Esta ciudad se siente temporal,
finita, como creada con ladrillos de algodón de azúcar. Todo se quema, o se cae, o se bota, o se come.
Se calienta el asfalto y lo enfría la lluvia; la ciudad, quejumbrosa, se deja.
Se deja caer,
al polvo: la ciudad temporal, que por ahora se emborracha y se ve bonita, ve al mar y ve venir barcos y aviones y se asusta y misiles.
Esta ciudad se siente ajena, impuesta, prisionera mientras aprisiona.
Esta ciudad tiene nombre bonito, suena bonito de la lengua de uno, de uno que apenas y la conoce. Lo malo es que esta ciudad fue creada para acabar, porque a la religión le viene el fin tarde o temprano;
sin el fin ni siquiera hubiera comenzado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deje su opinión aquí, sea buena o mala, pues.