-Gracias, oye.
¿Lo oíste? Su voz es insignificante, como de ratón. Todos los escritores tienen voces de ratón. ¿Sabés por qué es? Porque ellos hablan con letras, ves, ellos no son como nosotros. Al menos eso les gusta creer. Por eso es que las voces se les van acabando, marchitando, pudriendo. Se acostumbraron tanto a escribir que se les olvida hablar. Mirá, va caminando para la calle. Seguramente va pensando alguna gran idea, él, algún capítulo genial. Te aseguro que de aquí a un par de horas no va a decir palabra. No le gusta hablar. "Gracias, oye" va a ser lo último que diga, hasta que vuelva a entrar a una tienda o tenga que pedirle a su mamá que le lave las camisetas. Todo lo demás lo va a decir escribiendo, él, porque es escritor. Mañana espero que esté de nuevo sentado ahí en la mesa, con la cara llena de pelo y los ojos llenos de lentes. Me gusta verlo escribir, aunque no sepa lo que está escribiendo. Y no quiero saber: a mí me parece que los escritores son escritores porque escriben, no porque alguien los lea.
¿No creés, vos?
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