martes, 25 de junio de 2013

Enseñame a apagar los cigarros con las puntas de los dedos, enseñame a que me deje de quemar el fuego. Es tan fácil como un efecto especial en las manos, como un aceite o una salva que me untés en el cuerpo, para siempre a prueba de balas, a prueba de los dientes de otras bocas. No me mordás más, que me acostumbro, quiero ser un árbol o terraza con vista al jardín, con ansiedad por llegar y subirme al carro de la mamá de tu amigo, o de la paz o de las ciudades con nombre de hombre. Enseñame a preparar una ensalada con el aire y sentémonos a pretender que somos niñas jugando a la mesa, al té, digamos cositas en voz alta como señoras que almuerzan tarde, que se duermen temprano, que se levantan de madrugada con el olor al canto de los pájaros y que caminan, delgadas, rebajadas, con el volcán detrás. Quiero ser parte de una historia pequeña, de un párrafo, quiero ser la nota al pie de página y atravesar el río con los pantalones levantados y decir suave el nombre como violín, como violonchelo, como los celos que aparecen de repente y son humo, aparentes, privilegiados, dispuestos a desaparecer inhalados, cubriendo los pulmones de negro, como plumones para tachar, como pizarra para que alguien aprenda a escribir y me sustituya, me levante la voz o la mano y me diga:

-Profesor, usted está muy callado, se nota que está enamorado.

domingo, 23 de junio de 2013

Lo querían mucho, le lamían los pies, fíjese. Así decían todos, que eran de los más lindos y los más obedientes. Comían tortilla y pan con frijoles, hechos puño, así como el mamaso. Se iban a su camita y se dormían ahí, pacientes, esperando. Pronto podrían comérselo, empezando por los pies. Su plan estaba listo y él, que les daba tanta comida, que los estaba engordando. Fue en la madrugada, él ya los dejaba andar por la casa y apenas sintió el primer mordisco no pudo gritar porque ya uno le tenía puestas las pezuñas en la boca y los vio casi personas y gruñendo le dijeron "callate" y se sorprendió que los perros pudieran hablar y hablaban con voz de lesbiana ofendida y así, desarrollando voz y poder le tragaron la garganta y nadie dio explicaciones, porque los perros no hacen esas cosas, porque todo tuvo que ser un accidente.

martes, 18 de junio de 2013

Nadie se va en domingo,
solo vos.
Todos se quedan dormidos en sus camas, oliendo el aceite de las pupusas de la tarde, de las seis, del futbol.
Nadie se va en domingo porque en domingo hay misa, mujeres en mantilla, señores fumando puros en el funeral de mi papá.
Nadie se va en domingo porque mañana podríamos despertarnos tarde, tomar agua caliente con azúcar, sentir los granos en los dientes, mojar los cojines con sudor.
Nadie se va en domingo porque en domingo se regresa, se queda uno quieto, se hace un séptimo día que completa la semana del silencio o de la marcha del gobierno. En domingo hace calor y llueven tormentas de la tarde,
hay charcos de ríos,
hay lagos de charcos,
hay listones rojos en el camino y un señor dulce que vende semillas de marañón en el peaje que nos ve y nos dice, ronco:

-Para adónde van, si hoy no salen vuelos, porque verán jovencitos, nadie se va en domingo, todo el mundo se queda masticando la semilla, masticando el pan.
No hay suficiente leche para cocinarte unas cajetitas dulces que te gusten y te arruinen los dientes. Que se te caigan todos y me besés más suave. No hay suficiente leche para hacerte un pastel de queso y que te llene los pezones de crema antes de besártelos. No hay suficiente tiendas de queso suave que se derrita para hacerte tortas y alimentarte grueso, gordo, para agarrarte panza cuando tenga frío. No hay suficiente día ni tiempo para oler tu nariz y verla crecer cuando te reís risueño. No hay suficiente espacio para guardar palabras bonitas en cajas feas y fumar mientras vos orinás en el suelo. No hay suficiente jabón o toallas o cepillos de dientes compactos para limpiarte el pelo o peinarte los dientes. No hay palabras que se pongan de pie y alcancen tu altura, copete, largo, altanero. No hay forma de ver monosílabos tatuados en tu espalda y que todos sean en positivo y me respondan con bonitas tildes y texturas de liebres cargadas de pelos. No hay suficientes jardines ni cojines ni espacio ni perros ni ladridos ni amigos que me digan todo lo que les gustó de vos. Todo eso te lo escribo pero con palabras insuficientes. Quisiera encontrar más. Quisiera poder hallar más.

