martes, 8 de noviembre de 2011

Los textos del lago

(vii)

Detrás de la cortina está escondida la niña, que le tiene miedo a la cucharona de madera de la muchacha. Ya le dije yo que no le pegue tan fuerte, que solo medio la toque, pero la niña ya tiene moradas las nalgas, las piernas y la espalda.

Así me criaron a mí, a golpes. Comiendo del suelo usando las tortillas como cuchara. Una vez a la semana pollo, y no del bueno.

Esta niña suerte tiene. Nosotros ni cortinas teníamos.

Yo no me podía esconder.

(viii)

Los recuerdos con vos se me hacen pequeños, cuando pienso en tu cara me parece del tamaño de un maní. No es que ahora seás insignificante, sino que los años son como kilómetros y desde aquí solo veo un espacio borroso en el que tu cuerpo debería estar. No hay mucho que descifrar. Ahora solo sos una pequeña parte de mi memoria. Compartimentos enteros antes dedicados a vos ahora los lleno con café, con el vecino, con un montón de ron.

Cómo quisiera recordarte mejor.

(ix)

Te voy a llevar lejos, te voy a enseñar ciudades que llevan tu nombre. Vamos a cazar ratones y los vamos a alimentar a gatos callejeros. Vamos a disfrutar el espectáculo carnívoro. Hace tanto que nuestros dientes se volvieron débiles, como de cartón o durapax. He tratado de morder tu pezón sin éxito. Has tratado de lastimar mi glande pero tus molares son de aserrín.

La vida nos ha hecho débiles, se nos ha ido cayendo la fuerza de las manos. Nuestros abrazos ahora son de peluche, nuestros besos a distancia.

Nuestras caras son delgadas, estructuras óseas cubiertas de una fina capa de carne. Dentro de poco vamos a desmayarnos, vos orinando aire, yo lavando mis pómulos hundidos. En el baño nos van a encontrar, nuestras manos intentando en vano encontrarse.

Tanta hambre desperdiciada. Tanta, tanta.

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