lunes, 5 de septiembre de 2011

Málaga:

Sos un desperdicio marino. Sabés a pescadeta frita y a camarones rebozados en pan viejo y me dejás aceite aceitoso en el labio, con resaca de tu cerveza barata y tus paseos llenos de palmeras meneándose huevonas con el viento caliente de tu mar que ni está aquí ni está allá. Te aferrás inútilmente a la memoria de alguien que nació en vos pero se fue tan pronto como pudo y jamás te vio como algo digno, porque no, Málaga, no sos nada digno. Estás a un paso del Puerto de La Libertad y de una fea, ridícula Habana. Me das asco en el recuerdo porque en tus esquinas no encontré nada y me sentaba en tus mesas estilo fiesta patronal y veía pasar a los turistas rojos y gordos, con bolsas canguro llenas con sus pasaportes y billetes de euros de 50 y eructando la tortilla de patata con chorizo. Te deberían de hundir y armar una playa vírgen, bonita, de los restos de la arena que construiría el final de tus edificios. Ya tuviste tu oportunidad, Málaga, y la desperdiciaste. Qué más podías hacer. Nadie te quiso nunca y nadie te va a querer. Prefiero vivir en San Salvador que vivir en vos, y eso dice mucho.

Te voy a freír en aceite asqueroso y te voy a alimentar a un perro hambriento. De algo vas a servir.

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