lunes, 27 de junio de 2011

Diálogos Gay (i)

-¿Bueno y vos por qué vas en la noche al gym?
-Porque me gusta ver a los hombres que van a esa hora
-Ah ok, muy buena tu razón

domingo, 26 de junio de 2011

La Importancia de la Letra Eñe


Gracias, destino, por llevarme a este tesoro.

Tengo los riñones con forma de frijol

Por horas hirviendo en el jardín de la casa de mi mamá, mis riñones. Hundidos en agua y ella meneándolos con la cucharona de madera y su mano poderosa. La mano de mi mamá es como la del Rey Midas, pero todo lo vuelve frijol. Las piezas del Pollo Campero y el pelo liso de los cuches. Los naranjos del injerto y la cola de ardilla que cuelga de las macetas en la terraza del sol. Tengo sillones con forma de frijol, sillas para comer o sentarse y un televisor con curvas irregulares. Duermo en una cama que tuvimos que hervir para hacerla suave y en el baño los jabones, los cepillos de diente (dientes), las fotos en las que sonreímos familias enteras. En el suelo caminamos sobre piedras-frijoles y en los dientes tengo un montón de minúsculas legumbres. Soy fabada, frijolada y feijoada. Me consumo feliz, sonriente, me como entre dos tortillas y mezclado con crema agria y queso fresco. Como en las mañanas en la finca, antes de comenzar la tareya, antes de arrancar las naranjas picadas y comerme las hojas de jocote. Mi mamá, meneando el agua, me menea entero, con olor a pata de cerdo y a posta de vaca.

Tengo los riñones con forma de frijol porque una vez cuando pequeño mi mamá me tocó la espalda.

Odio esta temporada. Pero en fin, odio todas las temporadas.

O, "a vos nada te gusta".

sábado, 25 de junio de 2011

Pequeñito de lejos

Te ves tan pequeñito de lejos. Tan chiquitín. No me dieron los brazos para estirarme y tocarte el pelo o tocarte los cachetes. No me dio mi dedo índice para señalarte tu panza y hacerte cosquillas después. No me viste. Solo yo te vi. Como si te estuviera espiando, o buscando un telescopio desde un edificio alto, y vos abajo, tan lejos, tan pequeñito. No creo que recordés mi nombre. No lo recordás. Tu cabeza y tu cerebro son muy pequeñitos todavía para acordarse. ¿Lo podrías decir? ¿Lo podrías pronunciar para mí? Vos no tenés idea de por qué no podemos vernos y yo no te lo puedo explicar. ¿Alguien te lo va a explicar?

Me da miedo que solo así te voy a poder ver. Por casualidad, porque de repente apareciste y vos ni cuenta. Me da miedo que a veces te voy a confundir con otro, o que nos crucemos y vos no me reconozcás. Me da miedo verte así, tan pequeñito y desde tan lejos, desde donde no te puedo decir que te quiero y me da tanta lástima, que a veces me acuerdo de vos y sonrío. Jugá, seguí jugando. Crecé, seguí creciendo.

Aunque te hagás grande yo te voy a seguir viendo de lejos, pequeñito, como si nunca me hubieras conocido.

¡Mi vida es una maravilla!

¡Mi vida es una maravilla! Me la paso de un bar a la playa y de la playa al bar, me voy al hotel y me tomo unos mojitos o unos daiquirí y luego regreso en la noche a comer sushi o vietnamita y me voy, y abrazo a mi novio y luego a tomar cervezas importadas en una mesa con bonito mantel. ¡Mi vida es tan maravillosa! Me la paso de relax los fines de semana o en un pueblo del interior o en la playa o en un estero y ¡qué hermosa, qué hermosa vista tengo desde aquí, qué vida más hermosa la que estoy viviendo, gracias Dios por protegerme y por darme todo lo que me das, no importa que a veces haya problemas, yo se que vos proveerás!

¡Mi vida es una maravilla, graciosa, nada de ambivalencias ni preocupaciones, yo voy y me subo a mi carro y siempre enciende, yo voy a mi casa y siempre hay luz, siempre hay agua, qué bonito, es lo último de lo que me preocupo, pero ¡Uff! Ahora me toca ir al gimnasio pero después de un día largo del trabajo qué mejor que eso. ¡Uff! ¡Ya terminé! ¡Qué dieta más maravillosa me ha dejado mi nutricionista! ¡Qué vida más maravillosa!

Me la paso invitando a amigos a comer y a disfrutar de mis creaciones y diseñando el interior de mi apartamento y subiendo fotos para que todo el mundo las vea y ellos y ellas también vean lo maravillosa que es mi vida.

¡Uff! Ahorita voy a actualizar mi estado de Facebook, qué hermosos camarones los que me estoy comiendo, qué relax, qué vida, qué maravilla, ¡ya se! Le voy a poner "Me Gusta" a mi estado porque sí, me gusta, me encanta, me fascina, me obsesiona, me ataranta, ¡Me maravilla mi vida maravillosa!

Y para descansar de las letras, un video.


Se podría escribir un montón (un montón) sobre esta canción, pero por ahora no puedo (no puedo). Pero pronto algo va a salir. Por ahora, la escucho (la escucho).

Complejo Industrial de Vallecas

Recuerdo ir oyendo esta canción en el bus de la estación de Metro de Sierra de Guadalupe al Complejo Industrial de Vallecas. Un montón de inmigrantes y pocos españoles. No se por qué a una agencia de publicidad (si se le podía llamar así) se le ocurre poner sus oficinas en un Complejo Industrial, pero allá iba yo. Íbamos los peruanos, los bolivianos y salvadoreños, los mexicanos y el conductor, mal humorado con olor a café y bollería en el aliento. Pero yo, metido en otro mundo, en el de esta canción. Tan bonita. Me agarraba de uno de los tubos del autobus y veía las partes feas de la ciudad pasar frente a mí: los locutorios y las tiendas de chinos, los edificios todos iguales y sin gusto, los redondeles con monumentos feos creados por artistas modernos apadrinados por los ayuntamientos. El extrarradio de Madrid, tan lejos de los Palacios y las Grandes Vías, lo peorcito de España, el lugar en el que todas las mañanas se levantan fachas y sin papeles a recorrer las calles y eructar la cerveza de anoche. Pero yo no les hago caso. Yo voy oyendo música. El autobus se comienza a vaciar y la gente se baja hacia sus trabajos. Mi parada es una de las últimas, lejos, lejísimos, y ya viajé media hora en metro y otros veinte minutos en este bus para llegar. ¿Qué estoy haciendo aquí? En la música me transporto a mi cama y me envuelvo en mis almohadas. Esto no es un sueño español. Esta es la pesadilla del trabajador que se tiene que meter a los confines más oscuros y apestosos del primer mundo para ganar algo de dinero. Me bajo y hace frío. Siempre hace frío en los suburbios. Subo el ascensor de la oficina y sonrío a los empleados, le hago mala cara al jefe. Me siento frente a la computadora y comienzo a diseñar un anuncio horrible para una ferretería. Pongo a repetir la canción. No estoy haciendo esto. No estoy haciendo esto. Estoy en otra parte y estoy durmiendo. Sí. Estoy en mi cama y abrazando mi almohada. No en esta oficina. No me acabo de bajar de este autobus, no estoy aguantando las discusiones del jefe con el ejecutivo de cuentas. Más volumen. Esta canción me encanta. Sí, me encanta. La-lalalala-lala-la.

No quiero volverme a subir a ese bus jamás.

Hay tanto que escribir, escritor...

El escritor vino a disculparse después de la clase y me dio un abrazo. Me pidió el lapicero con el que me había golpeado.
-Perdón, oíste.
Le dije que estaba perdonado y le di otro abrazo. Recibió el lapicero con una sonrisa y me informó que era el único que tenía. Yo lo vi con ternura y lo tomé de la mano.
-Me alegra que otra vez tengás lapicero. Porque hay tanto que escribir, escritor...

Se fue, sonriente, hacia la salida de la Universidad. Sus pasos dejaban letras escritas en el suelo.

Se está secando la ropa

Mi mamá le tocó el hombro a su hermana y le dijo: se está secando la ropa. Yo las veía desde la grama y juntas parecían una novela en vida, las dos con el montón de historias metidas en la cabeza y el pecho y las sábanas y los calzones colgando de los lazos de color azul, naranja, verde o amarillo. En el jardín había un palo de aguacates que no daba aguacates nunca y un palo de mangos que daba demasiados. Mi mamá se agachaba como podía a recogerlos y yo tomaba notas de todo, de todas sus palabras, movimientos, de la forma en que los labios apuntaban hacia algún lado cuando necesitaba la ayuda de su hermana. Hijas de la misma mujer pero de diferente hombre, se sostenían del suelo como testimonio de las infidelidades pequeñas, con sonrisa, de los pueblos en los que las mujeres solo recibían el esperma y luego soltaban al hombre para que se fueran, libres, a depositarlo en algún otro lugar. Ellas, mamás también, hacía ratos que habían soltado a los suyos: nosotros, sus hijos, éramos los únicos hombres en la casa. Yo, el más pequeño, me dedicaba a apuntar todo, a deletrear las palabras en un montón de libretas amarillas. Les pedía que me contaran historias. Les sacaba medias verdades y mentiras completas sobre cuando eran niñas, sobre cuando el aguacate daba, cuando el mango no. Las dos se aburrían y buscaban algo que hacer: barrer los pisos, reorganizar y desempolvar las jugueteras, hablar por teléfono para confirmar los novenarios o las posadas. Yo me quedaba viendo la ropa, secándose, goteando las gotas de agua y el sol que las ponía tostadas, como para hacer del trabajo de doblarlas aún más difícil. La hermana de mi mamá pasó frente a mí y me tocó el pelo con la mano derecha. Este niño, tanto que escribe en esas sus libretas, a saber qué tonteras, le dijo a mi mamá. Las dos se fueron hacia adentro y me dejaron escribiendo. La ropa se estaba secando.

El Orgullo no está aquí

No se qué es: no se si el clima, o soy yo, o es el lugar. Pero hoy no estoy sintiendo el Orgullo. Los dos años que pasaron he ido a marchar, con la bandera arriba y con camisetas alusivas al evento (¡qué cliché! ¡qué horror! ¡qué atraso!). Pero este año no lo estoy sintiendo. Todavía puedo ir: es mediodía y la marcha comienza en un par de horas. Pero no hay nada que me esté motivando. No veo el cambio de actitud hacia esta marcha que quiero ver en las personas que me rodean (siempre lo mismo: vas a ir con las vestidas, vas a salir en las noticias, para qué te vas a ir a dar color) y me estoy sintiendo soldado de una guerra tonta, que no se puede ganar ni en el corto, ni en el mediano, ni en el largo plazo. Ni siquiera los triunfos en otros países (legalización del matrimonio en Nueva York, primer desfile sin ataques físicos en Zagreb, Croacia) me están haciendo arrancarme de la silla e irme al Paseo General Escalón a caminar bajo estas nubes ridículas. ¡Qué feo! ¡Qué estereotipo! La loca desmotivada, enojada con el mundo. Pero no, no estoy enojado; simplemente este año no lo siento. Probablemente a los organizadores les convenga cambiar la fecha del Orgullo en San Salvador, para que coincida con un mejor clima (porque el sol siempre nos pone de buen humor: ¡qué horror!), así como hacen en Brasil o en Australia. Pero no, sigue siendo bajo este clima miserable de junio. Y eso, combinado con mi arranque de desinterés, me hacen quedarme en mi casita. Desde aquí veo el Paseo, pero seguramente no voy a lograr ver el desfile. Siempre ha sido así: invisible, solo presente para los que se pararon y aguantaron la lluvia hacia la Catedral. Pero este año no lo voy a ver. No voy a estar ahí. Este año el Orgullo no está aquí.

jueves, 23 de junio de 2011

Traducción

En el Google Chrome hay una cosita pequeñita (un botón) que traduce las páginas si uno quiere. Me dio risa porque por accidente le di "traducir" al blog cuando lo revisaba, y el resultado fue una serie de entradas bastante ilógicas. Una de las que me pareció más chistosa fue una que escribí hoy, sobre "El Escritor". La mayoría tiene poco sentido, pero me sorprende lo mucho que se entiende. La línea final, sin embargo, me encanta con su gramática extraña y sonido vagamente poético.

