lunes, 30 de mayo de 2011

Dancing with the Women at the Bar


Existieron noches en los que era delicioso bailar con una mujer, manejar su cuerpo pequeño y envolver con las manos su cintura, así, con la cerveza o con el trago en la mano, con ella riéndose y vos también, todo es broma y te estás emocionando. Existieron noches en los que tus dedos conocieron espaldas más pequeñas y caras sin barba, labios pequeñitos que apenas se abrían para besarte. Cigarros y pláticas con voces agudas, tu voz grave, tu cara pegada a la suya y vos actuando un papel perfecto, total. Esas noches las reemplazaste ya, con otro lugar y otra música y otros movimientos: menos calculados, toscos, como si algo te metió electricidad al cuerpo y solo estás reaccionando a los choques. Pero las mujeres. Las mujeres: nunca entendiste y nunca intentaste. Apenas te educaron para hablar con ellas. Apenas creaste situaciones para acercarte a ellas. Con tormentas, gasolineras o pizza. Pero bailando. Algo así como en el sur de Texas, con tu cadera moviéndose más que la de ella, con la guitarra o el bajo guiando sus cuerpos, como si de ahí se fueran al carro y en el carro se besaran y luego del carro se fueran a un motel y ahí sus cuerpos mojados bailaran más cerca, cada vez más cerca. Debajo de las sábanas, con la cara con la suya, despertar en las piernas y definir esto como romance, como la alegría. Ser fértiles juntos, recibir a alguien en tu mano y tomarle fotos, bailar de nuevo, verlo caminar, seguir bailando: existieron noches en los que para los demás todo eso era posible. Vos, vos nunca seguiste del todo la música. Te fuiste hacia un lado, retrasabas tu entrada, tus manos quedaban débiles y aterradas. Pero en ese baile, en esa canción, viviste una vida entera. Existieron noches en los que era delicioso bailar con una mujer. De todo el mundo, de todas las personas del mundo, vos eras el que más querías sentirte bien ahí. Que todo eso tuviera sentido. Lo peleaste con la conciencia, con el pensamiento, con el cuerpo, con el deseo, con la música. Pero era batalla perdida, Hindenburg o Air France vuelo 447. Pero mientras tanto, antes de perder la noche, te quedaba bailar. Qué delicioso era bailar.

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