El
mundo se hizo más pequeño cuando me dijiste, sentado, que me parara y te mostrara las heridas. Sangrás, me
dijiste; lo veo debajo de tu camisa. Me levanté la camisa y la panza que me
hace incómodo con todos los demás rebotó natural frente a vos, y besaste mi
ombligo, sucio y oloroso, y mis heridas que brotaban sangre como saliva de una
boca ansiosa. La empezaste a besar; yo te quise detener porque me daba miedo
pasarte todo, lo que tenía y lo que pensaba tener; pero vos me dijiste que no
importaba-si morimos, morimos juntos, como Kate Winslet y Leonardo DiCaprio en
Titanic.
-Él se
murió nada más, ella no, te digo;
vos te
carcajeás y me mordés los pelos, subís más la camisa y luego los pezones.
Nuestra
cama se hizo tan pequeña como una puerta de madera en el hielo del Norte Atlántico
pero nos balanceamos felices, sobreviviendo, viejos y gordos, eructando pasta y
pastel de queso.
Ninguno
de los dos pasó frío esa noche.
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