The writer sat by chance in front of me in math class.
The professor was speaking and the soft footsteps of the writer does not bother one bit.
The writer was known for his steps cotton candy.
I touched his shoulder to say hello but the writer did not turn his head.
The teacher was explaining something of the angles and the writer took a notebook. I was surprised by the writer in a class of numbers, because numbers are not letters.
-Hey, what waves.
He kept giving the shoulder with my index finger and the teacher kept talking and the writer was without looking.
I started to worry because it could be that this was not thinking and writer, his body hard and this was just my imagination.
-Hey, writer, look, what you've done.
I said in a whisper to the teacher we do not shut up. But the writer went back to me. The people around me because I did Sshhh wanted it to stop trying to make friends with the writer.
'Look, when we take a Pilsener, which this time were pending.
The writer stopped writing. I think he recognized my voice. He turned and looked me straight circles. I threw the pen with which he wrote to the face, hit me directly in the right eyelid, with a strong and sharp pain.

I say, seriously: there is nothing that hurts more than the stroke of the pen of a writer enraged.

Huir

Empaco una maleta pequeña y me voy para el aeropuerto. Agarro un taxi porque no puedo llevar mi carro. Me voy de aquí, en serio, me voy. Como la ranchera dice: "me voy para no volver". Y no me molesto en empacar demasiadas cosas, no: cuando te vas es para comenzar a recolectar cosas nuevas. Solo poca ropa, cosas de higiene y mi billetera y pasaporte. Llego al aeropuerto y compro el primer boleto disponible hacia cualquier parte. Lo compro y vuelo. Vuelo por algunas horas y llego. Ya en mi destino improvisado (inefectivo) consigo un lugar adonde quedarme. Me doy cuenta de que mi preparación ha sido poca pues dentro de poco se me va a acabar el dinero. Así que consigo un trabajo. Me lo dan rápidamente, me sorprende que no me pidan papeles. Comienzo a trabajar y consigo un apartamento bonito, lejos del trabajo pero con buen transporte. Voy haciendo una vida pacífica, tranquila, con mercados cerca y ropa de invierno abundante. Pocas veces hablo por teléfono a mi país porque cada vez que llamo han matado a alguien más. Así que me voy quedando sin gente con quién hablar. A todos los mataron por razones tontas, me informan. Finalmente, mi única fuente de información son los periódicos en internet y sí, los están matando a todos. Con pistolas, navajas. Me siento aliviado porque los únicos salvadoreños que estamos vivos somos los que huimos. Los asesinos, ven, se terminaron matando entre ellos. Me llaman de las noticias para entrevistarme. Resulta que están entrevistando a todos los salvadoreños que sobrevivieron. Es el primer caso de la auto-extinción de la población de un país. Deciden rentar el espacio que una vez ocupó el país para pruebas nucleares y destruyen todo lo que quedó. En el mapa, El Salvador pierde su nombre, y recibe la genérica pero apropiada descripción de Territorio No Identificado con Ninguna Nación. Alrededor nadie se quiere hacer cargo de tal terreno. Es como si fuera un cementerio indio embrujado. De vez en cuando a los salvadoreños nos da por sobrevolar nuestro país en vuelos especiales que han creado agencias turísticas para aquellos que queremos ver lo que fue El Salvador desde una distancia segura.

Fuera de las balas y las muertes, nos dice una bella azafata mientras nos sirve nuestros bocadillos calientes. Veo a través de la ventana y logro identificar el volcán, el lago de Ilopango, alguna que otra montaña seca. Huir, pienso, huir. Qué verbo más bello.

El profesor está hablando

El escritor se sentó por pura casualidad enfrente de mí en la clase de Matemáticas.
El profesor estaba hablando y los pasos suaves del escritor no lo molestaron ni un poquito.
El escritor era conocido por sus pasos de algodón de azúcar.
Yo le toqué el hombro para decirle hola pero el escritor no volvió la cabeza.
El profesor seguía explicando alguna cosa de los ángulos y el escritor sacó una libreta. Me sorprendió ver al escritor en una clase de números, porque los números no son letras.
-Hey, qué ondas.
Seguía dándole al hombro con mi dedo índice y el profesor seguía hablando y el escritor seguía sin volver la cara.
Yo me comencé a preocupar porque podía ser que todo esto no estaba pensando y el escritor, su cuerpo duro y presente, era solo imaginación mía.
-Hey, escritor, mirá, qué te has hecho.
Lo dije en murmullo para que el profesor no nos callara. Pero el escritor seguía dándome la espalda. Las personas a mi alrededor hicieron sshhh porque ya querían que dejara de intentar hacerme amigo del escritor.
-Mirá, cuándo vamos a tomar unas Pilsener, que aquella vez quedamos pendientes.
El escritor dejó de escribir. Creo que reconoció mi voz. Se volvió, y sus ojeras me vieron directamente. Me tiró el lapicero con el que escribía a la cara, me golpeó directamente en el párpado derecho, con un dolor fuerte y agudo.

Les digo, en serio: no hay nada que duela más que el golpe del lapicero de un escritor enfurecido.

miércoles, 22 de junio de 2011

Híjole [Canción no incluida]

Es sobre el sur de Estados Unidos, esta canción, pero de alguna forma, es sobre mí. La escucho y se me retuerce el intestino grueso y casi me pongo a llorar en los lugares menos apropiados, como los gimnasios. Estoy en la máquina elíptica y no se por qué razón la estoy oyendo (es una canción triste, rock-country-alternativo, como si sonara en un bar chuco de Nashville pero con un cantante guapo, joven, talentoso) y cierro los ojos y la voz del cantante (desgarrada, gritona) se me mete al cuerpo y se me comienzan a formar lágrimas. El que está en la elíptica de al lado se me queda viendo como si yo estuviera loco y disimulo lo que está pasando apretándome los ojos, como si se me ha metido el sudor en los ojos. Pero yo sigo oyendo la canción. Llega el punto medio y llega una de mis líneas favoritas, 'y me pregunto si alguien aquí, además de mí, tiene algún secreto decente' y recuerdo lo que significó para mí esta línea hace años, cuando todavía estaba en el clóset, cuando estaba atrapado en una casa con opresión y resentimiento, cuando no sabía muy bien qué hacer con mi vida (no que ahora lo sepa muy bien). Por eso, la canción sigue sonando siempre que caigo en alguna racha de soledad y la hago sonar y sonar y sonar en mi cuarto, mientras escribo, mientras voy en el carro, mientras estoy en el gimnasio y sí, ponerme a llorar. Es mi canción favorita de la historia de la música, la amo con locura y amo a quién la escribió por darme esta melodía tan hermosa que cantar llorando cuando estoy borracho. Siempre llego a ella. Siempre está ahí. La escribió sobre su realidad, sobre sus ideas, pero yo la ajusto perfectamente a las mías. La escuchara todo el tiempo mientras estoy despierto, pero probablemente me terminara volviendo loco. Ahora mismo la estoy oyendo. Me duele. Me aterra por momentos pero luego me calma. Es una canción maravillosa. Lo es para mí. Y cada vez que grita el coro, yo lo grito con él. Aunque sea en la elíptica, con los ojos cerrados, sin gritar en realidad para que la gente no se asuste. Pero yo grito en mi mente. En el alma que se quema. En el fin, el fin, en el fin.

Tanto miente la niña

Tanto miente la niña que se le ha llenado la lengua de pústulas infectadas. Le chorrean sangre a los dientes y se le ponen rojos y las caries le duelen al masticar la manzana, tanto miente la niña. Ahí anda diciendo que su abuelo le hizo no se qué cosas y que le tocó no se donde y que le duele no se qué cosas y a ella lo que le pasa es que se le pone hinchado el estómago y vomita bilis roja y verde y una vez deja de vomitar ya empieza con las mentiras de nuevo. Tanto miente la niña que tuvimos que sacarla del colegio y dejarla aquí en la casa escondida en un cuarto porque anda diciendo cosas que ni para qué. Si fíjense que la hemos tenido que amarrar a su cama y solo de vez en cuando le damos unos trocitos de avena para que no se nos deshidrate. ¡Tanto miente la niña que hasta grita las mentiras! Un día de esto le vamos a cortar la lengua le dijimos, niña, deje de decir mentiras o le vamos a cortar la lengua como le cortan la lengua a las vacas una vez las matan. ¡Pero sigue mintiendo la niña! Que esas cosas rojas en la espalda son del cincho, del cincho del papá y de la hebilla de mi cartera, y que le duele la planta del pie de andar caminando descalza. ¡Niña, niña mentirosa, a las niñas mentirosas les dan pesadillas y babean sangre, niña mentirosa! ¡Deje de andar diciendo babosadas que se le va a escaldar la tortita, niña mentirosa! Tanto miente la niña que mejor ya le dijimos a la gente que ni está aquí, viera usted, que ahí viene la maestra y la directora a preguntar que por qué no ha ido a clases. ¡Para qué va a ir a clases, le decimos, si solo va a decir mentiras! Mejor que se quede calladita, la niña, guardada en su cama y con las uñas largas.

Tanto miente la niña que dice que le duele la panza y que tiene hambre. ¡Ay mentirosa si todos los días le damos comida! Por mentirosa la vamos a hincar en maicillo y le vamos a hacer que le lama el lomo con sal a los chuchos. ¡Para que aprenda a no andar diciendo mentiras, la niña!

La dejo que ya está gritando de nuevo. Le voy a inyectar un tranquilizante un día de estos para que se nos duerma, ay Dios, ni diga usted. Y es que si no se duerme, ¡comienza a mentir la niña! Mire qué situación en la que nos encontramos, una barbaridad.

¡Y nosotros tan buenos!

martes, 21 de junio de 2011

Poema/Kindergarten

Para aprender a escribir
Voy a hacer mil planas
y en cada una voy a repetir:
A mí me gusta Eric Bana


¿No sienten que en esta foto los está invitando a dar un paseo en la playa con él? ¿A tomarle la mano y platicarle de sus problemas familiares y de las ganas que tienen de cenar sopa ese día? O van haciendo una competencia o carrera y él te deja ganar porque te ama. Sí, te ama.

lunes, 20 de junio de 2011

Tiergarten

Caminemos en el Tiergarten: me agarrás de la mano, pisamos la nieve y quedan nuestras marcas, del tamaño de nuestros zapatos, también por qué no, con las manos. Vos te quedás lejos, te perdés entre los árboles y yo te busco con mi cámara. Vos corrés a ver la foto, vos tomás la cámara, yo me voy hacia el monumento y vos tomás otra foto. Nos besamos, de repente, enfrente de los turistas: aquí a nadie le importa. Una señora pasa con un abrigo rojo, grande, con el pelo rojo, grande, gigante. Vos te reís y yo también. Le tomamos una foto. Como para película de Almodóvar, me decís. Y yo, viéndote: alemán, rubio, gigante, adorable, con pantalón rojo y camisa blanca, como si fueras de otra tierra, hecho de otro material: roca, aluminio o metal. Yo, de adobe, yuca o plátano.

Caminemos en el Tiergarten, trópico y boreal, como si fuera nuestra rutina hacerlo. Como si este parque estuviera cerca de nuestra casa y juntos, juntos vivimos por aquí. Nos encontramos cerca de la estación del metro después del trabajo y compramos un sorbete, o vos una salchicha, y me encanta verte engordar. Te abrazo y me abrazás, juntos, la gente, la nieve, el ángel, la puerta allá a la distancia. Dentro de muy poco, ya estamos en el parque. Lo caminamos entero, lo cruzamos entero: llegamos a nuestro barrio, al de nuestros bares y cervezas. Por ratos yo me adelanto, por ratos vos te adelantás. Pero siempre nos alcanzamos, siempre nos agarramos la mano y somos cursilería andando. Estamos tan sonrientes y tontos y todo se lo debemos a este parque, a este parque helado y feliz. Berlín, mi amor.

¿Me acompañarías a caminar por el Tiergarten?
no importa si está lloviendo,
vamos a llegar al otro lado de la ciudad.