martes, 11 de junio de 2013

Se va usted con la lonchera vacía y con toda la comida en las nalgas, caminando por la Manuel Enrique Araujo y abrazando por las caderas a la señora que se casó con usted. Me ve preocupado, a lo lejos y yo le veo nalgón, desentendido. Recuerde usted, le digo, la forma en que nos conocimos: en el sótano, con la música, con las locas. Recuerde usted, le digo con la mente, la forma en que nos fuimos a la casa, casi rodando (gordos), casi rebotando (borrachos). Recuerde lo que me dijo, le digo con el pensamiento: que estaba feliz de verme, que siempre me había visto pasar por la calle y que

lo que más quería hacer en el mundo era arrancarme unos pelos del bigote usando su boca.

Lo veo pasar, con su lonchera vacía, con su camisa pegada y recuerdo el mordisco que le di en uno de sus pezones.

Le apuesto que a su novia le dan miedo los pezones. Le apuesto que yo le preparía un mejor almuerzo que ella.

viernes, 7 de junio de 2013

PRETENDO

Pretendo llamarte por tu nombre hasta que me digan lo contrario, que ya no puedo. Que debo decirte el número regulatorio que te han asignado. Pretendo comer de tu comida hasta que me digan que ya estoy lleno. Revisá tu correo. Ahí van las instrucciones para que leyás las instrucciones de lo que pasará de aquí en adelante:

estableceremos reglas claras. nos pondremos las caras del uno y del otro. instalaremos anti-virus poderosos. nos inscribiremos en carreras.

pronto todo estará arreglado y ya no necesitaremos de las mayúsculas.

Un Falo Anunciado

Sabía que venía,
me lo contó alguien por teléfono.
Si seguís viviendo en Chihuaha contame, así te voy a visitar. Agarro bus y cruzo las fronteras. Me pongo en el parque a esperar que pasés con los globos o con las piñatas o con los dulces o con lo que sea que vendés ahora. Tomaste un curso de fotografía y te pusiste a tomar fotos instagramosas a la gente por la plaza y después: vea, las quiere impresas, como en Polaroid. Acercate a mí como incrédulo de que estoy ahí pero no llorés: ya no estamos para esas cosas. Si seguís viviendo en Chihuahua, avisame, así te voy a visitar; yo ya no tengo nada que hacer aquí.

jueves, 6 de junio de 2013

Tres tazas de café y una canción

Tráigame un poco del pastel de zanahoria y también un poco de café. Platiquemos aquí mientras mascamos las migajas y mientras le toco los labios con el oído. Bebamos agua, para eso está hecha. Solucionemos el conflicto del mundo, porque para eso nacimos. Besemos la mesa y arruguemos los manteles con los dientes como lo hacen los perros. Planeemos viajes, dibujemos estrategias. Ríamos y gritemos nuestros nombres al mesero, a nuestra cuenta, a la cuenta de la mesa de a la par. Parémonos aquí, en medio del bullicio y cantemos una canción de Vicente Fernández. Pidamos ahora otro café y unos pasteles de almendra. Almendra dura, vieja, pero rica, creíble. Aplastemos latas de Coca-Cola y leamos ediciones viejas de Vanidades mientras nuestros esposos recogen las basuras. ¡Soltemos carcajadas, risas del buen vivir, de estos cafés con estilo europeo que pueblan nuestras calles renovadas! Hablemos de La Habana Vieja y la Vieja París, el café del centro y croissant con chocolate. ¡Ja, ja, ja! En francés, por qué no, para que no nos entienda nadie. Solo nosotros y Francia hablamos francés. ¿El último? ¡Sí, el último! Bebamos café como si fuera cerveza y disfrutemos del tetelque labio y del dulce pan dulce y ahoguémonos en Splenda. ¡Bienvenidos todos! Los estábamos esperando. Hagamos de esta mesa nuestra trinchera y desde aquí disparemos agudas críticas para el político de turno y veamos las nalgas redondas del mesero.

