Sediento me bajo del autobús en la frontera con Guatemala y me compro dos pupusas para llevarte de desayuno. En la ciudad nos encontramos y caminamos en el Paseo de la Reforma y te cuento del temblor, del muerto en San Miguel, de la Pilsener en el mar. Me gusta que me contés historias de tu país, me decís, como si San Salvador fuera tan diferente a Guatemala.
Solo cambiamos un poco, canche, rubiecito de mi vida, ojos claros, chapín maldito que me enamoraste.
Me subo al bus de vuelta y en la frontera esta vez no compro pupusas; compro chicles. Ya pasados, me mandás un mensaje, que si estaba bien; que habías leído en Twitter que habían balaceado un bus que iba para El Salvador en la carretera.
No, tranquilo; me tenés para rato. Y comienzo a ver los anuncios y ya son para Pilsener y no para Gallo y te extraño, canche, te extraño ojos claros.
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