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Escuche: Tiergarten-Rufus Wainwright

Pequeños Placeres

Poner mi cabeza en la almohada doblada en dos, leer una guía de viajes, escuchar una canción que gusta, oír el palo de lluvia, tirarme en el suelo a dormir, ver la cocina sin platos sucios, ver ese episodio tan chistoso que tenía años de no ver, comer comida rápida con una conversación atarantada, escuchar una canción nueva que te encanta (diferente a escuchar una que ya escuchaste), que te preparen vegetales, que tu mamá por fin ceda a tu abrazo, que tu hermana te diga que te va a sacar puntos negros de la cara (qué asco, pero es un pequeño placer), la ropa de cama limpia, la vista de San Salvador sin lluvia, que no haya trabazón en el redondel, una crepa de chocolate con tu familia, el domingo secular, un café bien hecho, un trozo de chocolate, dar clic en "publicar entrada".

El infierno es:

Que te llegue el estado de cuenta de tu tarjeta de crédito y que en él venga reflejado (?) el cargo por el iPod que perdiste a un día de haberlo comprado.

domingo, 19 de junio de 2011

Posible Conversación

Hola
Qué tal
Bien y vos
Bien por aquí
Con hueva
jajaja
Siempre
Me contaron que te vieron ayer
De verdad
Y qué tal estuvo
Bien
Chivo
Igual que siempre
Y vos por qué no saliste
No tenía ganas, me quedé a dormir
Ah ya
No quería tomar
Y eso
No se, muy bolo me iba a poner jajaja
jajajaja
Sí vos
jajajaja
Yo se
Pero estuvo bien
Me imagino
Bueno ya me voy a dormir
Vaya chivo
A ver qué día nos vemos
Chivo, 'nas noches
Noches salú

And you wise man don't know how it feels to be thick as a brick

sábado, 18 de junio de 2011

Grandes Tiempos

Visiono un destino interesante para esta empresa en la que nos embarcamos hoy. Confío plenamente en cada uno de mis elementos, en ustedes, seres vivos y racionales, que nos siguen con ojos cerrados. Veo grandes triunfos en nuestro futuro. Veo confeti y desfiles en los bulevares principales de nuestra inmensa y bella capital. Veo banderas ondeando al viento y un cielo azul, claro, libre de nubes de tormentas, libre de nubes por completo. Veo, ante nosotros, un camino amplio, con rosas sin espinas, adonde nuestros pies desnudos pisarán con tranquilidad y aplomo. Nos veo, mis admirados y mis admiradas, llegando rápidamente a un lugar que llamamos destino. Lo he visto en mis sueños y en mis momentos despierto. Se me ha revelado claramente y ahora que estoy frente a ustedes el pecho se me infla de orgullo y los ojos se me ponen rojos por las lágrimas. Estamos cerca. Basta solo dar unos pasos más y los daremos juntos. El tiempo es nuestro y este momento es de cada uno de ustedes. Impriman con fuerza este sello de confianza en sus corazones. Brinden coraje a sus músculos y a sus piernas. Llenen de honor y valentía sus manos y sus venas. Vamos por el camino correcto y el camino correcto se abre ante nosotros. Dejamos atrás sufrimiento. Dejamos atrás no saber qué hacer ni adónde estamos parados. Dejamos atrás las arenas movedizas de la incertidumbre y nos movemos sobre terreno sólido hacia la cima de una montaña fértil y bondadosa. Veo felicidad, tanta felicidad, que es casi doloroso verla. Me encantaría que ustedes pudieran verlo también. ¡Y lo harán! Caminen conmigo, amados y amadas. Caminemos juntos. Estamos tan cerca. Sientan el olor. Es nuestro. Confío plenamente. He visto el futuro y el futuro está esperándonos. No lo hagamos esperar más. Grandes tiempos se avecinan. ¡Adelante! Es hora de partir.

Grandes planes

Me dijiste que todo iba a cambiar dentro de poco.
-Ya vas a ver, todo esto va a cambiar.
Yo me limpié con el palillo los restos de carne y me los tragué. Sabían a saliva.
-Todo está a punto de ser diferente.
Tomé un trago de mi digestivo y asentí con mi cabeza. Besé tu cerebro arrugado con una sonrisa.
-Las cosas no pueden seguir así.
Eructé y te pedí perdón por el olor porque la carne estaba cruda pero así me gusta.
-Algo tiene que pasar.
En el estómago sentí lo pesado de la carne y en mis intestinos una presión hizo que mi recto se llenara de masa fecal.
-¡El país se viene abajo!
Saqué mi pañuelo de la bolsa de mi pantalón y me soné la nariz y me disculpé de nuevo. Tanto moco en mis senos, es increíble. Cuánta producción verde goteada con sangre. Es que a veces me sueno muy fuerte.
-Las leyes tienen que alterarse.
Bebí más del digestivo y la copa estaba vacía. Me serví un poco más y le dí una amontonada a tu cerebro diciéndote:
-Tenés razón.
Vos reíste con la panza y la mente satisfechas y tomaste de tu digestivo. Tu gran plan estaba en camino. Tus grandes planes para el país. Todo iba a cambiar, lo dijiste claro.

Yo me fui al baño a hacer pupú. Los trozos eran de consistencia media; color: café claro.

¡Cuánto libro hermoso!

¿Ves? ¿Ves este libro hermoso que traigo? Lo he traído para que veás lo hermoso que es y lo hermosa que es mi mente. Mirá cuánta ilustración interesante. Mirá cuánto grafito invertido en este papel. Mirá que hermosa esta portada y mirá que hermoooooooooooooooooooooooooooso grosor. ¡Tan grueso este libro, que vengo cargando desde mi casa, a pesar de que no tengo que traerlo, a esta gloriosa mañana de junio! Permitime, me voy a tomar mi café, sin mi café no puedo, no puedo leer. ¿Ves este libro tan hermoso que estoy leyendo? Lo encontré en mi casa, ay, en mi casa vieja, en la casa en la que viven mi papá y mi mamá. Esa casa está llena de libros hermosos como estos. Siempre los ando cargando en mi mochila. El peso de los libros es tan hermoso. Es como andar el cielo a espaldas. El cielo adonde van los autores después de morir. ¡Un lugar tan hermoso! Nubes hechas de libros, libros hechos de nubes, Dios les está leyendo a todos un cuento bonito antes de dormir. Y cuando se duermen, adiviná. Adiviná con qué sueñan. Sueñan con libros hermosos. En sus sueños se aparecen libros como este, como este libro que tengo en las manos, que abro y hay tanta página, tanta página se aparece en sus sueños y los enternece, los arrulla y cuando despiertan, ¿qué los despierta? El olor de un libro hermoso entregado en su cuarto privado celestial. ¡Desnudos, lo primero que hacen, es leer su libro nuevo, su libro hermoso! Te digo, el paraíso es este libro. ¿No te parezco interesante? ¿No te parezco una persona sumamente interesante? Tengo un libro interesante en mis manos, entonces yo soy interesante. ¿Ya viste? ¿Ya viste qué sencillo es? Que si ya viste te pregunté. Que si ya viste. Es tan interesante ser hermoso. ¡Es tan hermoso este libro!

Viendo el tiempo

Me siento a ver el tiempo pasar. El tiempo pasa, en los pies de las personas (cada pie es un reloj, cada mano una sombra). El tiempo pasa en la boca cuando hablás, cada palabra un segundo o dos (dependiendo de sus sílabas). Veo el tiempo pasar desde esta silla con un café en la mano. Llega gente distinta, rubia o morena, piel negra o blanca. Cada piel es cronómetro. Yo, respiro. Cada porción de oxígeno es aguja. Veo al tiempo moverse alrededor de mí y el tiempo es como el viento. Invisible pero lo podés sentir. Pasa delicioso, a veces, como si estuvieras metido en el mar y el agua flota dentro de vos o vos flotás dentro del agua. Pasa templado, a veces tan frío que parece que se ha detenido con la ausencia de personas o con la presencia del vacío: pero no, todo se sigue moviendo aunque sea imperceptible. Siento el tiempo en mis pies cuando me levanto y los presiono contra el suelo. Siento el tiempo cuando bajo las gradas de esta calle y veo las casas, las casas en las que el tiempo pasa rasgando sus paredes o agrietando sus tejas. El tiempo pasa allá, en los rieles del tranvía, oxidados. La gente dentro se mueve, cada persona es grano de arena que cae de una punta del reloj a otra. Esta ciudad ve pasar el tiempo y no lo puede detener. Lo intento, lo intentamos. Me detengo y miro fijamente el río, que desde aquí parece no moverse. Pero cada río es reloj, todo río es segundo. Se va moviendo y me mueve a mí con él. El tiempo. Cuando llego a la plaza principal lo veo acelerarse. El tiempo está pasando tan rápido. No lo intento parar, porque es imposible; pero sí lo lloro, le entrego su duelo. Celebro la muerte de cada segundo al celebrar el nacimiento del siguiente. El tiempo no para, se sigue y me sigue empujando. Llego a mi cama y pongo mi cara sobre la almohada. El tiempo me lleva al sueño. Dormido, yo, el tiempo flota y fluye a mi alrededor; una mosca vuela sobre mi cara. Acaricia. Me molesta cuando camina sobre mis cejas y me despierto, asustado. Agito mi mano y la veo volar. El tiempo se sigue moviendo. El tiempo nunca duerme, el tiempo carga con las ojeras y dolores de cabeza, con el insomnio y el desahucio. Pero vive. Vive y brilla en su cansancio. Quiero ser como el tiempo pero tengo un problema: el tiempo me ve y se ríe. Sabe que no puedo. Así que duermo. Duele menos el tiempo que pasa cuando estás dormido. La mosca sigue volando. El tiempo sigue pasando.

Una entrada antes de irme

Ya se lo que vas a decir: que escribir una entrada para vos es una tontería. Que vos no la vas a leer porque nunca te da la gana de entrar a leer estas cosas, o porque simplemente no tenés la dirección. Pero espero que algún día llegués a esta entrada por casualidad, a estas palabras por sorpresa. Y comencés a leer y bajar y seguir las palabras y eventualmente te des cuenta de que esto es para vos, sobre vos. Que cuando estaba sentado moviendo la pierna con ansiedad mientras escribía estaba pensando en tu cara y en tu nombre. Que tu nombre me sugiere un montón de cosas: un mes, un grito, una cama. Y que pensar en tus ojos leyendo y tu boca gesticulando mis palabras en silencio me provoca un placer extraño, indeleble. Se que es casi imposible, pero escribo dirigiéndome a vos por esa remota posibilidad. ¿Qué estás haciendo? ¿Estás durmiendo? Ojalá te despertés y por alguna razón terminés leyendo esto. Nada me haría más feliz que eso este sábado o este tu domingo. Que leyeras lo que tengo que decirte por alguna casualidad. Por algún tropiezo. Que te estrellés la cara contra el suelo y lo que veas en el suelo sean mis letras. Mis letras dirigidas a vos, completas, todas, los párrafos, los puños, llenos, los callos de mis dedos para vos. El temblor de mis piernas para vos. Mis recuerdos y mis pensamientos para vos, todo. Pero no lo vas a leer. Se que no lo vas a leer. Pero yo lo escribo de todas maneras. Por si la vida o el desgano o la inactividad te traen aquí. Bienvenido seás. Bienvenido seás a mis palabras. Todas son para vos. Todas. Que no se te olvide eso nunca.

