Me tuerzo pequeño, ambulante; vos pretendés hablar conmigo en voz baja y que te cuente algo privado. Me decís: no le voy a contar a nadie. Te veo, perverso, desnudo y beso tu frente mientras te confieso: "he pensado en matarte".
Te reís, yo no; te arranco con los dientes un par de pestañas.
"Ouch", decís.
Yo vuelvo al televisor y nunca más me pedís que te cuente nada.
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