sábado, 28 de mayo de 2011

Semen en el abdomen

Te vi dibujar un edificio en una libreta en blanco e imaginar una ciudad con cuadras como manzanas y manzanas en los árboles; atravesaste el pueblo con el polvo en la mano y lo lavaste en la pila de una iglesia, manchaste tu cara de bendición y arrastraste una confesión hasta la finca, adonde mordiste una naranja sin pelarla. El zumo se metió en tu nariz y lo disfrutaste, algo así como un dolor, algo así como despertar masticando un limón. En la puerta colgaste una foto de tu hija muerta y en ella le dibujaste un bigote: nunca la falta de humor, nunca la falta de pezones dormidos. Imaginaste varios escenarios y los montaste todos en el altar de Ilobasco y fuiste repartiendo sudor en la carretera de Oro. Joyas, de Cerén, de Izalco y de Amapulapa; en los balnearios los chimbolos te comieron los callos así como se los comen las pirañas a los turistas en Bangkok. Viste el calor con tu piel y lograste descifrar el significado de la vida. Todo está en un dibujo, en una proyección, en un párrafo. Quisiste compartirlo pero desapareció todo, como desaparece la excitación después del orgasmo, así como se siente pasarse la mano sobre el abdomen cuando el semen ha quedado repartido ahí y se pega a tus vellos, lo llevás a la nariz y sentís el olor familiar al sexo, algo de ano, algo del otro, un beso que se llena de sudor y saliva reciclada.

-Qué bonito dibujás. Qué bonito tomás fotos. Vamos a Suchitoto el otro finde o mejor todavía, escribamos una novela juntos.

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