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One kiss 'fore I go
One more night and day
Breath so heavy and slow
One shot, one beer and a kiss before I go

Ryan Adams-A kiss before I go

Poses

-Qué bonito apartamento, te digo en Sevilla, con mi acento alterado por vivir en España, con mis vocablos adaptados a los tuyos.
-Gracias.
Me das una copa de vino y comienza a sonar una canción que me resulta familiar.
-Eso es Rufus Wainwright.
Sí, me decís, y te sentás a la par mía. Te acabo de conocer en la calle y me invitaste a subir. Es de noche cerca de la Alameda de Hércules y acabo de estar en la casa de otro hombre, y cuando te vi caminar lo pensé mucho pero al final me resultaste demasiado como para decirte que no.
-¿Y qué haces aquí?
Te comienzo a contar toda la historia que ya he repetido tantas veces y que en realidad, no sirve de nada. Tomo más vino y me tranquilizo, espero que mi erección reaccione y comenzamos a besarnos, supongo.
Digo supongo porque no me acuerdo muy bien de lo que pasó después. Sinceramente, no me acuerdo ni de cómo sos ni de cómo te llamás. No se si seguís viviendo en ese apartamento tan bonito unas calles adelante de la Alameda, en las que el verano de Andalucía me abrazó con tanto sexo y alcohol.
-Me tengo que ir, te dije (supongo) al terminar.
-Bueno, ha sido un gusto, me dijiste (supongo) cuando me abriste la puerta.
Caminé hacia mi hostal y recorrí las calles de la ciudad en silencio, con calor, en pantalones cortos. Como te dije, no recuerdo ni tu cara, ni tu cuerpo, ni qué hicimos, ni cuánto duró, ni el tamaño de tu pene o la consistencia de tus nalgas.

Pero sí me acuerdo del piso de madera de tu apartamento, de tus carteles de París en las paredes y de que sonaba Poses de Rufus Wainwright. Y claro, esas son las cosas que vale la pena recordar.

Acera de Santa Tecla

Nos sentamos a platicar en la mesa del Palacio de Santa Tecla. Bonito aquí, me decís, me gusta. Pedimos unos cafés que vienen fríos y los tomamos porque no somos de las personas que se quejan. Ves pasar una viejita con canasto.
-Ves, ella no se quejaría porque su café está frío.
El café de los funerales siempre está caliente. Hablamos de tu pintura y me decís que te han ofrecido irte a no se donde a colgar unos cuadros. Creo que a la Alianza Francesa. Me cuesta ponerte atención con tanto ruido en la calle.
-Y que después vino y no se qué.
Cabal, el vino de siempre. De botella con corcho de plástico pero al menos no de caja. Me acabo el café y enciendo el cigarro. Te digo que todo esto me recuerda a la película Café y Cigarros. Vos me decís que te gustó la escena de los White Stripes.
-Qué lástima que se separaron.
Cabal, te digo, qué lástima. Veo la cuadra de enfrente y me acuerdo cuando caminaba ahí para agarrar el bus y un bicho me pedía un colón. Se me pierde la mirada en el balcón de la casa en el que ahora está una mesa de un restaurante vegetariano.
-Te acordás, cuando todo esto estaba lleno de hojas.
Veo el edificio del Palacio y sí, me acuerdo.
Caminamos hasta el carro y vos lo encendés y te metés un dulce en la boca, lo chupás un poquito y después me das un beso.
-¿Vas a ir a la Alianza?
Te digo que sí y comenzás a manejar hacia Merliot. Bajamos la calle y todos los semáforos están en verde. Te toco la pierna y sonreís. Somos tan talentosos y el mundo está a punto de saberlo.

En silencio, con el mar

Bajaron en silencio la carretera que daba vueltas y vueltas. Habían bajado ya muchas veces esa carretera juntos y sabían que al llegar a los puestos de flotadores estaban cerca del mar. Él siempre contaba la historia de su papá manejando borracho y diciendo a todos que se callaran porque estaba aburrido de sus mierdas. Ella escuchaba y por ratos ponía a Manu Chao o si se sentía tonta a Britney Spears. Los dos cantaban las canciones y se las podían y se reían de su adolescencia.

Te acordás, le decía. Te acordás de tal cosa. Todo se trataba de acordarse y nunca olvidarse.

Juntos buscaban el restaurante al que siempre iban, encontraban una mesa y pedían los camarones, la pizza, la cerveza. Ella eructaba después de unas tres botellas. Él después de seis. Regresaban con el atardecer y la carretera era una serpiente lenta de carros llenos de gas y alcohol. Cuando por fin llegaban a San Salvador se dormían en los sillones de la casa con un episodio de Desperate Housewives sin terminar.

La vida era tan aburrida.

viernes, 17 de junio de 2011

Desnudo al piano/

Me escribiste una canción y me la cantaste desnudo al piano. Encontré en tus manos rastros de pentagrama y en tu boca palabras de poemas. Eras, o intentabas serlo, el músico de masas. Yo estaba tirado cerca de las patas del piano, viendo desde abajo tu escroto arrugado contra la tela de cuero falso de la banca. Me daba risa. Vos seguías cantando y las patas temblaban cuando tocabas las teclas más graves. Yo seguía el ritmo y para la segunda vez que repetiste el coro yo ya la cantaba con vos. Te gustaba oír mi voz fea. Me decías que era hermosa. Lo decías, realmente: tu voz es hermosa. Tu personalidad, afectada de artista, te permitía decir ese tipo de cosas sin parecer ridículo. Terminaste de tocar y te tiraste al suelo, a besarme. Seguimos cantando la canción con los labios pegados y mordiéndonos los cachetes. La canción es bonita y ahora la tengo guardada como un .mp3 en mi computadora. Cada vez que quiero acordarme de ese momento la pongo y por cinco minutos estamos de nuevo besándonos. Es tan ridículo. Es tan de jóvenes bohemios buscando la vida en el arte. Pero no la encontramos. Es difícil encontrarla. Me contaron que trabajás en una agencia de publicidad diseñando y tu último anuncio fue para McCormick. Ahora cada vez que veo un MUPI de mayonesa me acuerdo de vos y siento que te beso. Sabor a mayonesa. Sonido de canción con coro que puedo cantar con mi voz fea. Te recuerdo y me tiro al suelo y me agarro de las patas de la mesa de mi comedor y trato de hacerlas vibrar. Me quedo largo rato, pensando. El suelo está frío.

United 93

Yo nunca había visto la película United 93. Hoy fue la primera vez. Hace mucho tiempo una película no me causaba una respuesta emocional tan fuerte. Lloré por varios minutos después de verla (otras películas con las que he llorado: The Proposal, una de Natalie Portman con Ashton Kutcher). El corazón se me aceleró y el estómago se me revolvió. No me pude levantar del sillón por un rato. La última escena es de las cosas más fuertes y terribles que he visto. Mi miedo a volar combinado con la realidad del 11 de septiembre se sumaron para causarme un sentimiento que pocas veces causa una película: la ansiedad verdadera. Quería saltar y cambiar las cosas. Quería apagar el televisor y fingir que no había pasado. El campo verde se acercaba a mis ojos y sentí que me estrellé con ellos. Todavía no podía creerlo. Todavía no puedo. Eso pasó. Eso realmente pasó.

Mencionaron al escritor

El escritor anda diciendo que lo mencionaron en no se qué concurso. Que dijeron su nombre en voz alta y dijeron también el nombre del cuento que había mandado. El escritor pasó cuatro días trabajando en el cuento. Cuatro días antes del plazo de entrega y lo había mandado por correo aunque vivía bien cerca de la alcaldía. Decía que el correo le iba a dar suerte y cabal. Al escritor lo mencionaron en voz alta.
Después de que los mencionan a los escritores se les pone otra cara. Como de tranquilidad o después de un orgasmo. El escritor levantó la espalda y ahora camina por los jardines de la universidad con el pelo con gomina y ahora las libretas que anda pegadas a la cadera ya tienen dentro historias con potencial de ser mencionadas (en voz alta) y entonces ya tienen más importancia.
El escritor me dijo un día tomando varias cervezas que estaba bien feliz. Que nunca había sonreído tanto y que le gustó oír su nombre mencionado en voz alta.
-Bien chivo cuando dijeron todo, el nombre y el apellido.
-Sí vea, le dije yo.
Se tomó el último trago de la Pilsener y me dijo que iba para el baño. Pasaron cinco minutos y el escritor ya no volvió y creo que andaba bien bolo y caminó hasta la casa porque fui al baño y dije su nombre en voz alta, a cada rato, para ver si lo encontraba, pero no estaba. Salí a la calle y mencioné otra vez su nombre pero tampoco apareció. Comencé a aplaudir y nada. Comencé a gritar títulos de sus cuentos pero tampoco.
El escritor había desaparecido.
A los días lo vi caminando cerca de las magnas y me evitó la mirada. Estuve a punto de mencionar su nombre pero se me olvidó el apellido. Lo vi entrar a su clase de Semiótica y yo me quedé sentado, tratando de recordarlo.

Creo que es Landaverde.

Cuentos de cipotas (ii)

Puesiesque yo estaba sentada bien chiquitilla en una piedra enfrente de la casa de mi mamá y me habían mal amarrado el daiper y entonces yo chillaba y chillaba porque me ardían las nalgas pero mi mamá no me quitaba de la piedra porque llevaba rato un señor tomándome una foto y la foto nunca que le salía y mi mamá me callaba y me decía que no llorara y de ahí ya dejé de chillar y me puse seria y por fin al señor le dio la foto y salió bien bonita y mi mamá la puso en la sala de la casa pero yo pasé cinco días miando con un gran maldeorín y mi mamá me regañaba por chuca y yo le decía y yo qué culpa si la culpa es de la piedra que estaba hirviendo de caliente y siacabuche.

jueves, 16 de junio de 2011

¡Feliz Bloomsday!

Yo escribía diferente antes de leer el Ulises de Joyce. Escribía muy diferente. Lo recomendó una maestra de mi curso de literatura y lo leí poco después de terminar El Retrato del Artista como un Adolescente, del mismo autor. Me tomó mucho tiempo. Mucho tiempo. Lo leí, además, en inglés; la primera vez sin diccionario e ignorando no entender algunas palabras pero dejándome llevar por el ritmo. Si es que buscarle significado al Ulises era inútil, sigue siendo inútil, me sigue gustando por su forma de contar las cosas, por su velocidad, por su terquedad. Pero la segunda vez (sí, lo leí dos veces), lo leí diccionario en mano, en un invierno tétrico de Madrid, entre salir a tomar y olvidarme de todo y entre andar de promiscuo por ahí. Era divertido estar con el libro, buscando las palabras extrañas, entendiendo pasajes que no había entendido, moldeando mi forma de escribir para un montón de tiempo después. Me obsesioné con los flujos de pensamiento. Me obsesioné con el cambio no señalado de primera persona a tercera persona. Me obsesioné con las funciones corporales y sus consecuencias, con el sexo contado sin cubrirse la boca ni taparse los ojos. Me obsesioné con la idea de una obra grande, grandilocuente, sin muchos signos de puntuación pero con mucha, mucha algarabía literaria. Probablemente esto me hizo mucho daño. Me hizo un escritor (o estudiante de escritor, digo) bastante predecible. Todo era igual y todo era una simple repetición de códigos. Era una imitación. No lograba una identidad propia y me tomó mucho tiempo soltarme de todas esas trabas que me auto impuse. Pero era emocionante. Era algo totalmente diferente. Era la literatura como nunca antes la había conocido (ni intentado escribir).

Hoy 16 de junio se celebra Bloomsday, el día del Ulises. En esta fecha ocurrieron los sucesos que se narran en la obra, y los más obsesivos se reúnen en Dublín para recrear la historia completa y discutirla, analizarla a muerte. Esta entrada y la próxima (abajo) son mi pequeña colaboración con el día. Que conste que "Ulises/Opico" no es de ninguna manera una recreación de la novela, es simplemente una entrada que escribí durante una hora (sin parar, sin editar) según iba recordando pasajes de la novela o ideas que me surgían de ella. Es mi forma ridícula de imitación o encontrar en las influencias una identidad propia de escritor. Es agarrar un mito y adaptarlo al mío, al de mi pueblo, al de mi familia. Uno escribe sobre lo que sabe y sobre lo que siente. Uno tiende a ser más libre si uno es más honesto. Agarrar este monstruo literario y aplastarlo hasta someterlo en una historia (borrador) propia es algo que siempre he querido hacer. Este es el pequeño ensayo. Este es el pequeño Ulises del grande que jamás voy a escribir, porque, soy honesto, nunca se va a escribir tal cosa. Es un homenaje a los libros que te marcan, para bien o para mal, que te hacen seguir escribiendo, como tonto o como loco, hasta que los dedos se te cansan.

Hasta que el último "sí" está escrito.

