domingo, 5 de junio de 2011

La Habana en invierno

Perforo las orejas de una bebé y llora gritando, como lloran las bebés, amarrada a la silla y comiendo Cheerios con la mano y llenándose la boca de leche con yogurt. Privilegio el tuyo, bebé, de estar comiendo y que tu estómago mastique, que tus dientes digieran. Privilegio tuyo este momento en el que te toman fotografías y sos la nueva, la nueva buena, como rezague bíblico o párrafo incompleto

Pero ya, así, los dos juntos, me contás de tu infancia y caminamos por el malecón de La Habana y hace sol y me decís: "No me imagino este lugar con frío". Yo te digo que yo tampoco, que este lugar está hecho para el sol y el brillo del agua, para quitarse la camisa y tirarse a lo azul, para las fotografías del atardecer y el abrazo desnudo, para contar alguna historia sobre caminar con él, con sus edificios gastados (ropa vieja, cerveza bebida) o con sus piedras gigantes, inamovibles (historias, cargas, revoluciones) y la guitarra que suena, a su debido momento, con una gota de sudor en el dedo pequeño y el cantante cantando

no me imagino
La Habana en invierno
no me imagino
ni con abrigo ni cierzo
incierto temblor,
el de la mano que mueve
la cuerda tensa
y suena un ritmo
y la mujer que camina
con su profesión en las caderas

no me imagino
La Habana en invierno
y sudo sus veranos
con el calor del huracán
con la bella piedra que tropieza
y el agua del puerto o al cañón
y la mujer que camina
con su profesión en las caderas

No me imagino
La Habana en invierno

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