Te ves tan pequeñito de lejos. Tan chiquitín. No me dieron los brazos para estirarme y tocarte el pelo o tocarte los cachetes. No me dio mi dedo índice para señalarte tu panza y hacerte cosquillas después. No me viste. Solo yo te vi. Como si te estuviera espiando, o buscando un telescopio desde un edificio alto, y vos abajo, tan lejos, tan pequeñito. No creo que recordés mi nombre. No lo recordás. Tu cabeza y tu cerebro son muy pequeñitos todavía para acordarse. ¿Lo podrías decir? ¿Lo podrías pronunciar para mí? Vos no tenés idea de por qué no podemos vernos y yo no te lo puedo explicar. ¿Alguien te lo va a explicar?
Me da miedo que solo así te voy a poder ver. Por casualidad, porque de repente apareciste y vos ni cuenta. Me da miedo que a veces te voy a confundir con otro, o que nos crucemos y vos no me reconozcás. Me da miedo verte así, tan pequeñito y desde tan lejos, desde donde no te puedo decir que te quiero y me da tanta lástima, que a veces me acuerdo de vos y sonrío. Jugá, seguí jugando. Crecé, seguí creciendo.
Aunque te hagás grande yo te voy a seguir viendo de lejos, pequeñito, como si nunca me hubieras conocido.
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