Ulises/Opico

Al Sr. Molina le gustaba masticar la carne de res y morderla por largo rato hasta ponerla aguada y hecha bola y echarla de nuevo en el plato. Se la sacaba de la boca con la mano y la echaba en la porcelana en la mesa a la par del jardín de su casa de Opico. El Sr. Molina odiaba las mascotas así que no tenía gato ni perro ni nada que le hiciera miaou ni guau ni nada. Jamás entró a la cocina y le decía a su mujer que ella es la que se pertenecía ahí y él es el que tenía que irse a los negocios. Vestía un pantalón de tela suave y una camisa de botones. Hacía calor porque siempre hacía calor pero él jamás se quitaba el cincho. Jamás se quitaba el calzoncillo blanco y el tornillito del pelo que se hacía con tanto cuidado frente al espejo. Disfrutaba ampliamente y con alegría contínua el olor del jabón de cuche con el que se bañaba. Una bola negra que pasaba por todo su cuerpo y por los testículos. Le gustaba tocarse los testículos y medir el tamaño de cada uno. A cada rato oía advertencias sobre el cáncer así que se buscaba bolas sospechosas, tetuntes pequeños. También había oído sobre el cáncer de próstata pero eso no le gustaba. No, al Sr. Molina no le gustaba.

Enciende el carro con facilidad y lo dirige hacia la calle de su bodega. Con la boca llena del humo del cigarro, empezó a sentir en su nariz un moco. Era grande porque estaba pegado en todas las paredes. El Sr. Molina con gusto metió su dedo índice y arrancó el moco y lo vio. Era verde y cavernoso. Como una montaña hecha pequeña. Contempló las texturas con interés y sorpresa. Desinteresado, pasó su dedo en su cabello y lo diluyó ahí. Habrá que contar ahora el dinero de Los Bajíos o pagarle al Músico las tareas. A ver cómo queda el juego o si hay juego o en la casa a ver si ya le llevaron la refri.

El Sr. Molina recordó la sensación de su pene en la vagina. Había poco que le gustara tanto el mundo. Era una sensación animal y sin pretensiones. Le gustaba también, ver su cara en el espejo. Por eso le gustaban tanto los cuartos con espejo. Abrazado, así, con el olor del sudor y su pelo desordenado. Recordaba su juventud y manejar los camiones con emoción, las calles de San Salvador y la carretera de Oro cuando estaba llena de lodo.

*

Sentado, el muchacho se vio al espejo y descubrió un pelo más en su pubis. Era un pubis pequeño de acuerdo a su edad y a su color de piel. Pensó por largo rato en la Fátima o en la Karen pero nada de eso logró despertarle la excitación que buscaba. En este espejo apenas podía verse la cara y no podía verse el cuerpo. Verme al espejo. Encontrarme defectos. Masturbate. Que se te pare. El muchacho sonrío porque recordaba haber terminado un día antes y que nada salió. Nada salió. Todo era un torrente seco. Río sin agua. Café sin agua. Limonada sin agua. Odió las limitaciones sexuales de su edad y sintió en su esfínter una destacable presión. Cuando notó su dedo las paredes cavernosas encontró lo que buscaba. Había lavado con cuidado antes cada espacio ahí adentro. Le gustaba sentir. Encontraba objetos por toda la casa con los cuales probar y lastimarse. A veces sangraba. Siempre lo hacía escondido en el baño esperando que su mamá no se diera cuenta de lo que estaba pasando. Mis dedos son demasiado pequeños. Necesito el silencio o que se vayan todos. Encontrar aquél pequeño pilar del pasamanos. O aquél tubo que tiene su mamá en el baño. Que se vayan todos y quedarse solo. La idea de recorrer la casa desnudo o correr por los pasillos con el pene colgando, el pene pequeño como péndulo gracioso. Era bonita la idea y el muchacho sonrió y vio que de la punta salía una pequeña gota blanca transparente. La puso en su dedo y luego en su lengua. El sabor de la lejía o el jabón o el agua con cloro y el sabor de una manzana. O del café de la mañana, del relleno de las donas del Mr. Donut que traía su mamá desde San Salvador o del queso de la Pizza, derretido, colgando de su boca, masticado entre sus dientes, las espumillas o la poleada con canela, el ponche con piquete del parque, la crema de lavar manos, el jabón de lavar platos, el shampoo de su hermana o la leche de la chiche de la prima con el bebé mordiendo el pezón y la manta en el hombro. El olor de una hormiga que había matado. La sangre del pollo que aplastó en la finca, en la casa, cerca de donde venden los dulces de jocote. La manzana quemada o la piel del guineo majoncho y los coyoles de la cruz de mayo, sembrada en el jardín de su casa, en el arriate de enfrente, adonde se persignó con la mano sucia de tierra.

*


-Mañana todos vamos a leer el capítulo cinco. Sobre la moral y cívica. Sobre la bandera nacional y los símbolos patrios.
Todos estaban sentados con las piernas rectas y con sus pantalones grises y camisas blancas con camisas blancas debajo. La mesa del pupitre estaba forrada y cada uno había podido elegir el color y los mensajes y recortes de periódicos que poner ahí. Habían muchos que habían elegido a los Caballeros del Zodíaco y a jugadores de fútbol y a grupos de rock. Él había puesto un montón de carátulas de libros que había leído con su profesor de primaria. Los había puesto todos en orden y los veía todos los días y escribía sobre ellos. Que quería escribir no era nada raro para los maestros que lo veían siempre con libreta en mano y lapicero. Había ya concursado en algunas cosas y contaba historias tristes de manicomios y castores construyendo diques, muelles. En su boca sintió el sabor del lápiz negro y le gustaba también comerse pedazos de papel y el grafito. Observó por largo rato las nalgas de sus compañeros que se levantaban y salían al recreo. Todas tan llenas y redondas, algunas aguadas y algunas duras. Apretó con fuerza el lápiz amarillo y luego lo mordió. Corrió a la tienda y compró unas papas fritas que se comió solo frente a la entrada del teatro. Ahí adentro estaba el piano. Nunca pudo tocarlo ni nunca dejaron que aprendiera. No le gustaba la música.

*


El Sr. Molina caminó por la calle del centro hasta la farmacia saludando a todos. Todos le decían el nombre y lo conocían como Don. Don y su nombre. Mi nombre lo conocen todos y lo dicen todos en voz alta y con voz de sangre. El galillo les da para pronunciarlo y algunos lo gritan y me piden cinco colones.
-Qué tal sus hijos, Don.
-Bien, fíjese, en el colegio.
Todos, en el colegio. Como si el colegio tuviera algo.
-Qué tal sus hijos, Don
-Bien fíjese, en el colegio.
Todos, en el colegio. Como si van a aprender más o menos.
Sintió hambre y se subió a su carro para acelerar las pocas cuadras hasta su casa. Llegó y el olor a plátanos fritos venía desde allá arriba hasta aquí abajo y le dolió la cabeza de pensar que tenía que sentarse a oír de nuevo lo que hablaban todos y cómo lo hablaban todos. Imaginó un cuarto solo para él con televisión y silencio. Pero ahí estaban todos. Sonrió al verlos y su hermano comenzó a hablarle de Nostradamus.
-¡El fin del mundo!
No gritaba pero su vozarrón era tosco y ridículo. El Sr. Molina se sentó en su silla favorita. Fijamente el televisor y tratar de borrar todo lo demás.

El muchacho lo vio entrar y no le dio miedo pero sí le temblaron los pies. Oía música en una silla con sus pantalones pequeños y sus pies aún más. Lo saludó con Hola y lo vio sentarse y escuchó el gran grito del tío.
-¡El fin del mundo!
Él es el hermano de mi papá. Se parece algo y se parece más en el pelo que en cualquier otra cosa. Aquí a todos les gusta llevar el pelo pegado a la cabeza con goma y moco. Puso en silencio los audífonos y comenzó a escuchar todo. Qué manera más rara tienen de hablar y pronunciar las palabras. En el colegio le habían dicho que se hablaba de otra manera. En el televisor ven solo cosas extrañas y a mí no me gusta. En el colegio le habían dicho que mejor leyera. Esperaba ansioso solo una cosa y era el momento en el que le iba a dar el dinero. Veía la bolsa del pantalón colgada de la silla y se acordaba del montón de billetes. De ese montón de billentes solo unos pocos eran para él. Es muy enojado. Me acuerdo cuando grita o cuando le tiembla la voz. Me dice un diminutivo pero parece que me está gritando. Como que me habla en otro idioma. Mi voz es demasiado suave y mi pene demasiado pequeño. No me gusta mancharme las manos de tierra y duermo abrazado a mi almohada. Me daría tanta pena que me viera haciendo lo que hice en el baño. Supongo que cuando se muera lo va a ver todo. Cuando se muera, pero está joven. Mientras tanto voy a seguir en el baño. Yo no se para qué va a querer estar en el baño viendo lo que yo hago. Si yo me muriera anduviera por todo el mundo y estuviera en los lagos, en las murallas, en los templos y en algún lugar de algún libro de Dickens. Iría a Costa Rica.
La voz de su papá y el hermano de su papá se había ahogado un poco en sus pensamientos. En la cocina escuchaba los chambres de las señoras y los frijoles hirviendo. Él siguió sentado en el pasillo y puso a sonar de nuevo la música. Todo se quedó quieto y vio el árbol del jardín, con la cruz debajo. Persignarse, que gesto más extraño. Mi papá nunca se persigna. Y mañana, ¿qué? Me toca abrazarlo. Feliz cumpleaños.


*


El Sr. Molina se despertó sin ganas de ser abrazado. Pero lo primero que hizo fue recibir uno de sus hijos y los vio en fila como con pena. Todavía no se habían lavado los dientes y odiaba eso. Cuánto pisto les doy para que se compren pasta de dientes y nunca se compren. Otra vez tienen el montón de caries y les apesta la boca. Otra vez andan con esos zapatos feos y otra vez se están acostumbrando a no hacer nada. Un frío enojo le recorrió la espalda cuando pensó en todas las camas desordenadas y en todos los cuadernos llenos de tareas. Salió y esperó el desayuno en la mesa que siempre era el mismo. El feliz cumpleaños de ella fue más débil y miedoso como con ganas de vomitar. No tenía ganas de tomar pero quería ser de aquellos que tomaban así, con normalidad, como si no les iba a pasar nada. Pero le daba miedo probar una gotita y agarrar zumba. Le daban miedo pocas cosas pero eso sí le daba miedo. Todavía no era hora. Todavía no.

*


Poco semen otra vez salió del pene del muchacho cuando terminó de masturbarse en el baño. Esta vez en su mente ya estaban claramente dibujadas las nalgas de sus compañeros y los bultos que lograba ver cuando se cambiaban para Educación Física. Recordaba también al bicho del microbus. Sabía su nombre y se dormía a veces en su hombro. Quería hablar con él y que le enseñara a jugar basquetbol. En la cancha del pueblo se puede jugar y también ahí secan maíz. Mi hermano una vez se golpeó un dedo con un grano que rebotó y lo golpeó en la yema. Pocas cosas le daban tanto miedo como la voz de su hermano. A veces veían televisión en su cuarto y se reían con Friends o con Seinfeld. Era la segunda televisión de la casa porque la otra siempre estaba ocupada con los noticieros y con las predicciones del tío de Nostradamus. Pero desde la sala les gritaba el papá que le bajaran volumen porque lo estaban jodiendo. Apretaban los botones y todo se quedaba más bajo y o Rachel o Ross o Mónica o Chandler hablaban en español y los hacían reírse. Daban anuncios y al muchacho le daban ganas de comer galletas Chiky y tomar Coca-Cola en el colegio. Recordaba la tienda y la lucha libre en la televisión y los partidos de balonmano y se ponía boca abajo en la cama para disimular una erección. Quería saber cómo era el pene de su hermano. Era más grande seguramente porque era mayor. Tenía curiosidad de los penes de todos los hombres que lo rodeaban. Le daba tanto miedo el tamaño del suyo. Lo medía todos los días con una regla y siempre era el mismo resultado. Temía que nunca creciera más que eso. Lo jalaba con ganas todas las noches, cuando flácido, para ver si estiraba. No rezaba por eso porque a Dios no había que molestarlo por cosas tan ridículas, por penes tan pequeños. Dios no se encarga de eso. Dios se encarga de otras cosas. No vayás a olvidar todas estas oraciones, le habían dicho en el Catecismo. El muchacho recordó estar parado frente al altar con ganas de besar la estatua de Jesús en la mejilla y darle gracias por todos los regalos que le iban a dar. En el montón de bancas estaban todos los de su familia y todos los del pueblo que iban después a la gran fiesta. El muchacho todavía no tenía erecciones y como no tenía erecciones no conocía pecado. El muchacho todavía comía carne. Todavía creía que le gustaban las mujeres. Friends aún no había estrenado.

