En la cocina tengo un refrigerador y en el refrigerador que tengo en la cocina un montón de postales que me mandó él. Desde Antigua Guatemala. Ahí veo El Arco y la esquina del parque. Ahí nos conocimos cerca de la fuente y lejos de mi cocina.
No las leo. Hace tiempo no leo las postales que me mandaba. Me gusta dormir en mi cocina. En mi cocina tengo todo lo que se come. Quiero ser comestible o potable. Quiero que me empaquen en caja o en bolsita transparente de basura con cinta para cerrar.
Quiero despertar en un vertedero y oler a su boca. Su boca siempre olía a basura. Lo extraño tanto. Extraño tanto su boca y su Guatemala. Las nacionalidades son tan confusas. Confusas como pensar en lo que hacen unas pasas en el suelo de mi cocina. O en mi cocina, los platos sucios. Busco plato negro para que mis hormigas coman pan. Yo quiero a mis hormigas. Las he bautizado con miles de nombres. He echado un montón de agua a su nido y he repetido cientos de nombres, miles de nombres
Adán
Alicia
Marta
Miranda
Milagros
Mario
Fátima
Gloria
Sonia
Guadalupe
Verónica
Elena
Julia
He dicho todos los nombres con solemnidad sacerdotal. He creado bautizos con mi voz y mi saliva y en mi cocina. En mi cocina busco plato negro para que mis hormigas coman. Sirvo el pan y ellas llegan. Son tan lindas. Tienen tantos nombres, nombres míos.
En mi cocina duermo y sueño con el convento de las Capuchinas. Ahí entre las columnas lo vi caminar y esconderse en los claustros, esperándome.
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