sábado, 9 de julio de 2011

Wolves, Lower

Instalo los alambres razor. Pongo un portón de metal con puerta alta de doble llave. Las chapas las mando a cambiar cada semana. Pago el vigilante de la calle y obligo a que baje la pluma y le pregunte qué viene a hacer a cada persona que entra. Esta calle es nuestra y la vamos a defender. Pongo un cono en mi espacio de parqueo cuando yo no estoy. Compro un rótulo de "cuidado con los perros" y voy borrando los graffitis según van apareciendo. En mi jardín pongo trozos de vidrio al borde de los muros para que sangren sus manos. Guardo mi pistola debajo de mi cama, cargada. Renuevo mi licencia de armas cada vez que es necesario. La llevo en la guantera del carro y la licencia conmigo, en mi cartera. En la foto sonrío y mi nombre completo no tiene antecedentes penales. En los semáforos me quedo un poco antes de la esquina y veo los espejos retrovisores con mucho cuidado. Tomo una ruta diferente cada vez que vengo a mi casa, voy al trabajo, visito a mi mamá. Si no puedo andar la pistola cargo una navaja Swiss Army que es sorprendentemente efectiva. Miro a todos con ojos de sospecha. Creo que fue el amigo de mi hermana el que mandó a matar a mi tío. Lo veo y le leo los ojos y lo veo que es culpable. Aquí en esta ciudad todos somos lobos. Nos vamos comiendo con los dientes y el olor de la sangre nos alimenta las narices. Me encierro en mi cuarto y pongo mi cabeza en la almohada y cuento ovejas. Pero se van convirtiendo en lobos. Todos. Un lobo, dos lobos, tres lobos. Oigo que tocan a la puerta. Agarro la pistola y me persigno.

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