*


El Sr. Molina sintió pena por su hijo cuando lo vio caminando desde la otra calle. Estaba con todos sus amigos platicando y ver a aquél muchacho insignificante le hizo pensar que no era posible que eso era fruto de su semen, nacido de sus penetraciones. No le parecía fuerte ni grande. Ni guapo. Era tan moreno y tan pequeño. Su verga tiene que ser tan chiquita. Quizás ya se masturba pero no me dice. Más se acercaba el muchacho y más se le dibujaba al Sr. una sonrisa burlona. Todos los amigos se callaron y ya se escuchaba el ruido de los cubos de hielo golpeando alrededor del vaso que le traía. El Sr. Molina tenía sed y nada le provocaba más placer en esos momentos que agua helada con hielo. Se la tomaba de un solo y entonces le devolvía el vaso a su hijo quien caminaba de regreso a su casa con sus nalgotas gordas puras de mujer pasando por el puterío El Papaturro. Al Papaturro me va a tocar llevarlo. A que un par de putas se lo den. Les va a dar risa el bichito pero que se lo den. Ya tiene edad. Uno de estos días le pregunto si ya se masturba pero espero que me conteste. El bicho parece que a veces ni habla, porque se me queda viendo con miedo y con ganas de llorar. Cuando le doy el dinero lo agarra con la mano abierta pero después lo apuña como con pena. A saber qué va a ser de él. A saber. A saber qué estaba pensando yo cuando lo hice. Lo hicimos mal quizás. Nos salió todo aguado y afeminado. Será culero o es que pasa demasiado tiempo con ella. Las putas lo van a arreglar o si no lo arreglo yo de un par de cinchazos. A saber por qué no lo he puesto a lamerle la sal de la espalda de sus hermanos o a sentarse en maicillo. Lo voy comenzar a llevar a la finca en las mañanas a que le pegue el sol y se tueste y que recoja naranjas. Que se le salgan los huevos, que le crezca la verga. Que coma tortilla y levanta mierdas y que se ponga más grande. Me da pena verlo allá, caminando, así de lejos parece un cerdo negro caminando con la espalda doblada. No pone ni un pie adelante ni un pie detrás, va como flotando en lodo, el bicho.
El Sr. Molina vio a su hijo desaparecer, dar la vuelta a la esquina y regresó a la conversación con la boca helada y sin sed.
-Ese es el menor, vea.
-Sí, es bien inteligente.
El Sr. Molina respondió con una sonrisa y la boca se le secó y sintió sabor al polvo flotando en la calle.


*


El olor a la panadería. Al pan en la panadería o la sorbetería Cuatro y Uno. El sabor de las conservas en los puestos del Viernes Santo y la grasa grasosa de los churros españoles de la esquina y los plátanos fritos o las papas antes de subirse a las sillas voladoras. El olor a la fritada o las naranjas que se les sale el zumo cuando las pelan. Las espumillas que le trae la tía o el olor de la boca de su papá cuando ha tomado. A ver si un día tomo yo. No le gustaba ir a la tienda a comprar la botella de vodka y le decía siempre que no. El papá se enojaba y a él le daba miedo. Pero igual decía que no. Se encerraba en el cuarto y sabía que en el cuarto no le iba a poder pegar. Vieran que inteligente es el niño lleva puros 10. Inglés puede ya y se gana siempre el primer lugar. Cuando consiga novia la va a besar y van a tener hijos, ya va a ver. Pasa encerrado en el cuarto y pasa leyendo. Es inteligente el bicho. El sabor del Pollo Campero y las papas fritas que vienen en bolsa y se aguadan en el camino. Las charamuscas y los chocobananos de la esquina de la Niña Santos y las tortillas y los tamales de leche y azúcar de la Niña Nena. Le gusta más sacarle el pollo y comerse la masa porque al fin la masa es la que engorda. Está criando una buena panza en la cual criar zancudos y parásitos. Los salpores y los nachos y los churritos de la tienda de la Niña Mercedes. Los tortitrix con sabor a frijoles y el pavo de Navidad o de año nuevo. Su papá siempre se duerme temprano y no revienta cuetes con ellos. Cuánta gente camina por la calle y que no quiere que lo reconozcan. No quiero que me reconozcan, me dan miedo. El final de la novela y el sabor del té helado o de la Coca-Cola dulce, dulce, dulce, del fresco de tamarindo y los mangos que caen a la piscina y los sacan con una red y lo parten, en trozos y en mordidas. La tierra. El jabón. Los dulces de la cartera de su tía y las galletas que guarda en la gaveta de su cuarto. Su panza, su panza, tan grande, tan grande, que le empieza a ocultar su pene. Es tan pequeño. A ver cuándo crece. A ver cuándo crece y es igual que el de sus compañeros y debe ser gigante. Tan gigante que necesitan la ayuda de un montón de bichos para masturbarse.

El montón de semen le cayó en la panza y al menos se sintió contento de tener tanto adentro. Se empezó a masturbar por todas partes cuando la casa estaba sola: en la sala, en el escritorio, en la cocina, en el garage, en la librera, en el baño, en el jardín, cerca de la cruz, en el baño de su hermana, en el comedor, en el pasillo y frente a los pilares, a apretarse entre los carros parqueados y la pared, en la ventana viendo a la calle, en el espejo viéndose a él, con la revista o con los libros, pensando en sus compañeros o en Juan o en Javier, en el lagartija o en Mario. Sintió en su pene un dolor extraño y tuvo que parar hasta que se recuperara. Tanto semen, tanto semen. Qué alegre se sentía. Llenaría diez vaginas de diez putas con tanto semen.


*


Creo que sí, que todavía me quiere. Sí. A veces lo veo caminar tan recto y ser tan bonito. A veces me trae tantas cosas y se va de viaje y me dice que me quiere. Sí. Las cosas las repite con dolor o con duelo, como si se murió alguien o le están torciendo la mano. Aquí en el pueblo las mujeres cocinamos y cocemos frijoles y servimos el desayuno con diez tortillas. Sí. Abrazo mi pecho y recuerdo lo fértil que era. Lo bonito que era ser fértil. Tropiezo en las piedras y recuerdo las procesiones y las alfombras y la cama separada. Esta cama tan grande con un rosario detrás, sí, señor, haré todo lo que pidas. Haré todo lo que pidas por mis hijos y por mi familia. Ánima de mi madre, ánima de mi abuela. Veo las cosas pasar y el pueblo vivir y los cerdos mueren a manos de gente que los sabe matar. Hago chorizos, sí, largos, el olor me gusta. Cuánto contenedor ahí adentro con tanta babosada que traen. Tanta marihuana que he encontrado en sus bolsas, sí, tanta. Sí, lo quiero, me digo, me repito. Es bonito repetirse las cosas como le hacían a uno repetirlas. Yo me iba ya para Estados Unidos y me había comprado los zapatos, sí, fuertes, tenis porque yo estaba lista para cruzar. Me iba para la ciudad primero porque ya había conseguido una amiga con la que quedarme y salir al siguiente día. Sí, llegaría y conseguiría trabajo y un negro que me quisiera y caminaríamos cerca del Empire State e iríamos a Disneylandia con todos mis hijos y serían hijos bonitos y café con leche, entre morenos y mulatos. Sí. Tan bonitos los niños que son así, mezcla. Yo me iba y ya estaba lista. Me gusta revolver los frijoles en esta gran olla y me gusta ver el humo salir, sale el humo con olor a quemado. Cuesta que aguaden los frijoles y le echo un buen trozo de lomo. Los chiqueros de cuando era niña y el dolor de cabeza cuando venía el chinto. Bonito era el pueblo cuando hacía menos calor. Pero uno no vivía bien, uno vivía mal. Ya ni pisto había en los delantales de mi mamá y yo le pedía, pero cabal una se consigue marido o una se queda aquí haciendo nada y vendiendo manteca. Yo me quería ir. Yo estaba lista para irme. Los veo y veo a estos bichitos y lo único que hacen es estudiar. Yo no estudié mucho me daba pereza y no era buena memorizando. Tantas cosas que uno puede aprender y que no ha aprendido. Yo aprendería inglés y lo pronunciara bien. No sería de esas que se va y se queda a vivir con el montón de latinos y sigue comiendo pupusas allá arriba. Es bonito allá. Me decían que era bonito. Que me conseguían trabajo y marido, ves, allá no se vende manteca. Sí, qué bonito sería. Yo estaba lista y tenía los tenis listos y los centros comerciales y las computadoras y los bares y los outlets y las faldas y los vestidos y yo usara pantalones. Ella nunca me dejó que usara pantalones. Decía que los pantalones eran para las putas. Las putas, sí, qué putas. Sí, las putas usaban pantalones apretados y enseñaban las nalgas. Yo le hago la trenza y la jalo el pelo y es tan largo y tan fello puro pelo de tusa. Ay la Tusita tan linda en la película que tiene hambre y tiene frío y después tiene sed y después ya no tiene y después le pide que le enseñe la pistola y Pedro Infante tan guapo. Un hombre así quiero, sí, con pistola y un gran cinturón de cuero que diga EL SALVADOR o que diga ESTADOS UNIDOS porque yo allá voy a vivir. Tan chivo que va a ser y yo estaba lista para cruzar las fronteras. Que primero se va a Guatemala y después se cruza México. La visa uno ni la pide porque no se la dan. Uno se pasa por ríos pero es bien fácil. Cuando yo me iba todavía era bien chiche. Hoy no es nada chiche. Sí. Mejor me hubiera ido entonces. Si no me hubiera detenido. Sí es que fui tonta porque cuando lo vi que estaba parqueando el carro enfrente del pupilaje yo ya sabía que yo no tenía que salir. Cuando tocó la puerta yo ya sabía que no tenía que abrir la puerta y verlo. Yo ya sabía que no tenía que hablar con él y no tenía que dejar que me besara. Pero es que le oí la voz y la voz siempre me gustaba, sí. Era bonita la voz y con la voz me repetía un montón de cosas. Que yo voy a trabajar, me dijo, que yo voy a hacer pisto, me dijo, que vamos a tener hijos, me dijo, que los vamos a criar, me dijo, que te voy a llevar de viaje, me dijo a Europa y a Aruba y a Japón y a Brasil, me dijo, que conmigo te van a dar visa, me dijo, que vas a ver que me vas a cocinar, me dijo y yo cociendo frijoles y haciendo fritada. Yo es que era tonta y era débil y cuando me dijo y me tocó la mano yo pensaba que no pero al final en la boca solo me salió que sí. Le dije que sí y me llevó a un motel ahí cerca y me encerró y me empezó a decir un montón de cosas y yo solo le decía que sí. Que sí a los hijos y a los viajes y a Japón y a Brasil y a las fincas y sí que iba a hacer pisto y sí que me iba a ir a vivir con él y sí que iba a usar faldas y que sí iba a criarle bichitos y sí que iba a cocerle frijoles y que sí a comprar tamales y sí a dormir en camas separadas y sí a poner cruz en los jardines y sí a cuidarlo enfermo y bolo y a enterrarlo cuando se muriera y que sí a comprarle flores todos los años y que sí a hacerle novenario y que sí a comer sus naranjas y que sí a llevarlo al hospital y que sí a llorarlo y que sí a llorarle y que sí a aguantarle a sus mujeres y a la Elva Luz y que sí a la Nena y a la vecina y que sí a barrerle, trapearle la casa y que sí a despertarlo cuando se quedara dormido y que sí a lavarle el baño y que sí a hacerle caso y llevarle agua y que sí a defenderlo de sus hijos culeros y que sí a lavar las colchas y a colgar las cortinas y a sembrar las plantas y a regar las plantas y a cuidar el pisto y a esconder las pistolas y a comprarle Viagra y a comprarle vodka y a arrastrarlo y a aventarlo a la cama y que sí a darle un beso en la mejilla y que sí a hacerle chocobananos y a freírle frijoles y a cocinarle carne de res para que solo la masticara e hiciera bola y la pusiera de nuevo en el plato y que sí a comprarme pocas cosas y que sí a irnos solos de viaje con los niños y que sí a cambiar los muebles y que sí a dar buenos recuerdos en su vela en su funeral en su aniversario y que sí a cubrir los espejos con una sábana cuando lloviera y que sí a rezarle a los santos por él y que sí a conseguirle menciones en la misa y que sí a parirle hijos y que sí a nunca tener chucho ni gato y que sí, que me iba a quedar, que sí, que sí, que me voy a quedar y le dije sí, le dije que sí, sí. le dije. Sí.

