domingo, 22 de mayo de 2011

Sobre tu tumba, María Aurelia


Se abre el cementerio de Opico, a la mirada de los dos, con las coronas y las flores plásticas colgadas como aros de hula-hula alrededor de las cruces desde el 2 de noviembre de 2010. En la tierra recorren hormigas y mueren cucarachas y la humedad de las nubes gotea agua salada. Sobre tu tumba María Aurelia coloco mis pies y desde ahí, desde el balcón que te construyeron veo el cielo volverse gris con tormenta y consecuencias. En mi mente pasan escenarios de mala suerte en este pueblo poblado por la violencia y me imagino muerto sobre los azulejos (de baño, de piscina pública) que visten el cemento que te encierra. Veo piedras repartidas por ahí y en cada piedra imagino una gota de mi sangre. Sobre tu tumba, María Aurelia, imagino tus huesos ahí dentro: fuiste mi abuela, cuando viva, ahora que estás muerta solo sos un silencio. Imagino el montón de huesos y polvo que ahora es tu cuerpo y duele sustituir tu imagen de viejita gordita con ese terror de ultratumba, telarañas y gusanos. Qué es del vestido con el que te enterraron, de las joyas que abrazaban tu cuello y tu muñeca y el anillo de oro con la figura de Jesús o María o Dios o algún Ángel de la Guarda. Qué es de la forma en la que el rosario se movía entre tus dedos y hacía ruido cuando sus bolas chocaban una con otra, inspiradas en oraciones repetitivas, ronroneantes, como avispas o chicotes de mayo que entran a tu cuarto a las cuatro de la madrugada. Qué es de tu sonrisa postiza, ahora dientes para exhumarse o robarse, ahora solo unas letras inscritas en una placa de mármol que tiene tu nombre, María Aurelia, tu día de nacimiento, María Aurelia, tu día de muerte, María Aurelia, una estrella y una cruz y una frase enlatada, incapaz, genérica.

Hacés falta, sobre tu tumba. Estás dentro, a distancia de martillo y cincel. Alrededor de mí el pueblo que entre palmera y hojuelas te recuerda de vez en cuando. María Aurelia, sobre tu tumba, pienso que quiero que quemen mi cuerpo y metan mis cenizas con tus huesos, para que me des un beso de buenas noches.

Todas las noches.

Foto: Cementerio Público de San Juan Opico

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