lunes, 20 de junio de 2011

Tiergarten

Caminemos en el Tiergarten: me agarrás de la mano, pisamos la nieve y quedan nuestras marcas, del tamaño de nuestros zapatos, también por qué no, con las manos. Vos te quedás lejos, te perdés entre los árboles y yo te busco con mi cámara. Vos corrés a ver la foto, vos tomás la cámara, yo me voy hacia el monumento y vos tomás otra foto. Nos besamos, de repente, enfrente de los turistas: aquí a nadie le importa. Una señora pasa con un abrigo rojo, grande, con el pelo rojo, grande, gigante. Vos te reís y yo también. Le tomamos una foto. Como para película de Almodóvar, me decís. Y yo, viéndote: alemán, rubio, gigante, adorable, con pantalón rojo y camisa blanca, como si fueras de otra tierra, hecho de otro material: roca, aluminio o metal. Yo, de adobe, yuca o plátano.

Caminemos en el Tiergarten, trópico y boreal, como si fuera nuestra rutina hacerlo. Como si este parque estuviera cerca de nuestra casa y juntos, juntos vivimos por aquí. Nos encontramos cerca de la estación del metro después del trabajo y compramos un sorbete, o vos una salchicha, y me encanta verte engordar. Te abrazo y me abrazás, juntos, la gente, la nieve, el ángel, la puerta allá a la distancia. Dentro de muy poco, ya estamos en el parque. Lo caminamos entero, lo cruzamos entero: llegamos a nuestro barrio, al de nuestros bares y cervezas. Por ratos yo me adelanto, por ratos vos te adelantás. Pero siempre nos alcanzamos, siempre nos agarramos la mano y somos cursilería andando. Estamos tan sonrientes y tontos y todo se lo debemos a este parque, a este parque helado y feliz. Berlín, mi amor.

¿Me acompañarías a caminar por el Tiergarten?
no importa si está lloviendo,
vamos a llegar al otro lado de la ciudad.

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Escuche: Tiergarten-Rufus Wainwright

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