martes, 3 de mayo de 2011

Lowlands, Badlands



Es tu primera vez en San Francisco sin tu mamá gritando "¡vamos a ver a los culeros!" o tu silencio interior y casto evitando que asistás a la mítica Calle Castro sin el miedo a ser descubierto. Tenés solo una noche para salir pues has engañado a tu familia lejana y les has dicho que no estás ahí, que solo estás haciendo escala. Es tu primera vez en esta ciudad solo y tenés un poco de miedo, porque además no querés gastar mucho y el bus y los tranvías se acaban a medianoche y no querés regresar caminando desde la calle esa homosexual hasta tu hostal en el centro.

Así que te proponés salir y encontrar a alguien con quién quedarte y pasar la noche. Preferiblemente que viva cerca de la Castro y en la mañana, regresar a tu hostal a tiempo para agarrar tu maleta y salir hacia el aeropuerto.


Te vas en tranvía. La calle Market (calle Mercado) es una calle larga, que pasa de ser bonita a ser fea y luego a ser bonita de nuevo, y termina adonde comienza la Castro. Una gran bandera de Arcoiris marca el inicio de tu nueva libertad (o vos decís).



Te bajás cerca de la bandera y comenzás a caminar. Recordás la vez que viniste con tu familia, en carro, camino al mirador de Twin Peaks y viste de reojo una de las ventanas de las casas, en las que un muchacho guapo, rubio y con lentes escribía en su computadora. Recordás que en él viste una imagen de la homosexualidad que jamás habías conocido: libre, aceptada y bonita, y vos tenías unos feos, gordos 13 años. No recordás si tuviste una erección, pero probablemente sí.

Esta vez, sin embargo, andás solo, es de noche, podés ir a cualquier lado, quién sabe y conocés a ese muchacho que viste hace años en la ventana. Comenzás a caminar hacia abajo de la calle y te vas encontrando con bares, cafés, restaurantes. Vos querés ir a emborracharte. Pasás por un lugar que te han dicho es bueno: Bar on Castro (ahora, se llama Q Bar, por eso no está en las fotos).


Pero te da miedo. Ves demasiada gente linda. No querés entrar y te acobardás. Entonces caminás hacia abajo. Te hacés terapia y volvés a decir: No, tengo que entrar.


Entonces caminás hacia arriba. Volvés a pasar frente a Bar on Castro. Demasiada gente bonita. No, mejor no, caminás hacia abajo.



Entonces recordás otro lugar: Badlands. Es como la disca de San Francisco. Así que seguís caminando, hasta la 18, y doblás a la derecha.


Ahí está, frente a vos.

Cruzás la calle y entrás. Pedís un trago. Un vodka con Sprite, quizás. Te sentás en la barra, esperás conocer a alguien. Te da risa porque ahí está uno de los vendedores de la tienda Apple, en la que estuviste más temprano comprando algo. Tratás de coquetearle pero él está absorto en otra conversación.

Alguien te saluda. Comenzás a hablar. Es un francés, está guapo, siguen hablando, seguís pidiendo más tragos. Y más vodka. Y más Sprite. Y más vodka. Y más Sprite. Lo besás en la barra. Te das cuenta de que no te has movido de ahí en toda la noche. De esa banca. Él te dice que si te querés ir a su casa, que vive cerca. Sonreís porque tu plan ha salido tal como lo querías. Te parás, pero de repente, todo el alcohol se te sube a la cabeza.


Te despertás, lo ves a la par y esperás no haber hecho nada de lo que arrepentirte.

-You were so drunk you fell asleep once we got here, te dice.

Entonces respirás aliviado. Te vestís, despedís de beso de tu acostón de la noche y salís hacia la calle.


A unos pasos está la Market, con sus tranvías y autobuses funcionando. Te subís a uno. En unas horas vas a despegar hacia Tokio, y te sentís muy seguro porque aparentemente, todo va a salir de acuerdo a los planes que has hecho.

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