He decidido que siempre voy a comer desnudo frente al espejo. Sin importar el qué, si la cena o el almuerzo, o un par de galletas con leche, me voy a desnudar y voy a comer frente al espejo viendo mi cuerpo y cada uno de sus defectos e interiorizando que cada bocado que estoy dando se está alojando en alguna parte de él y luego, cuando me ponga los pantalones, obstruirá su cierre o se saltará por debajo de mi camisa o se verá en las fotografías que me tome. Voy a servirme la cena en una mesita especial que deje ver la mayor parte de mi cuerpo y me voy a mover, voy a cambiar de posición, solo para darme cuenta del daño que me está haciendo este atentado. También, lo voy a hacer cuando tome cerveza. O cuando me den ganas de vodka. Todo el tiempo ahí, consciente de lo que está pasando. Voy a ver el camino del bolo alimenticio por mi esófago hasta mi estómago y luego mis intestinos y luego la grasa y los carbohidratos desprendiéndose y alojándose en el espacio entre mi pecho y mi pelvis, a los lados de mi espalda, atrás, en los rollos que en inglés llaman
love handles pero que hasta ahora me ha costado encontrar quien los ame.
Voy a comer enfrente del espejo y eso lo voy a hacer y punto. Presiento mucho llanto, especialmente cuando estoy triste y como chocolate, cuando estoy deprimido y compro sorbete, cuando me estoy hartando un bote de semillas de marañón en menos de 10 minutos.
Verán, ser un adolescente gordito estaba bien. No tenía interés en el sexo y vagamente recuerdo mi cuerpo en el espejo, no me importaba. Pero ser un adulto gay con una leve cantidad de grasa en el cuerpo no es nada bueno. No es nada, nada bueno. Nada funciona igual. Todo se torna ridículo. Dedicás horas al gimnasio y esperás ver resultados inmediatos. Ves los demás cuerpos y todo se te vuelve imposible. ¿Cómo lo vas a hacer? ¿Realmente tu brazo algún día se va a ver como ese? y qué decir de tu pecho, de tu abdomen, de tus piernas, de tus piernas...de tus piernas.
Así que, sí: frente al espejo. Ahí, sin ropa, contemplado el desastre que está ocurriendo. Como el Hindenburg. O como el avión viejo que siempre se aparece en mis sueños.
Tal vez así lo logre. Tal vez así logre comprender los errores que cometo y que me tienen en este vortex ruidoso de auto-destrucción.
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