miércoles, 15 de junio de 2011

Country Feedback

El montón de terrenos abiertos a la luz. El polvo y los cables de CAESS, las torres eléctricas. Me las imagino como trampas para animales o también como atracciones de Disneylandia. Mi papá caminando entre las hojas y llegando al pozo. Es tan hondo. No se ve ni tu reflejo. La cubeta de agua, vieja y rajada. Mi papá la baja. Tiene una seguridad extraña, mi papá. La seguridad de un hombre y no lo conozco muy bien. Se su nombre y se que es mi papá. Pero no me ha dicho nada en mucho tiempo. Todo lo hablamos con la mirada o con las manos. Dirige (mis manos) hacia la soga y me hace subir y bajarla. Estoy usando una polea. Lo recuerdo del colegio y de mi maestro. El agua sale, la cubeta sale. Es fresca y fría. Mi papá la bebe con la lengua, como hacen los perros. Yo hago lo mismo porque me la entrega. Somos perros. Tenemos tanta sed. Tengo tanta sed. Las paredes de ladrillo de esta casita del pozo están llenas de telarañas. El suelo es de cemento y una naranja podrida está a unos metros.

¿Qué hacés, decís vos, en este lugar? Si mi cama es el lugar favorito. Mi cama o algún libro o algún periódico. Aquí, no encuentro nada. Aquí solo tengo miedo. Aquí el agua viene desde un lugar profundo que me aterra. No quiero ir tan hondo. No quiero beber agua de ahí, desde abajo, desde donde imagino cocodrilos y serpientes en rituales de apareamiento entre especies, prohibidos.

Mi papá me señala con la cabeza que es hora de caminar de vuelta. Caminamos un poco. O bastante. Es difícil de decir con unos pies tan jóvenes. Escucho el sonido de mis pies contra las hojas y las ramas en el suelo. El carro está cerca. Cada vez más cerca. Noto la pistola que mi papá lleva en la cintura y me pregunto si algún día ha matado a alguien.

Quiero preguntarle. Me muero por preguntarle. Pero me quedo callado y recojo una naranja y la muerdo con todo y cáscara. Me trago las semillas.

Me muerdo la lengua.

It's crazy what you could've had
Crazy what you could've had

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Escrito mientras suena: Country Feedback, R.E.M.

Querido Rostam: Este banner es tuyo.

Este banner es tuyo, Querido Rostam. Del segundo día en la vida en el que te he visto en persona y de cuando me enamoré un poco más de vos. De cuando te vi tan concentrado y tan aburrido con tu banda. Las luces del escenario sobre tu cabeza y tu rostro perfecto. Esa noche lisboeta en la que no te enamoraste de mí. Ya estás perdiendo la oportunidad Querido Rostam. Otros labios, locales y a mi alcance, me reclaman. No puedo seguir esperando para siempre por vos. Este banner es uno de los últimos gestos que hago. El próximo tiene que ser tuyo. El álbum dedicado, gira con mi nombre, una visita inesperada a mi edificio. Te espero, Querido Rostam. Espero tu gesto porque lo he estado esperando desde hace varios años. No puedo ser solo yo el que haga todo. También tenés que poner de tu parte. La espero. Te espero.

Si usted no sabe quién es Querido Rostam, diríjase a esta ridícula entrada de Un Raro Dúo.

Vuelo perfecto

Todo va a estar bien. En el aeropuerto va a haber un montón de niebla (porque así es siempre en el aeropuerto de San Francisco) pero los vuelos van a despegar normalmente. Los pilotos que despegan de este aeropuerto están perfectamente acostumbrados al clima. Los pasajeros se van a subir con sonrisas y maletas. El olor a Pollo Campero es para los vuelos en dirección contraria, así que el olor será a ropa nueva, a maletas nuevas, a detergente Downy. Después de unos segundos en la niebla el avión va a despegar y va a haber luz. Mucha luz. La bahía va a estar coloreada por el blanco y de repente, algunos agujeros y desde ahí van a poder ver Twin Peaks y sus antenas. El Golden Gate en burbujas de nubes. El ascenso tomará poco tiempo. El Airbus 321 funcionará perfectamente y los flaps se retraerán. La ruta normal, el tiempo normal. Alguna película de Hollywood y algunos anuncios de tarjetas de crédito y cadenas de hoteles. Ustedes van a estar nerviosas, pero no se preocupen, todo va a salir bien.

Vamos a manejar en la carretera. Todo va a ser normal. Otro viaje al aeropuerto de media hora. Su avión va a estar aterrizando mientras nosotros nos acercamos al aeropuerto. Nos vamos a parquear justo en el momento en que el avión toca el suelo. ¡El Pacífico salvadoreño, desde la ventana! Luego, palmeras. Luego, arbustos. Luego, el asfalto de la pista y las palabras EL SALVADOR. Aterrizaje/parqueo simultáneo. La vamos a esperar un rato y luego va a salir.

Un vuelo normal. Un vuelo perfecto, como el de cualquier otro día. Excepto que en este vienen ustedes.

¡Hola! Les vamos a decir. ¿Cómo estuvo el vuelo? Tranquilo, hijo, tranquilo.

lunes, 13 de junio de 2011

Cuentos de Cipotas (i)

Puesiesque a mi mamá y a la Gladys y a la Blanca Patas de Tranca les gustaba jugar a mecerse en una hamaca allá abajo por El Cocal y entonces ¡fum! se meneaban bien rápido y se agarraban bien agarradas de la tela pero una vez mi mamá meció muy duro a la Gladys y la Gladys no se agarró bien y se fue a caer como a un montón de lejos y se dio con las nalgas y se cagó en el blúmer y gritó: ¡Me cagué, me cagué en el blúmer! y mi mamá y la Blanca Patas de Tranca se pasaron riendo como cinco minutos con dientes pelados y lenguas atragantadas y siacabuche.

Portentoso [Chubascos aislados]

Tolero poco tu presencia. Se me hace molesta y cabrona. Caminás con la misma pereza con la que caminabas cuando estábamos juntos. Te movés de la misma manera e imagino la misma desidia en la cama. Me das asco y hacés que eructe mi cerveza. Me despertás el instinto de la amargura, que lo tengo a flor de piel, y lo hacés surgir nuevo, de nuevo. Es como si nunca hubiera conocido el desagrado y lo estoy conociendo con vos. Tu cuerpo que en su momento me pareció atractivo ahora me parece nefasto, fúnebre. Habría que ponerlo siempre junto a los ataúdes en los funerales porque representa perfectamente la decadencia de la humanidad. No es que estés muy gordo o muy flaco, sino que tu cuerpo se encuentra en el punto medio, en la mediocridad absoluta. Cae aguado como cascada sucia y se aplasta al suelo, pegajoso con cerveza y desabridas papas fritas. Aparecés, casi siempre, cuando estoy listo. Desde hace mucho tiempo ya estoy listo para verte y que se me amargue la garganta o sentir el mal sabor en la lengua, el mal olor en la nariz. Después de todo, el malestar solo dura un rato. Sos una bolsa de basura que por más que saque a la acera, el basurero sigue dejándola ahí. No te puedo hacer desaparecer porque todavía existís, y está bien que existás, porque después de todo las bacterias y los virus siempre han tenido el derecho a vivir (concedo con una sonrisa que somos un mundo cohabitado por especies hermosas y horribles). Lo bueno es que ya he hecho mi paz con tu existencia. Lo que antes fue tan difícil ahora es bien simple. Sos la pus de una espinilla que sigue saliendo más allá de los 30 años, pero que disfrutás tanto arrancártela, botarla a la basura, y olvidarte de ella por un tiempo.

Hasta que vuelve a aparecer.

domingo, 12 de junio de 2011

Que yo no escribo sobre la guerra

Ves, ahí va el escritor de nuevo. Esta vez va caminando para la calle peatonal. Se ve oscuro en pensamiento y lento en pies. Lleva una mochila y en la mochila asumo que lleva un montón de papeles con sus escritos. Él no tiene blog. Él escribe solo en papel.

-Esas cosas de los blogs son para los pendejos, le dijo a una amiga en un momento extraño de franqueza. Casi violento.

Yo no lo conozco personalmente, sabés, pero aquí todo el mundo sabe quién es. A él, cuando le dicen que le dicen el escritor, le da risa porque dice que él no es. Que él nunca ha publicado nada. ¡Ay escritor, tan tonto! Un día lo voy a detener en sus paseos por los jardines (cuando anda pensando cosas tan, pero tan profundas, tan bellas, tan poéticas y formas nuevas de contar un cuento) y le voy a dar una cachetada suave, cariñosa.

-Escritor, sos escritor, le voy a decir.

Y se va a reír y vamos a ir a tomarnos una cerveza a uno de los comedores de Antiguo. Y cuando me diga si quiero leer el último cuento que escribió ("redefine el género", menciona), le voy a decir que no.

-Acordate que sos escritor porque escribís, no porque te lean.

Sí va. Se me había olvidado.

sábado, 11 de junio de 2011

Beso en la Fosa

Me agarra por arrancarme pelos de la nariz. Los agarro pero primero los toco. Son tan lindos y la textura me gusta. Me gusta la textura del interior de mi nariz. No me extraña que todo el mundo lo haga. Hay algo de curioso, de sorprendente. Cuando estás pequeño no tenés pelos en la nariz. Pero te comienzan a salir y te da por arrancártelos. Los arrancás y sentís un dolor que te saca una lagrimita. Una lagrimita pequeña, delgadita, del tamaño de un pelo. Son las distracciones más hermosas del mundo. Puedo pasar minutos tocando el interior de mi nariz. La cavidad nasal más emocionante del mundo. Tanto por descubrir, tantos pelos por sacar. Los saco y los veo. Me sorprende lo grandes que son. Inmensos. Tienen una raíz blanca y los imagino gritando. Dejando su cavidad oscura tan cómoda. Paso así, oyendo música y buscando sitios nuevos y escribiendo y sintiendo los pelos de mi nariz. La textura porosa de mi mucosa seca. Me da miedo a veces arrancarlo. Me da miedo el dolor. A todos nos da miedo el dolor. Pero entonces lo olvido y me agarra el valor. Lo arranco. El dolor. Llega de nuevo. Se hace una adicción y llega el punto en que dejo mi nariz limpia de pelos. No más pelos. Entonces me tengo que esperar una semana o dos para tener nuevos. Y entonces vuelve a comenzar. La rutina más emocionante. Las cosas que solo se hacen cuando estás solo. Qué bonito sería encontrar a alguien que me arrancara los pelos de mi nariz. Que se enamore de la oscuridad y de sus raíces blancas. Que pasara horas tocándome y sin avisarme los arrancara.

¡Ay! Le diría.

Y luego él me daría un beso en la fosa y todo estaría bien.

