Hace ratos estoy solo. Me hace compañía una música suave, que flota como tinta traslúcida a unos milímetros del papel. Abrazo fuerte la soledad, como si fuera lo único que me queda, y apoyo mi cabeza en mi almohada mientras escribo.
Cubro mis ojos, hago siestas de horas, consumo cervezas amargas y aprendo a tocar el charango.
Lleno el silencio de estos días con un monólogo interior hermoso, construido con párrafos que al tocarlos son tan suaves como una oveja del altiplano.
Quiero ver tu cara por minuto y medio, sin interrupción.
Quiero que sonrías a mi cara como si mis ojos fueran lentes de cámara. Quiero tomarte fotos con dos cámaras que simulen ser mis ojos.
Quiero recordar la arruga de tu frente: la recuerdo tan bella y profunda.
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