martes, 6 de septiembre de 2011

Tenis y sofá negro

Bastante has tenido ya con la nariz y la infección del oído. Será que te cuesta articular palabra cuando estás con ella, cuando te rodea el humo de sus discursos y te confundís con el tamaño de sus aureolas. Estás contento, por fin están juntos. Cuánto tiempo. Cuánto tiempo ha pasado desde que la viste por primera vez en La Ventana y se acercó a tu mesa con algunos amigos para saludar. Se saludaron de dos besos (pensaste que estabas loca) y cuando todos se fueron se quedaron solos, hablando y tomando cervezas de barril hasta que las meseras mal encaradas empezaron a levantar las sillas, a apartar los vasos vacíos y platos con frijoles de las mesas con manteles que parecen haber salido del armario de tu abuela. Nadie veía el reloj y se acercaba la una de la mañana y todos los empleados estaban en un círculo hablando en el bar y a ustedes les dio por inventar conversaciones, por pensar que al salir al parqueo los iban a asaltar porque esos días andaban asaltando en la Escalón y chambreando sobre las intervenciones e instalaciones y becas y publicaciones y concursos del Centro Cultural. Te he visto por ahí, le dijiste, pero hasta ahora no había podido decirte hola. Si hubiera sabido que te gustaba lo hubiera hecho antes. Te dice que qué bueno que lo hablaron y el ruido del portón del restaurante cerrándose les avisa que tienen que levantarse, irle a pagar a la cajera que siempre parece estar de mal humor (será todo el dinero que le dan) y agarrar dos dulces de menta de la canasta, casi vacía, a la par del libro ese de caricaturas del que se estaban burlando minutos antes.

¿Pero cuándo vas a publicar un libro vos? Te dijo, y vos te reíste, porque ajá, libro feo o no pero el viejito ya tiene su nombre en una portada.

Salieron a la plaza y como esta ciudad es de llantas y no de pies, se tuvieron que separar. Quedaron de encontrarse en alguna intervención o instalación o concurso de beca o taller gratuito o presentación de publicación en el Centro Cultural, en la próxima, veamos el calendario y nos juntamos, agregame al facebook, ahí platicamos.

De vez en cuando ella actualiza su estado diciendo que está en La Ventana y te dan ganas de ponerte pantalones y llegar de imprevisto, por sorpresa, pero esperás paciente, con la ventana del chat abierto para que te salude, ojalá te salude, si supiera que le gusto le dijera hola o la invitaría a una performance o al Paseo del Carmen o a mi cuarto a ver películas o al Barbas o a Zanzíbar en una noche que no esté tan lleno.

Finalmente se desconecta y vos eructás y te desabotonás el pantalón y te dormís, esperando que al siguiente día anuncien o alguna intervención o instalación o concurso de beca o taller gratuito o presentación de publicación y poder decirle "vamos, pues". Hablemos para quedar o algo.

Te dan ganas de acribillar internet y la incertidumbre de los planes que se hacen entre cervezas.

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