Tres tazas de café, tres pasteles y al final: una canción. We want to break free, sí, como que no. Para eso estamos aquí, para eso el estampado, la risa y el beso que nos damos al despedir. God knows!
Dejame escribir un poquito antes de dormirnos quiero encontrar la forma perfecta de contar cómo nos conocimos...dejame el personaje, dejame describirlo, contarle la vida a la vida de las otras personas y que de esa vida surja la duda, borrar las aplicaciones y seguir escribiendo...Dejame ser sincero una vez, por una vez, y decirte que no tengo ganas de dormirme porque mañana te vas y es tarde y si no duermo el tiempo dura más. Dormite, no digás nada; abrazá la almohada como si fuera pistola y sentite seguro, en ciudad ajena. Dejame escibir un poquito más y alcanzar el lapicero y la libreta en blanco y pretender que soy Joyce con chaqueta blanca y que brille el papel y que piense yo, que escribo, que escribo como la gente se imagina que escribe alguien como yo. Dejame contar los pelos de tu espalda y dejame describirlos, contarlos, ocuparlos como tinta o como tintero. Dejame abrazarte lento, despacio, pero en el papel, no en la cama, porque la cama la siento lejos, en otro país, con otras sábanas, descubierta del olor y de la pimienta que cae en los genitales.

Dejame dormir al otro lado, en la otra cama de estas camas alquiladas y no digás nada, no me expliqués. Tengo ganas de una cerveza y escribir con cigarro, las palabras construidas con fuego, que se consuman en el aire y que la alarma se encienda y despierte a todos y tengamos que correr a la salida, hablar fumando,

como en aquella película, en las pijamas, con el frío, con el vaho.
Se le abre la camisa cuando levanta los brazos para bostezar y dice: "Dios guarde qué cansado estoy me levanté a las cinco de la mañana". Se le siente olor a cigarro y a café cuando dice "y entonces pasé por aquella calle con la gente que vendía mangos y me dieron ganas de mango". Se le ve la placa de los dientes cuando sonríe fuerte diciendo "y entonces vi a una señora con unas patas bien grandes y vendiendo jugos". Se le notan los colochos ausentes cuando "y me puse a subir más rápido y dije mejor agarro un bus". Se le abren los botones de la camisa a la altura de la panza cuando se estira de nuevo y le veo pelos y entonces "y vieras todo sudado pero bien, contento, vos, de volver". Se da la vuelta y le veo el calzoncillo, el elástico del boxer gastado y "pero bueno aquí hay montón que hacer". Se le ve de espalda baja y de espalda encorvada cuando me dice "cóncavo y convexo son dos cosas diferentes verdad"...

Y entonces me da risa y le doy un sorbo al café y me cierro los botones de la camisa. No se da cuenta. Él nunca se va a dar cuenta y la pantalla sigue vibrando, estropeada.

miércoles, 5 de junio de 2013

Hola, de nuevo

Me hacía falta verte respirar tranquilo. Como que hay aire para tu nariz y para tus pulmones. Como que si los árboles no se han caído y en el parque no solo queda la pista para correr y los gordos que damos vueltas y vueltas renunciando al agua. Como si la valla de la cerveza no me dice que sería más feliz con unas botonetas en la mano y una Coca-Cola en otra. Como si su pelo largo no solo fuera un truco para despistar. Me pongo lentes de sol absurdos y sigo el camino hacia la casa. En la casa solo me espera el mal olor de su última diarrea y el vómito de sangre. Lo abrazo y le digo que ya volví y que ya se le va a bajar la fiebre. Pienso en la película y en la almohada blanca y me dan ganas de sumergirle la cara en ella. O sumergirle mis manos en ella. Y de actualizar mi estado a "soltero". Te has tardado un montón en llegar al silencio y seguís hablando, incoherente. Dejá de hablar y dejá de decir tantas tonterías.

