lunes, 24 de abril de 2017

Praga me saca la lengua

Tuve este sueño en el que bajábamos a la playa escuchando “Alaska” de Maggie Rogers. El paisaje me es familiar porque lo he viajado decenas de veces: los cables colgando de los postes, los árboles como sabanas y los autobuses llenos de gente sin hambre pero con dolor en el estómago. Me da miedo pero me relaja ir sin manejar: mi hermana al volante, mi mamá en el asiento del copiloto. La ventana está limpia y puedo ver todo claramente. Sigo el ritmo de la canción, electrónico y natural, murmuro las letras, bajo la ventana y el aire caliente, el eructo con cerveza, el señor con el caballo y el supermercado grande, con McDonald’s, Pollo Campero, una cervecería nueva, el sabor de los sorbetes, el camino hacia los colegios de los niños católicos. Las montañas se abren y de repente la veo: el agua, azul y pegada al cielo. La canción termina, el tráfico se detiene, despierto y tengo la canción atrapada en la lengua.


Afuera llueve y Praga me saca la lengua, burlona.

martes, 21 de marzo de 2017

La Mancha

Vi los molinos con vos, me abrazaste con el viento levantando nuestras camisas, transparentes, de mujer. Somos hombres: con el dulce en la boca, el lápiz prendiendo de las manos y escribiendo juntos en la libreta, anotando de estos días en La Mancha: ridículos, avinados, con huevo y tortilla, con dolor en la garganta.

Me enfermé por esos días como no me había enfermado en años. Te dije: no me he enfermado así en años. Tu madre me puso un trapo caliente en la cabeza como lo hacía mi mamá y sus manos me recordaban a las tuyas. Tenés manos de mujer, te dije, manos de madre, cuando me tocan los pezones siento que tus uñas son uñas femeninas y te las quiero pintar, comer, masticar, tragar, triturar.

Me gusta cuando te quedás callado frente a los monumentos y me contás cosas de ellos, yo estornudando, vos con fiebre.

Nos cuidamos juntos las flemas y nos tragamos las palabras innecesarias de reclamos. Vos me la pasaste, yo te la pasé. Nos vamos al mercado en sillas de rueda y nos compramos flores sin decirnos nada mientras nos empujan la Lola y la Mercedes y cuando llegamos a la casa nos quedamos dormidos viendo el noticiero y en la mesa dos magdalenas sin comer, el café helándose, las servilletas arrugadas.

domingo, 16 de octubre de 2016

Callate, hija


Callate hija que me dijeron que debemos el dinero para mañana y tu papá anda en zumba, agarrándose de las paredes y rebotando en el suelo. Allá en la tienda lo vieron y le apestaba la boca a azafrán y a pollo frito. Se sienta en las bancas y cuenta la historia de cuando conoció a Milena Mayorga, cuando le dio un abrazo y le dijo que era bien bonita. Otra vez se encontró a Mauricio Funes en el súper y se sintió feliz de haberle dicho cosas inteligentes y de haber discutido la realidad del país con él en el pasillo de las cervezas. Me cuentan que todos los días se compra una hojuela aunque no sea día de muerto, en la panadería esa que abrieron a la par de la alcaldía. Aquí hay comida para todos, hija, pero para pagar esos recibos no nos alcanzan, callate. A tu papá le voy a dar en la cara cuando venga y le voy a revisar las bolsas de todas maneras ni cuenta se va a dar. Pero me da miedo que se quede dormido en la banca y le busquen las bolsas antes y cuando venga aquí ya no tenga nada, solo el polvo y el olor a anís. El Venado Blanco está más caro y ya lo veo rogándole a la bicha que se lo de más barato pero yo la visité un día y le dije: si viene el viejo no le des nada no le vendás nada pero callate hija, a mí no me hacen caso cuando les digo. Bonito era el viejo cuando era joven y no tenía arrugas ni canas y yo lo besaba en el atrio de la iglesia y a veces nos íbamos a la de El Calvario a ver los niños jugar basquetbol y cuando el maicillo se secaba al sol yo  estornudaba y el me pasaba un pañuelo y yo le decía gracias mi amor qué amable y el se reía y se empinaba la botella y callate hija yo nunca me imaginé que eso fuera malo hija para mí eso era normal y ahora mirá, callate hija, a ver cuándo aparece.

