lunes, 2 de mayo de 2011

Caminar solo, borracho, con frío, en Shinjuku-Sanchome


La noche anterior estuviste en Arty Farty, la única discoteca gay para extranjeros en Tokio, y te la pasaste saltando y bailando con música extraña. Bailaste M.I.A. con una gordita filipina, bailaste Beyoncé con unos japoneses, alguna canción de la que no te acordás con unos taiwaneses y pedías cerveza tras cerveza con los yenes que se te acababan rápido, rapidísimo. Ya tenías un ritual: te tomabas un six pack de cerveza en el hostal (que comprabas en el Family Mart al otro lado de la calle) y cuando ya tenías el valor de salir solo, agarrabas el metro (Estación: Akebonobashi) y en un par de paradas más, estabas en el área gay, Shinjuku-Sanchome. Te bajabas y encontrabas con dificultad Arty Farty, lugar en el que hacías una fila para dejar el abrigo, otra fila para pagar la entrada y al final, otra fila para pedir la cerveza. Biru, biru, biru.

Esa noche, la noche anterior digo, te la pasaste bien además porque conociste a un italiano guapísimo, de unos 40 años, pelo entrecano y con, lo que pudiste descifrar, un cuerpo maravilloso. Comenzaste a hablar con él y una cosa llevó a la otra y cómo no, te lo topaste. Él quería llevarte a su hotel. Pero vos no quisiste. Vos le dijiste: encontrémonos mañana, aquí mismo, y luego vemos qué pasa.

Así que esa noche (la noche de caminar solo, borracho, con frío), te fuiste con el mismo ritual (seis cervezas en el hostal, el metro a unas paradas) a Arty Farty. Pero esta vez no hubo tal suerte. El lugar estaba más vacío, y ni la gordita filipina ni los japoneses bailarines ni los taiwaneses poco memorables estaban ahí. Te pasaste la mayoría del tiempo solo. No veías a nadie ni nadie te veía a vos. Vos estabas esperando al italiano (del cual ahora, mientras escribís esto, ni te acordás del nombre). El italiano nunca llegó. Ya tenías pocos yenes y era tu penúltima noche ahí. No podías tomar más, no podías quedarte más tiempo, así que te fuiste.

Caminaste solo y saliste de la discoteca. Este barrio es tan feo, pensaste. Estas calles con tantos cables y estos edificios nuevos.

Tokio, definitivamente, no es una ciudad bonita. Aquí parecen callejones del centro de alguna ciudad de Latinoamérica, solo que con las señales en caligrafía japonesa (?) y gente con los ojos achinados.


Saliste a uno de los bulevares principales, porque esta ruta ya te la podías. Caminaste y cuando ya ibas un poco adelante alguien te toca el hombro.

Vos, en tu mente, pensás: ¡el italiano!

Pero no. Es un japonés.

-Hello

Le contestás: "yes?"

-Eh, eh (él, está nervioso) do you want to go with me?

Vos lo ves con un poquito de risa guardada y le decís: "No, I'm sorry, I'm going to my hostel".

Él te ve con tristeza obvia y te dice OK, se va caminando de nuevo hacia Arty Farty, vos te metés las manos a las bolsas. Tenés hambre. ¿Habrá un 7 Eleven cerca? Seguís tu instinto y doblás en una calle que está por ahí, una calle grande, que es la calle que te lleva al hostal. Estás un poquito borracho así que todas las calles se confunden un poco las unas con las otras.



No pensás, en ese momento, lo lejos que estás de tu casa, ni lo loco que le parecería a algunos que andés solo así, borracho y con frío, en una ciudad tan grande y tan desconocida. Pero las ciudades no son grandes ni desconocidas, pensás, cuando ya te hiciste un mapa de ellas en la mente. Solo hay que caminar recto y confiar en el olor de los edredones de tu hostal. Comenzás a caminar y seguís caminado y la calle se te hace eterna.


Pensás que estás perdido. A lo lejos, ves una señal: KOBAN. Tu guía te dijo que KOBAN significa estación de policía y en ciudades como Tokio, tan seguras y tan feas, esas solo existen para ayudar a los turistas. Así que te acercás y le decís:

-Akebonobashi?

Solo le decís esa palabra, el nombre de la estación que andás buscando, y el japonés policía te ve con cara de "qué muchacho más raro es el que anda aquí, solo, borracho y con frío" y te sonríe y te señala, te dice algo, suponés que te dice "Es por ahí".

Así que vos, caminás por ahí. Seguís, seguís y seguís y a lo lejos la ves: la señal: la casa: Akebonobashi.


Tu hostal está a unos pasos de la estación. Ves el edificio pero antes ves, al otro lado de la calle, un Family Mart. ¡Sushi! Te alegrás y cruzás la calle, desesperado, en una zona no peatonal. Ups. Un policía te vio y te detiene, al llegar al otro lado de la acera.

-Passport! Passport!

Te da medio risa su acento japonés, pero te da miedo. Le decís, en inglés, que tu pasaporte está en el hostal. Te sigue diciendo "passport, passport" y te dice un montón de cosas en su idioma, en su idioma tan distinto al tuyo, y no podés responder nada. Solo le decís lo mismo. Está en el hostal. Así que el policía se cansa y te deja seguir. Entrás al Family Mart y comprás un montón de bolas de arroz (que te acordás, veías en un programa de Canal 10 cuando eras chiquito) y un par de bandejas de Sushi. El bajón.



Regresás al hostal y te metés a tu cápsula. Es prohibido comer ahí pero no importa. Pronto el olor a salsa de soya llena todo el lugar. Te dormís abrazando la almohada, o tu pasaporte. Extrañás al italiano. Ya extrañás esta ciudad tan fea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje su opinión aquí, sea buena o mala, pues.