jueves, 16 de octubre de 2014


Pero abrazados no hace frío, no se extrañan las postales ni los vasos transparentes con el té negro que me trajiste de Estambul. Las Naciones Unidas aceptaron a Palestina como observador y me dijiste que soñabas con ver Belén de noche y a los niños corriendo tirando piedras a israelíes. Sos loco, querés estar en el medio de una guerra y las guerras no salvan a nadie. No querías el frío pero querías la sensación del calor de estar abrazados. Nos hacía falta el imán de refrigerador con el domo de Berlín y las bicicletas que nos robamos en el Malecón de La Habana. Nos gustaba el apartamento vacío pero nos faltaban frazadas y telas para colgar en las ventanas y que el sol dejara de cegarnos al mediodía. Nos faltaba la comida y el vino pero brindamos con las lenguas adentro de nuestra boca. Nos hacía hambre el corazón pero lo ignoramos con historias que nos pasaron en el sur de Chile y en el Norte de Nunavut. -Nunca has ido a Nunavut- me dijiste y cuestioné la puntuación de tu diálogo, absurdo, absurdos los dos, románticos perdidos en la historia de un trabajador de cubículo. Me abrazaste más fuerte y nos hicimos polvo con el punto final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje su opinión aquí, sea buena o mala, pues.