Parte II

A los días me contestó las llamadas y en su voz noté una tos que le venía y le iba, con la flema que escupía. Me estoy muriendo me dijo, me estoy muriendo. Las palabras se rebotaron ping pong en mi cabeza y después de eso oí todo blanco y se me apagó el tímpano. Colgué y caminé a la cocina y agarré una bolsa de fideos y los mastiqué crudos hasta que los rellenos se me cayeron todos y terminé con agujeros en los dientes, en la lengua puntos de sangre.

Busqué las fotos de la última vez que la vi y deslicé los dedos rápido, fuerte, casi presionando la pantalla mientras mi mano se sacudía y cuando cayeron las gotas al suelo las vi y parecía lluvia o nieve o el olor del barranco.

Me siguió llamando por días pero yo ya no podía oír la tos. Borré las fotos, apagué el teléfono. Las gotas se secaron y en su lugar quedó una costra como de herida, como de cáncer.

Cómic

que no te digan en minúscula cosas que deberían tener letras grandes, dibujadas. que no te dibujen en lápiz cosas que deberían estar en tinta. que no te digan cosas en voz baja que deberían ser altavoces, parlantes volumen alto. que no te permitan usar vestidos viejos cuando tengás que desfilar en pasarelas, regia, bonita, pasmada. que no te den zapatos planos cuando tenés que usar trancas y ser la más alta y pegarle a todas la bichas en la boca y dejarlas moradas con la cara sangrada y que no te digan que no podés reírte cuando deberías estar tirándote carcajadas, ahogada de la risa.

que no te escriban líneas cuando deberían escribirte párrafos.

Primerizo


No me digás que no querés porque las manos las tenés húmedas de los nervios y veo lo emocionada que estás cuando me contás de tus notas, de tu nuevo teléfono, del chucho del vecino. Que te saluda cada vez que te ve y que estás aprendiendo guitarra. Yo veo como las manos te suben de la cintura a la mejilla y veo que la quijada se te pronuncia extraña, que tus labios son pequeñitos y delgados y que el bigote se te cae igual que el pelo. Veo los ojos pronunciados y las orejas con pelos y el pelo largo y la panza que te salta del jeans. Me decís que tenés calor y que los pies te huelen mal y que te da pena quitarte los zapatos. Te los quito y te apestan.

Nos recostamos y las sábanas que mi mamá lavó ayer son de flores. 

No pongás música, me decís, te quiero oír roncar. Pero vos te dormís primero y me toca a mí otra vez estar en YouTube todo el rato y pongo suaves los audífonos y me río suavecito y te oigo respirar fuerte como teniendo pesadillas y vuelvo a verte y los pies se te mueven como que vas caminando, escapando de algo y me da miedo despertarte porque es mala suerte y me doy la vuelta y oigo el pujido y escupo saliva gruesa y se me acaba la carga del teléfono y vos seguís dormida, como perdiendo el color, como con falta de aire y yo no puedo voltearme veo la manija de la puerta, la ropa en el suelo y de repente te quedás callada, como muerta. 

Whatsapp, Regia, Nescafé

No hay que creer las historias que le cuenta a uno todo el mundo. Comenzó cuando me contó que habían secuestrado a su papá y le habían masticado los huevos enteros, se los habían freído en una cocina de gas y se los habían dado de comer mezclados con jamón, aceite de girasol y pan de ayer. Me lo dijo llorando, borracha y la abracé a la par de la tienda. Nos dijeron que no habían más cervezas pero yo vi la caja atrás, en la bodega y le dije mire allá veo que dice Regia y me dijo no mire esa es Maseca que hemos metido ahí para que no se arruine. Nos fuimos a la casa entonces, yo con vómito en la garganta y ella con el llanto de rana y el ladrido de un chucho en el estómago.

Cuando amaneció yo me fijé que se había levantado y oí cuando orinaba en el baño. Oí que cerró la puerta y se fue y me levanté por la ventana y la vi caminando por el pasaje y vi que saludaba al vigilante que se tomaba un Nescafé. Le dijo adiós, ay lo veo más tarde así que me dormí tranquilo porque ella le había prometido y eso significaba que la iba a volver a ver.

Revisé el Whatsapp todo el día y nunca apareció En Línea.