Vos nunca conociste ni vas a conocer la nieve.

martes, 4 de junio de 2013

Hablemos de estar solos, vos, confesémonos que así queremos estar.
Vos te tirás un pedo y yo me pongo a llorar.
Hablemos también de las cartas, del pecado; del pecado capital y del capital que nos queda para invertir en el negocito que montamos juntos. Viene la señora, nos pide fiados, nosotros, como buenas personas de Szechuan, se lo damos y Bertolt (tan guapísimo él, verdad, en la portada y en la contraportada) nos escribe un buen voice over que nos describa lindos, guapos sin pensar, con abracadabra como vocabulario y vocalización de vaca lechera, y mú y muá, dame un beso cariño ya es tarde: y en el aceite las pupusas saltan con el queso que se les sale y el frijol en tu diente y me da risa y quiero llorar.
Profeso mi elección a viva voz y le digo al de la urna: sí, voté por él. Nos vamos a la playa de pic-nic con chorizo y galleta Diana y nos abrazamos entre las piedras y yo te digo:

-Todo esto me suena a Desde aquí a la Eternidad, pero con tinte izquierdoso

Y entonces nos anuncian por la radio que se están contando los votos y vos sonreís con la placa dorada y yo te beso con olor a Pilsener y somos felices, electoralmente hablando.
Prefiero contarte con el silencio, verte al ojo derecho (el único que tenés bueno) y respirar fuerte con vos, cuando nos acostamos horizontales y vos peludo y con penura me ves, penumbra y pelo liso. Te abrazo porque solo me queda abrazarte y muerdo el lóbulo de tu oreja, constipada, taconuda, lo siento con mi pie y me rasco en él.

-Deberías de comprarte una crema para eso, un ungüento.

Y voy a la farmacia y le digo: deme una crema, un ungüento, para esas cosas que le agarran a uno por andar besando bocas extrañas, por andar pisando suelos con orín, por andar abrazando a la gente demasiado cerca, juntando los pies, bañándose en balnearios, calmando la sed con queso rayado, tratando de salvar la última noche de la semana con un condón retardante.
Me queda el sabor del café en la boca. Café y luego el beso. Se siente a discoteca o a barra de bar y me sirven otra cerveza. Se acumulan los sabores del día: los huevos, los plátanos, la barra de cereal, el plátano, los frijoles, el pan, el queso, la gente, el suelo. Beso el suelo, como el papa, el suelo de esta ciudad y el beso para dos. Sírvase emocionarse por el desarrollo de estos días, por la eventualidad en la que se encuentra, por el encuentro de los cuerpos. Sírvase usted sentirse sonriente y arrepentirse de pecados, porque cuando usted se alegra se acerca el fin, así lo predijeron, así lo escribieron en Hechos los apóstoles, cuando anduvieron por el mundo evangelizando y tomando vino, el cuerpo de dios, abriendo piernas de muchachas y muchachos jóvenes y así, cristianizando, creando la vida, la palabra, la canción de Rostam, el período de mi perra.
Me humecto la cara, me pongo bonito, lo más bonito que es posible para alguien con mi cara. Me recuesto en la cama, reviso los mensajes, ya está cerca, dice, luego me río con ella, con él, con la cara que me imagino en la cama. Reviso las bolsas y llevo el dinero, el teléfono y el audífono y me pongo a oír la canción y grito la letra, como la gritaba en la discoteca y alegre, tan alegre que te pone la cerveza y luego: la sed. Y luego: la lluvia cayendo en la piel y la maleta en el carro y la gente que te ve, ellos saben a lo que viniste.

