martes, 3 de mayo de 2011

Caminar borracho y homosexual en Sitges

"Sitges es el pueblo gay de España", te han venido contando desde hace ratos, y te gusta la idea de un pueblo gay. No estás en Sitges, estás en Barcelona, pero ese pueblo está muy cerca. Una noche, decís que vas a ir a conocer. Vas y te vas con tu amigo homosexual y deciden pasar ahí la tarde-noche y la noche, hasta el último tren de regreso a Barcelona. Comienza la tarde de manera muy inocente.


Te tomás unas cervezas en la playa, frente al mar bonito, el agua azul y espumosa del mediterráneo. Conversaciones triviales, examinando los cuerpos de los hombres, hermosos especímenes de este continente. Es verano y hace calor, pero lo soportás con tu pantalón corto y tu camiseta negra. Recordás, ahora que escribís esto, cuál camisa llevabas. Es una camisa negra, con el dibujo de un unicornio y la palabra "Horny". La compraste en Lisboa. Llevás, en tus hombros, una maleta con un pantalón para salir en la noche; también andás tu billetera y tu dinero, tus tarjetas, todo. La tarde pasa normal y tranquila. Ya te estás empezando a sentir borracho. Te vas a una esquina con bares gays, y como es tu costumbre, te seguís poniendo borracho.




Vas a una discoteca, pero no sabés ahora cuál es. No sabés cómo se llama, pero recordás perfectamente que sonaba "Relax, Take it Easy" de Mika. Estás tan borracho. Tu recuerdo se reduce a un montón de pasillos y a un montón de luces, al sonido de las pláticas en catalán, español y alemán y a vos bailando sin mucho ritmo ni mucha convicción. Tu amigo, un poco más alegre que vos, te dice que ya se va; que consiguió lugar para pasar la noche (lugar, quiere decir por supuesto, alguien a quién cogerse). Vos le decís que no, que tienen que agarrar el tren, entonces se ponen de acuerdo y él solo va a ir un rato al apartamento y luego se van a encontrar en la estación.


Vos te salís, cansado y con tu maletín todavía en el hombro, y caminás hacia el paseo frente al mar. Te recostás en una de las bancas. ¡Ay, qué bonito aquí, en el pueblo gay de este país tan gay en el que estoy viviendo! ¡Ay, si pudiera quedarme! Pero no, este es tu último verano aquí, y precisamente por eso es que estás haciendo tantas estupideces. Te quedás dormido entre tanto pensamiento. Se te hace tarde. Te das cuenta demasiado tarde. Te levantás asustado.

¡Se te va el tren!

Pero a esta ciudad llegaste solo hace unas horas. No la conocés. No sabés para dónde caminar. En tu estado etílico extremo recordás que la ciudad es como una colina, y si caminás para arriba eventualmente vas a llegar a la estación. Andás caminando, seguís caminando.

Calle,



por Calle,



Pero entonces, te das cuenta. No tenés tu maletín. ¡A la gran puta! Tus documentos, tus tarjetas de crédito, tu ropa, la dejaste en la banca. Salís corriendo de nuevo hacia abajo. ¡Ay qué bonito este país en el que estoy viviendo, en el que estoy pasando este último verano! ¡Tan seguro que nadie toca una maleta abandonada! Llegás a la banca en la que estabas durmiendo y la ves, sentadita, sin ningún problema, a tu maletita de cuero (que por cierto, ahora, ya no tenés, la regalaste).

Así que se repite la misma historia. Comenzás a caminar hacia arriba.

Carrer



por Carrer,



No sabés dónde estás, estás perdido. Totalmente perdido. Andás tan borracho que se te olvida completamente tu poca fe y tu poca creencia en los espíritus y en el más allá y entonces solo se te ocurre pedirle ayuda a tu papá muerto. Papá, por favor, lléveme a la estación. No puedo quedarme aquí. No puedo quedarme toda la noche solo, vagando aquí como tonto, sin tener dónde dormir. No tengo para un hotel. Tengo que encontrar tren e irme para Barcelona a la casa de mi amiga. Papá ayúdeme.

Seguís caminando, las calles, hacia arriba, tan chiquitas, tan largas, tan angostas.



Finalmente, la ves. ¡Ahí estás! Tu papá te guió hasta ahí. Lo ves, el edificio. Ves la señal, el ícono del tren. Corrés a los andenes y comprás tu boleto. Tu amigo está en una banca.




-¡Miguel! ¿Dónde putas estabas?

Los dos se carcajean y vos le contás la historia. La goma al siguiente día va a ser terrible.

*Recuerdo, vagamente, un momento en el que me acerqué a un balcón y alguien me tiró unos muffins y yo me los comí. Pero no se exactamente en qué lugar de la noche ocurrió eso, así que mejor ni lo cuento.

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