Tráigame un poco del pastel de zanahoria y también un poco de café. Platiquemos aquí mientras mascamos las migajas y mientras le toco los labios con el oído. Bebamos agua, para eso está hecha. Solucionemos el conflicto del mundo, porque para eso nacimos. Besemos la mesa y arruguemos los manteles con los dientes como lo hacen los perros. Planeemos viajes, dibujemos estrategias. Ríamos y gritemos nuestros nombres al mesero, a nuestra cuenta, a la cuenta de la mesa de a la par. Parémonos aquí, en medio del bullicio y cantemos una canción de Vicente Fernández. Pidamos ahora otro café y unos pasteles de almendra. Almendra dura, vieja, pero rica, creíble. Aplastemos latas de Coca-Cola y leamos ediciones viejas de Vanidades mientras nuestros esposos recogen las basuras. ¡Soltemos carcajadas, risas del buen vivir, de estos cafés con estilo europeo que pueblan nuestras calles renovadas! Hablemos de La Habana Vieja y la Vieja París, el café del centro y croissant con chocolate. ¡Ja, ja, ja! En francés, por qué no, para que no nos entienda nadie. Solo nosotros y Francia hablamos francés. ¿El último? ¡Sí, el último! Bebamos café como si fuera cerveza y disfrutemos del tetelque labio y del dulce pan dulce y ahoguémonos en Splenda. ¡Bienvenidos todos! Los estábamos esperando. Hagamos de esta mesa nuestra trinchera y desde aquí disparemos agudas críticas para el político de turno y veamos las nalgas redondas del mesero.
Tres tazas de café, tres pasteles y al final: una canción. We want to break free, sí, como que no. Para eso estamos aquí, para eso el estampado, la risa y el beso que nos damos al despedir. God knows!
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