lunes, 26 de septiembre de 2011

Reconstrucción de las fábulas

Comprendo poco de tu noche pero la entiendo solitaria y húmeda. El sereno anda dando vueltas en el aire y entra a mi nariz. Encuentro en las calles obstáculos bonitos que superar. Camino estas calles que antes conduje y recuerdo palabras de los vigilantes, las miradas de los soldados, los tomates en mi boca. Los rótulos están iluminados y son o Times Square en ruinas o Las Vegas con sífilis. Presiento mi mente destrozarse. Siento las arrugas y las curvas de mi cerebro apretarse y soltar como esponjas el agua que han ido acumulando durante la noche. Las malas decisiones y los impulsos idiotas y los errores se ponen en línea, todos, para que los cometa. Es como un desfile de la deshonra. Van cayendo, van creciendo todos. En mi mente suena una canción y escucho perfectamente la voz del cantante. Es asombrosa la claridad que te da una borrachera. Todo lo ves con facilidad y sin consecuencias. Lo malo es que las lecciones que aprendés con el cerebro apagado pero el cuerpo encendido se te olvidan al siguiente día. Y seguís tratando de reconstruir las moralejas de las fábulas o los detalles de los cuentos por días enteros, buscando en el ático de tu mente los rastros o las pistas. Usualmente no las encontrás, pero en el esfuerzo está la recompensa. En seguir escribiendo y seguir esperando que en algún momento, la verdad aparezca entre tus palabras.

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