Te encuentro en la taza, en la canción y en el recibo con tu firma de la tarjeta de crédito, con la imitación de tu DUI, te encuentro en la lámpara y en la voz de Patti Smith. Me cuesta mucho identificarte pero se que existís, en algún lado. El que me va a quitar la almohada en la noche y el que me va a acompañar en mis canciones. El que va a comer semillas conmigo, compartir lentes de sol, pantalones y camisetas. Se que estás por ahí y ya te tardaste, como diría una actriz tonta en una serie tonta. Nos hemos estado esperando, vos lo sabés, vos sentís el mismo temblor que yo siento y vos ves la misma ciudad que yo veo y pensás: ahí debe de estar. Estoy escribiendo, terco y tercero, como banda que no renuncia, como político en segundo término, y te espero desnudo. Me quedo dormido hasta la tarde y cuando el sol me golpea en la cama se que está tratando de despertarme, que vaya al supermercado, o a la gasolinera, que me estás despertando entre el pasillo de los enlatados o en la bomba de la gasolina regular.
No se; yo sigo; yo salgo. Y en el desconocido que sos, en lo extraño que parecés todavía está todo lo familiar, la posible familia, las noches con eructos y la muerte eventual.
La historia de toda la vida. La de todos.
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