lunes, 13 de junio de 2011

Portentoso [Chubascos aislados]

Tolero poco tu presencia. Se me hace molesta y cabrona. Caminás con la misma pereza con la que caminabas cuando estábamos juntos. Te movés de la misma manera e imagino la misma desidia en la cama. Me das asco y hacés que eructe mi cerveza. Me despertás el instinto de la amargura, que lo tengo a flor de piel, y lo hacés surgir nuevo, de nuevo. Es como si nunca hubiera conocido el desagrado y lo estoy conociendo con vos. Tu cuerpo que en su momento me pareció atractivo ahora me parece nefasto, fúnebre. Habría que ponerlo siempre junto a los ataúdes en los funerales porque representa perfectamente la decadencia de la humanidad. No es que estés muy gordo o muy flaco, sino que tu cuerpo se encuentra en el punto medio, en la mediocridad absoluta. Cae aguado como cascada sucia y se aplasta al suelo, pegajoso con cerveza y desabridas papas fritas. Aparecés, casi siempre, cuando estoy listo. Desde hace mucho tiempo ya estoy listo para verte y que se me amargue la garganta o sentir el mal sabor en la lengua, el mal olor en la nariz. Después de todo, el malestar solo dura un rato. Sos una bolsa de basura que por más que saque a la acera, el basurero sigue dejándola ahí. No te puedo hacer desaparecer porque todavía existís, y está bien que existás, porque después de todo las bacterias y los virus siempre han tenido el derecho a vivir (concedo con una sonrisa que somos un mundo cohabitado por especies hermosas y horribles). Lo bueno es que ya he hecho mi paz con tu existencia. Lo que antes fue tan difícil ahora es bien simple. Sos la pus de una espinilla que sigue saliendo más allá de los 30 años, pero que disfrutás tanto arrancártela, botarla a la basura, y olvidarte de ella por un tiempo.

Hasta que vuelve a aparecer.

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