martes, 7 de junio de 2011

Que escriba:

Que abra la ventana, que se vea en el espejo, que oiga música, que duerma sobre dos almohadas, que cante, que fume, que beba y que bese. Que lea, que meta monedas en alcancías, que apague cigarros en ceniceros, que vea televisión, que busque hombres, que piense en hombres, que lea guías de viajes, que cuelgue rótulos, que recuerde, que corra, que levante, que olvide lavar las tazas, que coma yogur sin gracia, que encienda encendedores, que duerma de nuevo (sobre dos almohadas, sobre tres), que oiga otra canción, que la repita, que olvide escribir en libretas, que vuelva a entrar al mismo sitio, que baje gradas (y luego las suba), que lustre zapatos con Pledge, que tire cojines al sofá, camisetas al suelo, que endulce el café con edulcorantes, que se le olvide el hielo, limpiar el carro, sentir cosas, ver mujeres, tener corazón o sentimientos, hablarle a su mamá, querer a su familia, comprar regalos, seguir estudiando, buscar trabajo, pintar paredes, abrazar peluches, escribir guiones o novelas o canciones, que se quede sentado, con sueño, con los párpados pesados, consciente, inconsciente, sabe muy bien que dormir también es vivir, que duerma, que siga durmiendo, que eso también es vida, que sueñe, pero dormido, que viva, pero dormido. Bonitas ojeras cultivará para sus años aburridos en los que se quejará del dolor de espaldas, del cáncer de esófago, de las defensas bajas, del sabor amargo de sus puentes de dientes amarillos y viejos.

¡Pero que escriba, pues! Que escriba.

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