folículo por folículo
en el baño o en la cama o en las manos de un hombre agitado
o en el pasillo, o en el cualquier lugar en el que caminás
te lo arranca, hasta que te quedás con el Atacama como cabeza
como superficie yerma de la que ni surge agua ni surge vida ni surge colochos, los colochos a los que te acostumbraste tanto.
La crueldad es la que se lleva tu pelo y te deja solo, como bebé alienígena, saliendo de la vagina de tu mamá, la calva ensangrentada.
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