sábado, 16 de noviembre de 2013

Terminó de bajar las naranjas del pick up y le ofrecí un vaso de agua. Me dijo que sí.
Entró y sudaba, el pobrecito.
Tenía la espalda grande, por los costales, las piernas gordas, por las tortillas.
Le decíamos Canche porque era chapín y rubio, pero no quería volver. "Vos hubieras sido modelo, modelo de ropa interior" le dije bromeando y el se carcajeó y me enseñó los dientes llenos de caries.
Si querés te mando a arreglar los dientes, aquí abajo hay un consultorio y te atiende la doctora, decile que yo te mando, que yo le pagó después.
Le arranqué los pelos del bigote con la boca y días después me dijo que se volvía a Quezaltenango, con la boca llena de porcelana, musculoso, magullado.
Empezó contándome que borracho tomaba fotos de sus huevos y me las enseñó, tenía el nuevo iPhone. Yo le dije enseñame tus aplicaciones y me dijo, no tengo muchas y sentí el olor a cerveza. La rodilla pasó por la mía y empecé a cantar la canción, Madonna, creo y me dijo que tenía que ir al baño. Lo vi subir las gradas y se fue. Arrancó el carro y calle arriba se encontró con un extraño tráfico de madrugada y paró en la gasolinera, a comerse un hot dog entero, que llenó de curtido, salsa tomate y mayonesa. La vendedora le dijo que ya cerraban y se salió a la acera a comérselo, encima del carro y fue entonces cuando lo vi, todavía con salsa de tomate en la boca y:

-Hey te fuiste (me bajé del carro y le dije)
-Sí, tenía hambre

Y me dijo que la gasolinera había cerrado, me dio una mordida del hot dog y me limpió mayonesa con el dedo y después se lo puso en la boca y la chupó, intenso.

-Esto es tan cliché, le dije. Vamos a terminar cogiendo.

Él me dijo que tenía que irse y se subió al carro y yo seguí hacia arriba de la Juan Pablo hasta la Escalón, me pareció haberlo visto cuando pasé por la gasolinera.
Lo conocí en el camino de lodo y me ofreció uno de sus cigarros. Yo le dije que no fumaba y me dijo que me enseñaba. Nos fuimos detrás de unos árboles y el olor a naranja se me metía en la nariz y él usaba colonia de la tienda de los Muñoz. No pagué por la botella, me dijo, que contenía alcohol y un vago olor a plástico o a carro nuevo. Yo le dije lo andás en la bolsa y me dijo que sí, se sacó el bolsón de la espalda lo puso en el suelo y cuando se agachó le alcancé a ver el calzoncillos, blanco, con las letras CALVIN KLEIN y un agujero que entreveía un pelo y se levantó y moreno no me dijo nada y disparó dos veces el atomizador y yo tosí, todavía con el cigarro apagado.

Lo vi un par de veces después de ese día y siempre llevaba el mismo perfume, fumando, sin verme.