domingo, 23 de junio de 2013

Lo querían mucho, le lamían los pies, fíjese. Así decían todos, que eran de los más lindos y los más obedientes. Comían tortilla y pan con frijoles, hechos puño, así como el mamaso. Se iban a su camita y se dormían ahí, pacientes, esperando. Pronto podrían comérselo, empezando por los pies. Su plan estaba listo y él, que les daba tanta comida, que los estaba engordando. Fue en la madrugada, él ya los dejaba andar por la casa y apenas sintió el primer mordisco no pudo gritar porque ya uno le tenía puestas las pezuñas en la boca y los vio casi personas y gruñendo le dijeron "callate" y se sorprendió que los perros pudieran hablar y hablaban con voz de lesbiana ofendida y así, desarrollando voz y poder le tragaron la garganta y nadie dio explicaciones, porque los perros no hacen esas cosas, porque todo tuvo que ser un accidente.

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