domingo, 8 de mayo de 2011

Final

A la siguiente mañana lo primero que hizo fue tomar la chaqueta de la pared. Salió dando pasos débiles desde su cuarto, sin querer despertar a nadie. Su mamá ya cocinaba. Alguien estaba bañándose, el agua caía con fuerzas en su espalda. Nadie la vio mientras se subía a un banco, alcanzaba la chaqueta, corría de nuevo hacia su cuarto.

Era la primera vez que la tocaba. Era más suave de lo que pensaba. Quizás algodón. Había permanecido tanto tiempo ahí en la pared, tan lejos de su mano, que siempre le había parecido ser de metal. La extendió sobre la cama. Lenta, con el miedo de ser descubierta recorriendo sus nervios, logró ocultar, apretujándolos con un mantel blanco, sus pequeños senos. Se colocó una camisa cuadriculada, la que siempre le había gustado, y la chaqueta encima. Las medallas relucieron golpeadas por el sol que entraba; entre los destellos se imaginó un espejo en la pared reflejando su rostro nublado y transformado, pelo recogido, expresión masculina. Cuando salió de su cuarto ya estaban todos a la mesa, desayunando.

—Buenos días—dijo, en un tono sereno y oficial.

Comenzó a comer.

A los segundos su papá soltó una carcajada. Comenzaron todos entonces a reírse, hasta ella, carcajadas sonoras, con comida en la boca, golpeando la mesa, respiración entrecortada. Más risas. El comedor, comúnmente callado, ahora no podía dejar de reírse, junto a todos ellos, que dejaban la comida a medias, seguían riendo, riendo y riendo, hasta enrojecer sus rostros y tener que tomar agua para calmarse un poco.

A los minutos ya se habían tranquilizado. Ya nadie reía ruidosamente, pero el eco de las carcajadas era fácilmente perceptible en sus rostros iluminados, en la mesa desordenada. Marta dio una vuelta alrededor del salón con su mirada. Su papá masticaba un trozo de pan y la miró, sonriente. Su hermana tomaba un poco de jugo de naranja y la miró, sonriente. Su mamá se servía un poco más de café y la miró, sonriente. El espacio donde antes estaba la chaqueta estaba vacío. La radio estaba apagada. El espejo en la pared reflejaba el comedor entero.

Y lo miró, sonriente.


Este es el final de una "novela" fallida que escribí cuando comenzaba a querer escribir en "serio". No lo edité para ponerlo aquí. Me gustaría cambiar un montón de cosas pero ahí está, con los errores típicos y problemas narrativos que me ponen los pelos de punta. Pero hoy me acordé de esto, tenía mucho tiempo de no leerlo. Bonita cuando ríe.

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