lunes, 11 de julio de 2011

Stumble

Escucho los tropiezos de los ladrones en el techo de la casa. Escucho cómo sus pies quiebran las tejas y sus manos empuñan sus pistolas con cuidado para no disparar por accidente. Veo a través de la ventana y reconozco sus siluetas en la oscuridad, veo el brillo de sus ojos. Caen con golpes sordos al suelo del patio central y comienzan a recorrer la casa llevándose las cosas: el televisor, algunos muebles, mi hermana se despierta y lo vemos todo a través de los pequeños espacios entre la cortina. Los vemos moverse ágiles como gatos y escuchamos hasta aquí los ronquidos de mi papá. Vemos como abren una de las puertas a la calle y comienzan a sacar todo. Mi hermana ya está llorando y yo le tapo la boca para que no haga ruido. Me caen en las manos sus lágrimas y yo me acuerdo de la pistola de mi papá y me enoja estar tan lejos de ella porque ya la hubiera agarrado y los hubiera matado a todos. Los enterraría todos en fosas comunes cerca del cementerio y disfrutaría ver los agujeros de las balas en su pecho y me lavaría las manos con su sangre a manera de ritual. Veo cómo se llevan las cosas: todas las cosas: y con cuidado cierran la puerta y han dejado toda la casa vacía. Al siguiente día desayunamos en el suelo y mi papá nos putea por no haberlo despertado. Suerte que dejaron los frijoles y las cacerolas porque si no no podríamos comer nada. A la siguiente noche los ruidos vuelven pero esta vez todos estamos dormidos. Seguramente vienen por los frijoles.

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