martes, 19 de julio de 2011

Sitting Still

Recuerdo a la niña de la casa de enfrente. Recuerdo que no hablaba, muda, sus gemidos favoritos eran algo parecido a "mamá" y a "papá". No recuerdo su nombre porque nunca lo pregunté, pero de qué sirve un nombre si no lo podés decir. La recuerdo en su uniforme azul caminando hacia la escuela y la recuerdo sentada, quieta, en la acera esperando a que pasara el carretón de sorbetes. A veces se lo compraba yo. Me gemía gracias y yo le tocaba la cabeza. Recuerdo los colochos de su pelo y sus dientes mordiendo la paleta de chocolate. Recuerdo verla celebrar sus cumpleaños, todos hasta el número nueve, con música que no podía oír muy bien y felicitaciones que eran movimientos de manos. Recuerdo la música fuerte y las piñatas y su sonrisa y su risa, medio tontas. Yo no se qué le había hecho mi papá a su familia pero yo nunca fui a ninguna de esas fiestas. La recuerdo sola, una vez, regresando a la casa desde el colegio. ¿Por qué la dejaban caminar sola? ¿Si cuando le hicieran algo no iba a poder gritar o pedir ayuda? Recuerdo que le gustaba la sopa de res y los domingos comía pupusas viendo el partido de sus hermanos. Recuerdo sus vestidos morados, su camisa azul y su pantalón chiquito, que enseñaba sus piernas flacas y tembleques. Recuerdo que su cuarto daba a la calle y a veces la podías ver viendo por la ventana a la gente pasar. En misa, también, la recuerdo, durmiéndose y babeando y golpeando su cabeza en el pecho cuando se despertaba de repente. Recuerdo sus gemidos cuando cantaba los himnos siguiendo con torpeza la boca de los demás. Recuerdo sus cuadernos con letras torcidas y la clase que todos los días a las cuatro de la tarde tenía con su maestra de señas, que usaba faldas largas y trapo en la cabeza. Recuerdo su cuarto, pequeño, con la ventana en la pared que daba a la calle y recuerdo su edredón de las princesas. Recuerdo que tenía un cartel de un volcán en las paredes y recuerdo que dormía tranquila cuando entré. Recuerdo taparle la boca y aún así escuchar sus gemidos inútiles. Sus piernas flacas luchaban en vano contra las mías. Recuerdo que ese día me dormí al solo poner mi cabeza en la almohada.

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