Me descargo, caigo, como Alvarado o como Señora Nena, como Mamá de esquina que prepara pasteles en aceite Bonella. Me descargo, como, me trago el café a carcajadas y el de la esquina me cuenta que su nieto baila con un abanico, y que toma agua, y que come del plato del perro. Yo me agacho, hago como que orino para que la perrita vea que está bien, que así es como se caga, que así es como se mea. Aquí apesta ya a viejo, a señor de taxi, a añejo rico y tico. Me sonrojo, me pongo a escribir: se acerca el niño con el abanico y me baila enfrente. Yo le grito: ¡vade retro niño maricón! Aquí no hay espacio para tus movimientos con gracia y para tu olor a plátano frito, hervido, al último viejo que te tocó.
Me descargo, caigo, como con vodka adentro, y me pregunto: será hora de empezar a tomar güisqui: para escribir diferente, para no dormir tanto, para no estornudar sangre, para despertar con vos.
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