Hay un barco de aquí que te lleva a una isla bonita, con olor a pescado. Ahí el viento es frío y el sabor a cerveza se siente en la tierra. Me como la tierra como si fuera cereal, mojada en leche.
Y me imagino chupando la teta de una vaca alimentada con pasto transgénico y el bote se mueve de un lado a otro y una señora tiene miedo y reza y pide consuelo y todos pensamos que nos vamos a hundir y el puerto se ve desde aquí tan lejos.
Desde aquí distingo los botes que se mueven de un lado a otro y son como moscas nadando en el mar. Abrazo mi lapicero y paro de escribir, esperando que las olas no se los traguen, las malas olas de este lago que no conocen el mar.
(v)
Hasta cuándo voy a estar escribiendo. Hace ratos voy describiendo tu llegada.
Te he escrito llegando con sudor en las mangas de la camiseta, te he escrito bajando del autobús y abrazándome llorona y terminal.
Te he escrito llegando en taxi, con lentes de sol y barras de chocolate Toblerone para los niños.
Te he escrito llegando en un helicóptero que espanta a las vacas y a los chuchos que cuidan a las vacas.
Te he escrito llegando en ataúd.
Pero siempre te escribo con ganas de verme, con respiración ansiosa, con palabras emocionadas, tildadas con un abrazo que o me das vos o te doy yo si es que venís con los ojos cerrados.
Espero que vengás con los ojos abiertos. Bien pero bien abiertos.
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