lunes, 20 de octubre de 2014

Dubrovnik


Todo lo dijo alguien antes de mí, estas oraciones fueron escritas antes. Contemplo esta frase, lugar común, mientras afuera los turistas caminan ardiendo, Dubrovnik cansada y adolorida de sus adoquines. Cuando pensaba venir pensaba en estos cafés, en estas zonas bonitas, en las calles empedradas. Pensaba en salir hacia lo más remoto de las ciudades y fotografiar los edificios más feos, los más aislados, la arquitectura sin mérito de los suburbios. Pensaba ser el único turista llenando mi feed de Instagram con estas imágenes. Lo cuadrado de lo antiguo. La gente paseando con sus perros alrededor de algún río. Los balcanes vistos desde la mirada de un tropical.

Me lancé a las calles, tomé varias fotografías, y nada de lo que hice valió la pena. Pronto tomo un avión hacia Zagreb, de ahí uno a Madrid y después de un par de días de aeropuerto en aeropuerto, me esperan mi perra, mi familia, mi ventana. Sentarme a pensar de nuevo en volver, en otras calles, en otros turistas. Me siento y siento la intención de quedarme y conseguir un apartamento con vistas al río verde y limpio y en dejar pasar las horas pasar, en decidir después.

Pero no lo hago; agarro mi mochila y pago los kuna del café y me subo al autobus y con el beep de mi pase turista de 48 horas estoy camino al aeropuerto.

Paso por los suburbios y me parecen feos, sin interés: mi cámara no tiene batería. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deje su opinión aquí, sea buena o mala, pues.