Bebé agua, pequeña, que en mis sueños te quedaste sin una de tus piernas. Caminabas con las tres que quedaban, porque así te tocaba, con hambre, porque la comida se acabó. Dejame morderte un par de semillas y dártelas, obligarte, porque ya no te gusta nada más que no sean mis dedos. Me fuiste comiendo, te tragaste mis uñas, te bebiste el sudor de mi espalda llena de vellos y bellos tus ronquidos cuando te llenaste demasiado y comenzaste a vomitarme, espeso, blanco.
Comé comida, pequeña, que la noche es larga y a nosotros nadie nos va a sacar de aquí.
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