sábado, 18 de junio de 2011

Acera de Santa Tecla

Nos sentamos a platicar en la mesa del Palacio de Santa Tecla. Bonito aquí, me decís, me gusta. Pedimos unos cafés que vienen fríos y los tomamos porque no somos de las personas que se quejan. Ves pasar una viejita con canasto.
-Ves, ella no se quejaría porque su café está frío.
El café de los funerales siempre está caliente. Hablamos de tu pintura y me decís que te han ofrecido irte a no se donde a colgar unos cuadros. Creo que a la Alianza Francesa. Me cuesta ponerte atención con tanto ruido en la calle.
-Y que después vino y no se qué.
Cabal, el vino de siempre. De botella con corcho de plástico pero al menos no de caja. Me acabo el café y enciendo el cigarro. Te digo que todo esto me recuerda a la película Café y Cigarros. Vos me decís que te gustó la escena de los White Stripes.
-Qué lástima que se separaron.
Cabal, te digo, qué lástima. Veo la cuadra de enfrente y me acuerdo cuando caminaba ahí para agarrar el bus y un bicho me pedía un colón. Se me pierde la mirada en el balcón de la casa en el que ahora está una mesa de un restaurante vegetariano.
-Te acordás, cuando todo esto estaba lleno de hojas.
Veo el edificio del Palacio y sí, me acuerdo.
Caminamos hasta el carro y vos lo encendés y te metés un dulce en la boca, lo chupás un poquito y después me das un beso.
-¿Vas a ir a la Alianza?
Te digo que sí y comenzás a manejar hacia Merliot. Bajamos la calle y todos los semáforos están en verde. Te toco la pierna y sonreís. Somos tan talentosos y el mundo está a punto de saberlo.

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