La Plaza del Comercio o adonde nació nuestro amor por Lisboa

Está nublada Lisboa y estamos caminando, vos abrigo amarillo, yo abrigo blanco profundo. De la mano no vamos, no nos amamos (ni por casualidad ni con rabia). No te dejo engañarme y vos no te dejás besar. Sabés todas las historias y yo se tu estatura en pies, centímetros y en pulgadas. Te cuento tontas tonterías y vos reís tontamente, siguiendo la pista de las palabras. Los adoquines son de algodón o de azúcar y nos marean las olas del río. No hay nada más allá de estas paredes y estamos encerrados en la Plaza de Comercio. Damos vueltas y ahí es donde cambia el día: a veces hay sol y nos bronceamos, a veces está nublado y nos cubrimos abrazados de la lluvia. A veces, de noche, dormimos; el río se mueve pero no nos deja salir hacia ningún lado. Ni vos ni yo sabemos nadar. Ni vos ni yo sabemos botar paredes. En la estatua nos montamos y tomamos fotografías estúpidas. Fingimos ser reinas y reyes y nos desnudamos para pasar el calor. ¡Reyes y Reinas desnudas, sí como no! Tomamos fotografías y las vemos y las colgamos en lazos improvisados de una punta de la plaza hasta la otra. Decoramos el lugar cual feria y bailamos algunas canciones de fado, aunque yo ya te dije: a mí no me gusta el fado. No te gusta nada, me decís. A mí me gusta Lisboa y me gusta Lisboa con vos. Aunque para nosotros Lisboa solo sea esta plaza, solo sea esta estatua, este río que ni nos traga ni nos salva.

Contentos estamos encerrados por años y nos quedamos dormidos. Despertamos y la Plaza de Comercio sigue ahí, con nosotros, para nosotros.

Busco plato negro para comer pan

En la cocina no hay pan. Todo el pan que teníamos está lleno de moho o de hongos y de animales pequeños que se lo están comiendo. Que coman ellos mejor porque yo no tengo hambre. En la cocina un tomate viejo es acariciado por una mosca. Que coma ella porque yo no tengo hambre. En la cocina, una caja vieja de leche atrae hormigas. Es tan dulce la leche. La leche de una vaca, una vaca gorda de Guatemala, porque de Guatemala viene todo lo bueno. De Guatemala venía él todos los fines de semana a verme. En la cocina la refrigeradora está abierta. Huele raro. A gas o a líquido o a frijoles muertos. En la cocina, unos frijoles en el suelo. Los recojo para morderlos porque los muerdo solo para vomitar. Prefiero vomitar porque no tengo hambre. Con él siempre comíamos bastante. Salíamos siempre a comer. En el Mister Donut o en Las Cascadas. Entrábamos al supermercado y comprábamos una bolsa de cachitos dulces y comíamos en el parqueo a la par de los carros. Contábamos los colores de los carros. Cuántos blancos y cuántos negros. Cuántas señoras venían del salón. En la cocina, agua gotea del grifo. El grifo siempre gotea agua, nunca vino. En la cocina, el microondas está abierto, con queso quemado pegado. Lo agarro y está tostado. Me lo pongo en la cabeza, se enredad en los colochos del pelo. Tan grande mi pelo. Tan grande mi pelo en la cocina.

En la cocina tengo un refrigerador y en el refrigerador que tengo en la cocina un montón de postales que me mandó él. Desde Antigua Guatemala. Ahí veo El Arco y la esquina del parque. Ahí nos conocimos cerca de la fuente y lejos de mi cocina.

No las leo. Hace tiempo no leo las postales que me mandaba. Me gusta dormir en mi cocina. En mi cocina tengo todo lo que se come. Quiero ser comestible o potable. Quiero que me empaquen en caja o en bolsita transparente de basura con cinta para cerrar.

Quiero despertar en un vertedero y oler a su boca. Su boca siempre olía a basura. Lo extraño tanto. Extraño tanto su boca y su Guatemala. Las nacionalidades son tan confusas. Confusas como pensar en lo que hacen unas pasas en el suelo de mi cocina. O en mi cocina, los platos sucios. Busco plato negro para que mis hormigas coman pan. Yo quiero a mis hormigas. Las he bautizado con miles de nombres. He echado un montón de agua a su nido y he repetido cientos de nombres, miles de nombres

Adán
Alicia
Marta
Miranda
Milagros
Mario
Fátima
Gloria
Sonia
Guadalupe
Verónica
Elena
Julia

He dicho todos los nombres con solemnidad sacerdotal. He creado bautizos con mi voz y mi saliva y en mi cocina. En mi cocina busco plato negro para que mis hormigas coman. Sirvo el pan y ellas llegan. Son tan lindas. Tienen tantos nombres, nombres míos.

En mi cocina duermo y sueño con el convento de las Capuchinas. Ahí entre las columnas lo vi caminar y esconderse en los claustros, esperándome.

Tranquilo, tu nombre

Tranquilo tu nombre lo van a conocer. Van a saber sus sílabas y sus tildes y lo van a mencionar. Tranquilo, de un micrófono a un altoparlante: de la boca de funcionarios, de escritores, de personalidades, de la gente en la calle. Tranquilo, tu nombre. Vos pensás que nada, que absolutamente nada: pero dentro de poco todo el mundo lo va a saber. Es un nombre que nació para ser conocido, ves. Pensar que lo querías cambiar, que no estabas contento. Es un nombre bonito. Es un nombre que te pusieron para que fuera pronunciado en eventos, en presentaciones, en recomendaciones, un nombre para ser leído.

Tranquilo, tu nombre, algún día, va a ser tan famoso como vos.

jueves, 9 de junio de 2011

¡La Ouija, Martita!

¡Que sí! Que tu abuela tiene una ouija. Que es bruja, tu abuela. Que vende zapatos y es bruja.

¡Mentira mi abuela no es bruja! ¡Mentira!

Que vas en el microbus de Santa Tecla para Opico y los bichitos van jugando con una ouija que consiguieron a saber dónde. Vos vas jugando con ellos. La Ouija se va moviendo, pero sí, se va moviendo porque el carro se mueve. Y de repente. ¡POM! Un hoyo y el carro se va de lado y todos gritan.

¡Es la Ouija! ¡Es la Ouija!

Que vos tenés miedo porque dicen que tu abuela es bruja y que anda haciendo a saber qué cosas. Pero ella ya no es bruja. Ella vende zapatos y apenas se acuerda de lo que dice. No se acuerda de vos. Si te ve, te escupe.

-¡Yo no soy tu abuelita, hijo de puta!

Y vos te escondés detrás de la puerta de la cocina. ¡Tu abuela está loca! Es la abuela que menos has visto y que menos conocés. Es como una señora, más que tu abuela. Te debería de dar pena, pero a los bichitos consentidos nada les da pena ni vergüenza. No, para ellos, la abuela solo es la viejita loca que dicen que es bruja.

¡Ya te va a llegar a jalar las patas por andar escribiendo babosadas!

Y que la Ouija, y que Martita, vos no entendés por qué a las bichas del Santa Inés les interesa tanto eso de la brujería. ¡Quizás porque ellas no tienen una abuela bruja! Vos sí, y lo comprobás cada vez más. Estás cada vez más seguro. Tu abuela es bruja y lo mejor es mantenerla de tu lado. Aunque te escupa, aunque no te reconozca.

Llamala por su nombre, dale agua, mirala con miedo. ¡Imaginate, un niño, viendo a su abuela con miedo!

Pero así ha sido de absurda tu vida, así, con ouijas y lápices llamando a la Martita, con los pelos de punta en una noche de tormenta, con el miedo en que cualquier momento
tu abuela
aparezca
como la viste
el día
de la misa de novenario de tu papá.

Despeinada, en silla de ruedas y con la cabeza de lado.

¡La Ouija, Martita, traé la Ouija!

On the Bound

En el delantal mi abuelita siempre anda pisto. Anda un montón de billetes de colones. Está dormida en la hamaca y la lora no para de gritar. Grita el nombre de la Paula, la muchacha de la casa. Ella también anda delantal pero ella en el delantal no anda pisto. Mi abuelita sí. Mi mamá vive cerca y yo vivo con mi mamá. Pero mi mamá no usa delantal. Ella no va al mercado. Mi abuelita sí va al mercado. La vamos a ver de vez en cuando. Está sentada y usa lentes y apesta a carne ahí. No me gusta. Me agarro de la falda de mi mamá y le digo que nos vayamos. Le grito. Mi abuelita me dice que me calle y que sea hombrecito y que no diga nada. A mi mamá le gusta la fritada. Mi mamá comía un montón de fritada cuando estaba chiquita. Todavía come ahora de grande. Mi tía, mi mamá, mi abuelita y la Paula son gordas. Mucha fritada comen quizás. Tienen unos grandes brazotes.

¡Paula! Grita a cada rato la lora. La lora no tiene nombre pero habla como gente. Está colgada en una jaula en el árbol del jardín de la casa de mi abuelita. No se el nombre del árbol. No creo que de frutas. La casa de mi abuelita me da miedo. Tiene un montón de cuartos oscuros y me da miedo entrar. Hay animales y tacuacines. Tiene dos perros bien grandes que me ladran cuando me ven. A veces murciélagos. Pero voy ahí porque mi abuelita huele a perfume y me abraza y me da pisto. El delantal le rebalsa con billetes de a colón y de a cinco colones. Siempre se duerme en la hamaca y me gusta imaginarme que soy malo y que le quito pisto y ella ni cuenta se va a dar.

Pero mi mamá dice que no que nosotros no le quitamos pisto. Nosotros no. Yo se donde mi papá guarda el pisto. Lo guarda en una gaveta a la par de su cama. Mi papá tiene un petate arriba de la cama. Le duele la espalda. Mi mamá y él duermen en camas separadas. Pero yo a veces oigo ruidos y una vez mi hermano me dijo que fuera y que oyéramos. Así que creo que a veces duermen en la misma cama. Yo se dónde mi papá guarda el pisto pero yo nunca le he quitado. Él todos los domingos nos da pisto para que mi hermana y hermano y yo llevemos al colegio. En el colegio en todas las materias voy bien menos en física. Estoy gordo y soy huevón.

Yo no como fritada, pero estoy gordo.

Me gusta comer marquesote con café. Mi mamá me da todos los días marquesote con café. Mi abuelita no puede comer marquesote porque está enferma. Todo lo dulce le hace daño. Mi abuelita a cada rato me dice que yo tengo sangre dulce. Ella también tiene la sangre dulce pero enferma. En el colegio con el pisto que me da mi papá me compro una Coca-Cola y una galleta Chiky. Pero mi abuelita no podría comer ni tomar eso. ¡Paula! Grita a cada rato la lora y la Paula sale disparada a la puerta porque alguien quiere comprar manteca. La Paula está arrugada y es bien fea. Y no anda pisto en el delantal. Me da miedo porque tiene voz de viejita y dientes postizos. Mi abuelita tiene dientes postizos pero son más limpios y bonitos.

Mi abuelita una vez me arrancó unos dientes de leche que tenía. Mi abuelita me da medio miedo. No es que sea fea porque es una viejita bonita. Se sienta en la silla de hule y nos llama para platicarnos. Pero no nos cuenta muchas cosas. Mi abuelita y mi mamá tampoco hablan tanto. Yo no hablo tanto con mi mamá. Yo las veo platicar y no entiendo lo que están diciendo, pero hablan bien bonito las mujeres. A mi papá no me gusta oírlo platicar con su hermano ni con sus amigos. Hablan bien fuerte y se friegan y dicen malas palabras.

Mi mamá me ha dicho que yo no tengo que decir malas palabras. Pero mi mamá si dice malas palabras.

Un día se va a morir mi abuelita me dijo mi mamá. Ya está viejita y tiene la sangre mala, dulce. A mí me da pena porque vamos a hacer funeral y no me gustan los funerales. Yo no creo que vaya a ponerme triste por mi abuelita pero sí me voy a poner triste por mi mamá. Mi mamá a cada rato habla de mi abuelita. Cada vez que salimos de aquí nos llevamos a mi abuelita. Le trae comida y la abraza y le dice mamá. Mi abuelita es la mamá de mi mamá. Por eso es que me voy a poner triste cuando se muera. No porque sea mi abuelita, sino porque es la mamá de mi mamá.

Un día le voy a sacar pisto del delantal y ni cuenta se va a dar. Pero no, porque yo no hago eso. Yo se dónde mi abuelita y mi papá tienen el pisto. Pero yo nunca les quitaría no. Porque mi mamá se enojaría.

Y yo no quiero enojar a mi mamá. A la mamá de mi mamá y a mi papá tal vez, pero a mi mamá no.

A mi mamá no.