lunes, 30 de mayo de 2011

Heavy Metal Lover

Aparezco borracho, como muchas veces. El alcohol me mueve a motor el cuerpo y puedo subir gradas de tres en tres sin ningún problema. Quiero besar a alguien porque siempre quiero besar a alguien. Me tragan la lengua y me saludan de abrazo. En el jardín dos amigos hablan con personas desconocidas y me imagino sus conversaciones y por más que lo intento no logro ponerles palabras en la boca. Parece que solo están hablando melodías atonales o expulsando saliva con cerveza y luego vuelven a hacerlo, hasta que los otros se duermen en sus piernas o las nubes se hacen blancas con la luz. Adentro todavía es oscuro, todavía suena la música y en el congelador todavía hay cervezas. Me tomo una, con sabor a cerveza barata y en una de las bancas balanceo mis pies mientras los de la barra me están diciendo lo bonito que soy. Me gusta que me digan que soy bonito. Los veo y veo que ellos no son bonitos. Entonces regreso a la cerveza. Así, mareado, la música me suena a alcohol y el alcohol me sabe a música. Pienso en cómo acabamos en los lugares más extraños por culpa de la Pilsener, cómo el carro acelera por la San Antonio Abad y cómo la música suena hasta la calle y te dan la bienvenida con el nombre completo del bar. Pienso en los hombres desnudos arriba en el escenario y sus penes que se mueven flácidos y pequeños y los aplausos que no llegan a ninguno de sus oídos. Pienso en esta oscuridad y en esta música tan alegre y en lo alegre que estoy, en el dolor de la cabeza de la mañana. La cerveza pasa libre, como agua en tubería, como lluvia en aire, como naranjas hacia el suelo. La cerveza llueve la garganta, moja el estómago, y así al cerebro y así a mis manos, que bailan solas, que balancean pies, que tocan el cachete del DJ para pedirle por favor que repita la canción que tanto me gusta. Está para besarlo, quizás lo bese. Quizás lo hice. Quizás no lo hice. Me dicen que ya es hora de irnos.

Sí, pienso. Está la mañana para irse, dormir todo el domingo, y esperar paciente el próximo sábado. Con la noche, con la cerveza, con las gradas que serpentean con mis pasos.

Y en el fondo mientras camino:

I want your whisky mouth all over my blond south

Y yo bailo ridículo hacia la salida. Ridículo, pero sintiéndome hermoso.

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