento. Invisible pero lo podés sentir. Pasa delicioso, a veces, como si estuvieras metido en el mar y el agua flota dentro de vos o vos flotás dentro del agua. Pasa templado, a veces tan frío que parece que se ha detenido con la ausencia de personas o con la presencia del vacío: pero no, todo se sigue moviendo aunque sea imperceptible. Siento el tiempo en mis pies cuando me levanto y los presiono contra el suelo. Siento el tiempo cuando bajo las gradas de esta calle y veo las casas, las casas en las que el tiempo pasa rasgando sus paredes o agrietando sus tejas. El tiempo pasa allá, en los rieles del tranvía, oxidados. La gente dentro se mueve, cada persona es grano de arena que cae de una punta del reloj a otra. Esta ciudad ve pasar el tiempo y no lo puede detener. Lo intento, lo intentamos. Me detengo y miro fijamente el río, que desde aquí parece no moverse. Pero cada río es reloj, todo río es segundo. Se va moviendo y me mueve a mí con él. El tiempo. Cuando llego a la plaza principal lo veo acelerarse. El tiempo está pasando tan rápido. No lo intento parar, porque es imposible; pero sí lo lloro, le entrego su duelo. Celebro la muerte de cada segundo al celebrar el nacimiento del siguiente. El tiempo no para, se sigue y me sigue empujando. Llego a mi cama y pongo mi cara sobre la almohada. El tiempo me lleva al sueño. Dormido, yo, el tiempo flota y fluye a mi alrededor; una mosca vuela sobre mi cara. Acaricia. Me molesta cuando camina sobre mis cejas y me despierto, asustado. Agito mi mano y la veo volar. El tiempo se sigue moviendo. El tiempo nunca duerme, el tiempo carga con las ojeras y dolores de cabeza, con el insomnio y el desahucio. Pero vive. Vive y brilla en su cansancio. Quiero ser como el tiempo pero tengo un problema: el tiempo me ve y se ríe. Sabe que no puedo. Así que duermo. Duele menos el tiempo que pasa cuando estás dormido. La mosca sigue volando. El tiempo sigue pasando.
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