Pero ya, así, los dos juntos, me contás de tu infancia y caminamos por el malecón de La Habana y hace sol y me decís: "No me imagino este lugar con frío". Yo te digo que yo tampoco, que este lugar está hecho para el sol y el brillo del agua, para quitarse la camisa y tirarse a lo azul, para las fotografías del atardecer y el abrazo desnudo, para contar alguna historia sobre caminar con él, con sus edificios gastados (ropa vieja, cerveza bebida) o con sus piedras gigantes, inamovibles (historias, cargas, revoluciones) y la guitarra que suena, a su debido momento, con una gota de sudor en el dedo pequeño y el cantante cantando
no me imagino
La Habana en invierno
no me imagino
ni con abrigo ni cierzo
incierto temblor,
el de la mano que mueve
la cuerda tensa
y suena un ritmo
y la mujer que camina
con su profesión en las caderas
no me imagino
La Habana en invierno
y sudo sus veranos
con el calor del huracán
con la bella piedra que tropieza
y el agua del puerto o al cañón
y la mujer que camina
con su profesión en las caderas
No me imagino
La Habana en invierno
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