Tomás el último tren y ves los viejos en la estación y luego los trenes viejos y los rieles se van haciendo borrosos hasta que te acercás a la casa y el tren para directo a su puerta y te recibe con un ramo de petunias y vos le decís, qué petunio sos y se ríen y besan las barbas y se sientan en las gradas a hartarse de flores con queso crema mientras el tren se va, y desaparece, distanciado, él solo y sobrio.

lunes, 3 de junio de 2013

Me descargo

Me descargo, caigo, como Alvarado o como Señora Nena, como Mamá de esquina que prepara pasteles en aceite Bonella. Me descargo, como, me trago el café a carcajadas y el de la esquina me cuenta que su nieto baila con un abanico, y que toma agua, y que come del plato del perro. Yo me agacho, hago como que orino para que la perrita vea que está bien, que así es como se caga, que así es como se mea. Aquí apesta ya a viejo, a señor de taxi, a añejo rico y tico. Me sonrojo, me pongo a escribir: se acerca el niño con el abanico y me baila enfrente. Yo le grito: ¡vade retro niño maricón! Aquí no hay espacio para tus movimientos con gracia y para tu olor a plátano frito, hervido, al último viejo que te tocó.

Me descargo, caigo, como con vodka adentro, y me pregunto: será hora de empezar a tomar güisqui: para escribir diferente, para no dormir tanto, para no estornudar sangre, para despertar con vos.

domingo, 2 de junio de 2013

Paremos el carro a la par del bicentenario, me voy a recostar en tus piernas y vos hablá por teléfono. Vamos a oír que pasan los que corren pero no les vamos a hacer caso. Las flores están en el suelo. Los del CAM pasan a la par y tocan la ventana. No pasa nada, señor agente, ella está hablando por teléfono y yo estoy acostado en sus piernas. Ya es muy tarde para erecciones y no hay lugar adonde resolverlas, así que solo oímos música y nos quedamos aquí unos cuarenta y cinco minutos. Casi va a ser hora de irte a dejar pero prefiero estar aquí, en las piernas, con la radio encendida, tu conversación con tu amiga: sí, es guapo, sí, me gusta, sí, tiene 22 años y ya maneja, tiene pick-up, tiene brazos grandes y tostados por el sol, sí, es moreno como yo y sí, ya estuvimos juntos, me llevó a un hotel bien chivo, con hache y no con eme y después nos fuimos a comer unos tacos y se sonrío cuando le dije que todavía me temblaban las piernas y que todavía sentía que estaba acostada y lo que escuchaba era el sonido de la otra habitación y que la próxima vez solo dejemos el carro parqueado a la par del bicentenario y yo voy a contarle esto a una amiga y vos vas a cantar una canción de la radio y vamos a escuchar a los corredores y los del CAM van a pasar y no pasa nada, señor agente, solo estamos hablando por teléfono él solo está en mis piernas y cuarenta y cinco minutos y casi es hora de irme y prefiero estar aquí hablando y a la par del parque con la gente, con los carros, con callados.

sábado, 1 de junio de 2013

dormía tan profundo que no sintió el temblor y no sintió cuando se levantó al baño. No sintió el olor de la cerveza ni la noche. Soñó de sus sobrinos, de la grama y el vómito. Soñó de un movimiento pero no de la tierra: sino el de las letras en la pantalla.
Cuando despertó ya no estaba, pero había dejado unos centavos en el suelo.
Los recogió y se los metió a la bolsa, pero luego pensó: propina para la señora de la limpieza.
La puerta de la habitación se abrió y entró ella, pastosa, añeja, olor a jabón.

-Señor, si quiere vuelvo más tarde.

Le dijo que no, que entrara; que a él le gustaba ver mientras limpiaban.
Ella se inclinó, mostró el calzón, él encendió la tele para ver las noticias.
Vos, en el gimnasio, con la proteína y levantando, entrenando, guapo y con lentes, tu celular, Instagram.
Ellos, en la calle, tirando piedras, haciendo fuego, botando agua, musculares.
Vos, delgado.
Ellos: grandes.
Los prefiero a ellos, pero prefiero tu ciudad.