martes, 12 de abril de 2011

Primer Puño de Letras

Zapatos bajos, con tacón; tacón escondido dentro, como de una mujer que se ha arrepentido de haberse vestido demasiado formal para la ocasión. Se ve en el espejo: bonita. Se declara cejuda, pero especial. Se mantiene parada y en sus pensamientos no ocurre más que un vacío pequeño, como el vacío del estómago de un bebé con disentería. Probablemente esta noche sea feliz, después de las cervezas o después del beso. Que se vean al espejo también ellos, que se enreden en el pelo de las circunstancias y que bailen una canción de reggaeton. Pantalones cortos, azules, como de bailarina de bar. Se agarra de la barra y comienza a dar vueltas en su imaginación. Tanto así que se marea. Que se deja de reconocer y ve solamente una mancha borrosa, reflejada, nada específica. Por un momento desea andar así, por la calle. Borrosa. Que nadie la reconozca, que no le silben.

Se despierta y encuentra la edición de Vanidades que ha estado leyendo. La ha dejado abierta en la novela de Corín Tellado y trata de leer, pero no puede: lo único que reconoce es un puño de letras.

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