sábado, 25 de junio de 2011

Complejo Industrial de Vallecas

Recuerdo ir oyendo esta canción en el bus de la estación de Metro de Sierra de Guadalupe al Complejo Industrial de Vallecas. Un montón de inmigrantes y pocos españoles. No se por qué a una agencia de publicidad (si se le podía llamar así) se le ocurre poner sus oficinas en un Complejo Industrial, pero allá iba yo. Íbamos los peruanos, los bolivianos y salvadoreños, los mexicanos y el conductor, mal humorado con olor a café y bollería en el aliento. Pero yo, metido en otro mundo, en el de esta canción. Tan bonita. Me agarraba de uno de los tubos del autobus y veía las partes feas de la ciudad pasar frente a mí: los locutorios y las tiendas de chinos, los edificios todos iguales y sin gusto, los redondeles con monumentos feos creados por artistas modernos apadrinados por los ayuntamientos. El extrarradio de Madrid, tan lejos de los Palacios y las Grandes Vías, lo peorcito de España, el lugar en el que todas las mañanas se levantan fachas y sin papeles a recorrer las calles y eructar la cerveza de anoche. Pero yo no les hago caso. Yo voy oyendo música. El autobus se comienza a vaciar y la gente se baja hacia sus trabajos. Mi parada es una de las últimas, lejos, lejísimos, y ya viajé media hora en metro y otros veinte minutos en este bus para llegar. ¿Qué estoy haciendo aquí? En la música me transporto a mi cama y me envuelvo en mis almohadas. Esto no es un sueño español. Esta es la pesadilla del trabajador que se tiene que meter a los confines más oscuros y apestosos del primer mundo para ganar algo de dinero. Me bajo y hace frío. Siempre hace frío en los suburbios. Subo el ascensor de la oficina y sonrío a los empleados, le hago mala cara al jefe. Me siento frente a la computadora y comienzo a diseñar un anuncio horrible para una ferretería. Pongo a repetir la canción. No estoy haciendo esto. No estoy haciendo esto. Estoy en otra parte y estoy durmiendo. Sí. Estoy en mi cama y abrazando mi almohada. No en esta oficina. No me acabo de bajar de este autobus, no estoy aguantando las discusiones del jefe con el ejecutivo de cuentas. Más volumen. Esta canción me encanta. Sí, me encanta. La-lalalala-lala-la.

No quiero volverme a subir a ese bus jamás.

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