dormía tan profundo que no sintió el temblor y no sintió cuando se levantó al baño. No sintió el olor de la cerveza ni la noche. Soñó de sus sobrinos, de la grama y el vómito. Soñó de un movimiento pero no de la tierra: sino el de las letras en la pantalla.
Cuando despertó ya no estaba, pero había dejado unos centavos en el suelo.
Los recogió y se los metió a la bolsa, pero luego pensó: propina para la señora de la limpieza.
La puerta de la habitación se abrió y entró ella, pastosa, añeja, olor a jabón.
-Señor, si quiere vuelvo más tarde.
Le dijo que no, que entrara; que a él le gustaba ver mientras limpiaban.
Ella se inclinó, mostró el calzón, él encendió la tele para ver las noticias.
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