jueves, 16 de octubre de 2014

Si acaso me pongo a llorar deteneme; me voy a deshidratar. Ordename una cerveza y veamos los carros pasar por la calle y contemos los colores, los calores. Gritémosle a la vieja que anda pura loca tirando piedras y nos escondemos detrás de la escuela evangélica; nos metemos atrás y entre risas nos tocamos los labios vaginales, que tan humedecidos están ya después del calor, la temperatura y nuestras pláticas. Regia, amor, te ves regia así, toda masculina, haceme tuya en la esquina del Masferrer, vamos detrás del Citi y oleme las paredes en secreto, que no nos vean los vigilantes. Comprame una hamburguesa de un dólar en el Burger King y luego nos acostamos con nuestras Cocas en la grama del redondel y decime una vez más lo que me dijiste aquella vez, me quiero acordar:

vamos a vivir en ese edificio te lo prometo en ese edificio verde; la vista de San Salvador tan chula, un día la vi cuando me pusieron a limpiar y te imaginé contra la pared toda abierta y las dos felices, risueñas, no me hagás decirte esto otra vez, que me da tristeza, me da desamparo hija mía, bicha pasmada que no ves; andá a besar la estatua de Alberto Masferrer y me contás lo que te cuenta, reclamale que nunca pudiste vivir con el mínimo, que no podemos seguir eructando esta hamburguesa, que en el Banco no nos dejan poner un pie.

Te quiero, mujer mía, puta llena de vida, te beso la caca encrustada de tu culo y huelo los blúmeres húmedos que dejás en el baño.

Qué chuca sos, colocha, pero así te quiero, así te alimento de césped y carbón.

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