miércoles, 25 de mayo de 2011

Oye papito

Caminar bajo la luz de tu casa y bajo el efecto del sueño. Qué rico es dormir. Abrazar una almohada y la sábana. Escuchar un poco de música. Qué sueño tengo. He dormido todo el día. He abrazado la sábana todo el día. He visto las gotas gordas de la lluvia caer con golpes gruesos en la ventana. La he cerrado. Vi el pasaporte y recorrí los sellos con la imaginación. Me duele levantarme, me duelen los pies. En la calle una luz y otra luz, como luciérnagas, pero en la claridad de la tarde. Cuánto llueve en esta ciudad. Cuánto te enferma esta ciudad. En las sillas o en las salas de espera o en las básculas de los impuestos o en los aviones atascados en las pistas del aeropuerto. Veo: el pañuelo con sustancias mucosas y recuerdo el sabor dulce de los alfajores. Veo: la bolsa vacía del McDonald's y recuerdo el sabor agridulce de la salsa de tomate. Me la trago entera como se traga una vitamina C en pastilla. Sueño: recuerdo: lo premonitorio se vuelve realidad solo cuando vos lo llamás, lo narrás entero, lo hacés que ocurra cuando por fin despertás, con un poco de fiebre, alimentado por el dolor de piernas y la sensación de enfermedad que te envuelve, te revuelve, te mantiene vivo.

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