-Ya vas a ver, todo esto va a cambiar.
Yo me limpié con el palillo los restos de carne y me los tragué. Sabían a saliva.
-Todo está a punto de ser diferente.
Tomé un trago de mi digestivo y asentí con mi cabeza. Besé tu cerebro arrugado con una sonrisa.
-Las cosas no pueden seguir así.
Eructé y te pedí perdón por el olor porque la carne estaba cruda pero así me gusta.
-Algo tiene que pasar.
En el estómago sentí lo pesado de la carne y en mis intestinos una presión hizo que mi recto se llenara de masa fecal.
-¡El país se viene abajo!
Saqué mi pañuelo de la bolsa de mi pantalón y me soné la nariz y me disculpé de nuevo. Tanto moco en mis senos, es increíble. Cuánta producción verde goteada con sangre. Es que a veces me sueno muy fuerte.
-Las leyes tienen que alterarse.
Bebí más del digestivo y la copa estaba vacía. Me serví un poco más y le dí una amontonada a tu cerebro diciéndote:
-Tenés razón.
Vos reíste con la panza y la mente satisfechas y tomaste de tu digestivo. Tu gran plan estaba en camino. Tus grandes planes para el país. Todo iba a cambiar, lo dijiste claro.
Yo me fui al baño a hacer pupú. Los trozos eran de consistencia media; color: café claro.
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