¿Que por qué lo hice? No se, supongo que necesitaba caminar. Y la idea era loca: cómo caminar de madrugada, en una ciudad que no es para nada caminable, en la cual tenés que cruzar zonas peligrosas para llegar a cualquier parte. Pero de mi mente no se quitaba la idea. Estaba cansado. Estaba borracho. Estaba aburrido y desesperado y otra vez, borracho. Alguien me decía que me quedara. No recuerdo mucho de su rostro pero recuerdo que hablaba largo rato sobre que no me fuera. Pero no, yo me quería ir. En mi mente la ruta la tenía clara: arriba hacia la capilla y luego por el Kreef de la Mascota y luego por el puente ese raro (¡ahí me van a asaltar!) y luego hacia el Paseo. Prácticamente ya estaría en mi casa, en mi edificio. Las cosas son diferentes de noche. Las casas se ven diferentes y a uno le da risa. Me da risa, porque por no andar efectivo y por no querer molestar a nadie y por querer escapar y porque sí, supongo que necesitaba caminar.
Me da risa acordarme y algo de miedo, me pongo a teorizar sobre el fantasma de mi papá que me cuidaba mientras caminaba o que en ese momento por fin San Salvador se vio libre de crimen y peligro y sí, ahora ya vivía en una ciudad en la cual podía caminar desde un lugar a otro sin miedo. Podía caminar borracho y cruzar los pasos peatonales y sí sentarme si quería a ver un poco de la noche a ver cómo las nubes desaparecían en el cielo con el viento después de una tormenta que, bendito sea, solo duró un poco.
¡Miren! ¡Ahí está un banco! Y entonces, en mi mente de borracho, en mi mente con 30 Regias adentro digo que sí, que puedo pasar al cajero. Puedo sacar dinero e irme al 'puesto' de comida mexicana a comprarme unos tacos. Y me voy.
Y sigo caminando. Y comienzo a correr. Y me carcajeo. ¡Estoy caminando! ¡En San Salvador! De repente todo lo que me han dicho me parece mentira, Santa Claus sí existe, sí hay Dios, él me está cuidando, hay ángeles de la guarda, cuando lo matan a uno es por mala suerte, no porque este país sea peligroso, aquí no hay maras, aquí todo el mundo está dormido o borracho y por eso no les importa que un loco ande corriendo por la calle y con una bolsa de burritos en la mano, con tres burritos, mordiéndolos caminando, tragándose los frijoles, dándole gracias a algo, a alguien, por darle la oportunidad de caminar, en esta ciudad tan bonita, en las faldas de un volcán, qué cielo más hermoso y que día de invierno más delirantemente maravilloso.
Llego a mi casa y me acuesto en una piscina de chirmol y estoy intacto. Mi teléfono, mi dinero, mis tarjetas y mis zapatos.
¿Que por qué lo hice? No se, supongo que necesitaba caminar. Vivir en San Salvador le puede atrofiar a uno los pies, la vida, las borracheras y los impulsos. Así que por una vez la locura prevaleció. Pero lo bueno es que solo de la locura salen las historias interesantes.
Para una historia parecida pero con final un poco diferente, de clic aquí y váyase al blog de la Señorita Violenta.
ah, sí, se me olvidó contarte que yo una vez caminé desde Maria Bonita a Apex a las 2 am. Ya sé, solo son como dos cuadras. Caminé por los mismos motivos, creo. ja ja, había cantado en el karaoke, me acuerdo, había llorado, nadie ser quería ir, mi carro estaba en la agencia... Al día siguiente la única explicación que le encontré a todo eso, fue que alguien me había puesto algo en las "bebidas", jua jua jua.
ResponderEliminarMe encanta tu historia.
jajaja estar borracho le da a uno una claridad de intenciones y deseos que no se tiene en otros momentos de la vida.
ResponderEliminarY acuérdese: el alcohol nos hizo amigos...