jueves, 16 de octubre de 2014


El mundo se hizo más pequeño cuando me dijiste, sentado, que me parara  y te mostrara las heridas. Sangrás, me dijiste; lo veo debajo de tu camisa. Me levanté la camisa y la panza que me hace incómodo con todos los demás rebotó natural frente a vos, y besaste mi ombligo, sucio y oloroso, y mis heridas que brotaban sangre como saliva de una boca ansiosa. La empezaste a besar; yo te quise detener porque me daba miedo pasarte todo, lo que tenía y lo que pensaba tener; pero vos me dijiste que no importaba-si morimos, morimos juntos, como Kate Winslet y Leonardo DiCaprio en Titanic.

-Él se murió nada más, ella no, te digo;
vos te carcajeás y me mordés los pelos, subís más la camisa y luego los pezones.

Nuestra cama se hizo tan pequeña como una puerta de madera en el hielo del Norte Atlántico pero nos balanceamos felices, sobreviviendo, viejos y gordos, eructando pasta y pastel de queso.

Ninguno de los dos pasó frío esa noche.

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